Se agandallaron, fueron encajosos, gandules, todo lo que pelean en sus causas sean o no de los 132 o simpatizantes de la práctica del 69. No tenían por qué actuar de esa manera, tan irracional que choca con lo que combaten: que la desigualdad, que los derechos para todos, que las libertades de expresión, que el voto libre y secreto. Aquí en Morelos vivimos en el trabajo cotidiano, pero conocimos por los medios de muchos años atrás, que trabajo y alguno de los envalentonados tire una piedra o lance un golpe y termina en tragedia. Normalmente por estos rumbos se llama linchamiento. Una pequeña chispa llevaba a grandes consecuencias,
Carlos Marín, el periodista director de Milenio Diario, dueño del Asalto a la Razón en letra y en televisión, es propietario también de una trayectoria profesional que no todos conocen y él nunca presume. Iniciado hace cuatro décadas como ayudante de redacción en el Excélsior de Julio Scherer García, es fundador de la revista Proceso cuando el golpe echeverrista a aquel gran periódico que nunca lo volvió a ser, y ahí permaneció hasta que regresó al diarismo en el grupo que actualmente trabaja. De conducta intachable, un verdadero obrero del periodismo, lo conocimos por un amigo común, Carlos Reynaldos Estrada, que igual que él salió de Excélsior con Scherer y fundó Proceso. Reynaldos consiguió una cita con don Julio a un grupo de reporteros morelenses, allá por 1982-83, hace casi tres décadas. Nos envió el señor Scherer con Marín y Rafael Rodríguez Castañeda, que respectivamente eran coordinador de producción y jefe de redacción.
Nos trató excelente. Ya posterior fueron muchos los encuentros y una que otra tertulia bohemia con canciones de Sergio Esquivel en casa de Guillermo Orozco Loreto, en compañía del queridísimo Negro Efrén Maldonado –con quien nos re-conocimos- el tocayo Solórzano y muchos y tantas que no debemos mencionar. Inolvidables. Al otro día, obligada la pancita en el mercado con La Jefa y cada uno “su itacate” de regreso al DF. O por allá en la capital. Conocemos a Marín, por eso purga “el montón” que le dieron y salió airoso por, entre muchas razones, el temple del oficio. Él no es lector de noticias o de los que se meten en el medio para aparecer a cuadro. Esas son circunstancias derivadas de su ascendencia profesional y el esfuerzo constante. Es periodista, como diría el guatemalteco Arjona (que consulte aunque seguro la escuchó, a Jaime Almeida) “Desde el cabello hasta la punta de los pies”.
No se trata de quién es más bravo o tira el primer manazo o el pechazo como en la primaria. Lo que vimos es urdido por gente siniestra y cobarde y así como le tocó a Carlos Marín ser el objeto de esta agresión –verbal en alto tono y de empellones, por fortuna—muestra la fragilidad del gremio. Entendemos que si en el DF estudiantes o lo que sean quienes andaban ahí, con un nivel académico de mediano a alto, qué no sucede en Veracruz, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas o Baja California cuando los enojados son grupos criminales de la delincuencia organizada.
a censura, eterna adversaria que siempre acompaña al periodista como una pequeña o gran nube sobre su cabeza, partiría además del tijeretazo en la redacción o la cómoda estancia del dueño, de la molestia del poderoso político transmitida a través del jefe de prensa, al extremo de miembros del crimen organizado, a acelerados muchachos con los que todos debemos pensar igual. En su lenguaje: no mamen. Y si lo hacen: dejen al burro porque la fila es larga.
A Carlos Marín le enviamos un fraternal abrazo, no se atreve el que escribe a decirle que siga como es porque nos manda a volar y una petición como amante de la buena música: que le pida a Jaime Almeyda para que a su vez lo haga con Sergio Esquivel, la canción “Corazón Baldío” creación del doctor otorrinolaringólogo José Antonio Ceballos, yucateco de cepa y que recientemente la escuchamos en la voz de Diego Verdaguer prácticamente hacerla pedazos. Con esa melodía, repetida hasta en cuatro ocasiones, pasamos una de las noches más sabrosas con Marín, Efrén y demás en la casa del jalisciense y bohemiazo Guillermo Orozco Loreto, acompañados por el inolvidable y siempre bien recordado Miguel Bosques El Húngaro, por cierto cuñado del hoy alcalde Rogelio Sánchez Gatica.
Esa vez Marín fue víctima de un “buylling” menos agresivo: el del romanticismo, siempre bien acompañados. Otro abrazo.
1 comentario
Hey
Demasiado alboroto por una simple anecdota. Marín se ha encargado de "ofender"… Compartelo!