El avezado conductor de Línea Victoria fe paciente, se echó lentamente en reversa hasta quedar en plano. Fueron cuando menos 40 minutos de ver los que no sabían que había adelante y se animaban. De pronto teníamos ante sí a cinco vehículos sin funcionar, con gente adentro y con el agua en el interior de los carros. Comenzaban a salirse para pelear contra las corrientes que venían de uno, de otro y de un lado más. Eran cuatro las llegadas de agua. Ni a cual irle.
Justamente a unos cuatro metros de donde nos paramos, está la barranca de Chapultepec que sigue al lago. Comenzamos a confirmar lo que siempre han dicho los “de antes” y esos grandes drenajes que son las barrancas del centro del Estado. El agua caía en torrente, pero comenzaba a haber menos en la cuneta. ¿Cuál era la razón? Para los que conocen su tierra no era complicado: toda esa agua que arrastró minutos antes, venía del norte donde inició la tormenta, en el sitio que nos encontrábamos –casi bajo el puente de la autopista en los límites Jiutepec—Cuernavaca—empezaba a llover y seguramente no con la intensidad d como sucede en el norte, en la zona montañosa y sus límites Chamilpa, Santa María, Tetela, Ocotepec y Ahuatepec.
Subrayamos lo que decían “los de antes” sobre los grandes drenajes naturales que son las barrancas. Seguros estamos que sin ellas, la gran tormenta del sábado por la noche hubiese generado muchas desgracias. Hasta el momento sabemos que hay pérdidas materiales, coches averiados y el gran negocio de grúas y talleres mecánicos, pero no de vidas humanas.
Cuando logramos pasar rumbo a Las Águilas, el siguiente tropezón: justo en la cuneta entre San Juan y Alta Tensión, en un nuevo fraccionamiento de lo que fuera la cancha de Textiles Morelos, abajito de “La Virgen del Contenedor”, cuando una poderosa empresaria quitó el contenedor y colocó una Virgen de Guadalupe y en esta columna así la bautizamos. Otro flotadero de vehículos y para atrás, a bordear por San Juan y tomar Cuauhtémoc hasta el crucero con Alta Tensión para subir a Potrero Verde. Ahí si parecía una marina de cualquier puerto de importancia: los carros flotaban pero sin ancla ni reata para atracar y algunas personas buscaban como salirse de los vehículos.
Una cuadra antes de la cuneta más peligrosa y asesina en la historia de Cuernavaca, la de Cantarranas, cerca de la Miel Carlota. Ya no vimos más allá, pero nos imaginamos. Y de nuevo, las palabras de los “de antes”: el Gran Drenaje de las Barrancas. La edición del sábado hablamos de ello sin imaginar que corroboraríamos horas después su vital relevancia.
Dos horas después regresamos pensado las dificultades y vaya cosa: como si no hubiese pasado nada. Toda el agua se había ido por las barrancas. Y todavía así renegamos de ellas y las queremos hacer basurero. Lo bueno, es que se ha generado cierta conciencia de cuidaras. Por eso tenemos muy buen aire y mejor ambiente.