La Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización (ESAF) era hasta hace poco un ente sin vida que solo se utilizaba para dar empleo a amigos y familiares de los diputados, pero el llamado G-15 lo que convertido en un monstruo devorador de recursos.
Quien lo encabeza, no contento con haber invertido más de cinco millones de pesos en remodelar un inmueble del que la ESAF no tiene la propiedad, ahora busca más dinero para mantenimiento.
Nada habla de todos los expedientes que dejaron prescribir por ineficiencia o mala fe, ni del costo que esa acción (o falta de) tiene para la sociedad morelense, que deberá absorber las pérdidas del dinero público que no fue bien empleado pero que nadie puede ya cuestionar.
No cabe duda, la peor legislatura de la Historia ha dejado su pesada huella en todo lo que toca.