Sabemos que hubo resistencias al interior del sistema (de lo que representaba la instalación de contenedores), todas con buenas intenciones pero sin el peso del tema, hubo quienes insistieron de manera oficial en ello. No se perdía nada, finalmente un contenedor es enganchado a un camión normalmente lleno de basura, se traslada de un sitio a otro. Así fueron quitados de sus cuatro puntos. Cualquiera con una pizca de sano juicio político y social, lo hace. Así fue y como estuvo a punto de cometerse un error que pudo traer consecuencias, antes de abrir la herida, se quitó el punzante y se evitó pasar a mayores. No pasa nada. La gente tiene razón y hay que escucharla. Con esa misma sabiduría, quienes opinaban que se convertirían en foco de atención, sintieron el hedor de aquel octubre rojo del 2006 y nos vamos de pista en pista, por lo que sigue.
En el 2006 aparecieron en más sitios que los de costumbre contenedores que eran prácticamente negocio y hogar de familias. Una parte para bien porque vivían de la separación de los desechos y propinas de sus clientes. Cuernavaca se convirtió en el gran basurero de Morelos, porque incluso hasta vecinos de municipios periféricos traían sus bolsas para aventarlas, depositarlas o pagar para que entraran al contenedor. A propósito, semanas antes de octubre comenzó a notarse que algo andaba mal, que el servicio se hacía deficiente, que la ciudad comenzaba a oler mal, que las moscas se multiplicaban por millones y los roedores abandonaban las madrigueras barranqueras debido a que encontraban nuevos sitios para ver la luz primera y crecer entre montañas de comida y basura. Un manjar para la fauna nociva y lo que nos esperaba: el festín frustrado hasta el momento para los voraces políticos.
Era inminente la contingencia y no se veía la intervención de ninguna institución, ni el apoyo del gobierno estatal. El tiempo pone las cosas en su lugar: los que pudieron arreglar el problema eran, meses después, socios de una nueva empresa llamada PASA Cuernavaca con el 49 por ciento de las acciones. Ya había sido instalada la original PASA, la que no invierte, la que usa a los municipios con lo que tengan, con herramientas de trabajo y toda la disposición del ayuntamiento. Los jefes empresariales serían socios de los políticos. Era evidente –hoy nos queda clarísimo—que se aplicaba el lema de una gran parte de la franja partidista azul: “primero la comisión y dejemos si podemos con la misión”. (A propósito: en breve mostraremos un “desnudo” de Javier Bolaños, digamos una completa radiografía de este jalapeño que quiere venir a enseñar a vender chiles de don Clemente. Es una historia de “superación” impresionante, todo gracias a Morelos y en un corto lapso. Claro, es otro asunto extenso y, esperamos también intenso).
Pero ese es un tema recurrente al que hoy damos cierre, para meternos en el asunto social y en la desmovilización de un posible problema. Duró un día, poco menos de 24 horas, tiempo que parecerá corto pero en el que quedó definido que la gente de Cuernavaca no quiere tener contenedores; además establece otra realidad: el servicio que fue abandonado con todas las agravantes por las “PASAS”, ha sido manejado con eficacia por el Sirec, un grupo de empresas que por sí mismas han logrado instalarse en la base social y a partir del manejo de la basura, además de útiles, merecen se les reconozca el haber cumplido con el compromiso, no obstante los pagos mínimos que reciben, esto por la situación que atraviesan la mayoría de los ayuntamientos del país, incluido Cuernavaca y casi todos los morelenses.
Anteayer la nota era la instalación de los cuatro contenedores. Ayer que ya no estaban, leíamos que se convertirían en un foco de infección, en lo que estamos de acuerdo. Ayer mismo los quitaron. Hoy ya no es noticia. Si hubo un error de inmediato lo solucionaron. Flor de un día. Reacción inmediata. Lo que esperaban sería el generador de energía para el escándalo mediático, trajo sólo revisiones y reflexiones: ¡qué negociazo se traían los socios externos y locales de PASA!
El extremo de los extremos. Ojalá y el próximo negocio que estos rapaces deseen hacer a las sombras de los morelenses, midan en centímetros su ganancia, así sobrará quiénes quieran pagarles…
“¡Judas! ¡Judas!”, así sonaban los altoparlantes del viejo penal de Atlacomulco cuando caía “un violín”. Decían que un cuate apodado “El Judas” se encargaba de su recepción. Por cierto era de un barrio de Cuernavaca y por ahí lo vemos de vez en cuando.