Amado Orihuela Trejo aunque resultó ungido, fue maltratado y puesto en una difícil situación cuando fue destituido –no puede caber otra figura ante lo que todo mundo vimos-- de la dirigencia estatal tricolor. Fuimos testigos de esa ridícula fotografía en donde Orihuela Trejo le tomaba la protesta al nuevo secretario de Organización, Joaquín Hendrikcs; un par de días después se hacían públicas las renuncias de las cabezas del Comité Directivo en Morelos.
Larga espera, citas sin concretar, dimes y diretes tuvo que soportar quien hoy es ubicado “candidato de unidad” cuando durante tres largas semanas era citado a la oficina de Insurgentes Norte en el Distrito Federal y no llegaba la llamada para que se ingresara al recinto. Junto con él, por lo menos, los otros dos finalistas recibieron el trato indigno.
No fue Pedro Joaquín Coldwell quien definió la forma de resolver la encrucijada en Morelos; fue Humberto Moreira, a quien su actuación en Coahuila le costó la presidencia del CEN del PRI pero logró el acuerdo de los 12 aspirantes morelenses. El cambio abrupto de la estafeta nacional, sumado por supuesto a los traspiés de su candidato presidencial, complicó los tiempos y las formas.
Amado Orihuela logró –con estrategia y paciencia-- lo que sus asesores construyeron: que su imagen alcanzara una dimensión estatal que fuera reconocida por los dirigentes nacionales y le otorgaran la gran oportunidad. Eso nadie se lo puede discutir y sin lugar a dudas ésos, los asesores encabezados por Matías Nazario, recibirán -de alcanzar el triunfo- su justa recompensa.
Sin embargo, las formas y podemos llamarle menosprecio que el CEN ha hecho sentir hacia todos los precandidatos, incluido el triunfador, por supuesto que han de tener consecuencias. Primero hizo creer a los 12 aspirantes que serían tomados en cuenta en la consulta estadística; después sin aviso sólo fueron citados tres finalistas entre quienes se supone negociaron que el vencedor de las encuestas sería el candidato a gobernador y el segundo lugar iría al Senado de la República.
La repartición de candidaturas –como si se tratara de despensas o gorras-- empezó a ser la dosis del PRI nacional para detener la epidemia de inconformidades. Guillermo del Valle –el gran ganador-- luchará por el Senado junto con Francisco Moreno, quien con la bendición del Candidato Presidencial se preparará para el 2018.
No es nada oficial pero se sabe que Jorge Morales Barud competirá por la presidencia municipal de Cuernavaca; todavía hay diputaciones federales y estatales que serán “jarabito” para quienes de esos 12 todavía no alcanzan nada.
Ahora bien, la reacción de Manuel Martínez Garrigós no era para menos; se dice vencedor de las dos encuestas y el maltrato llegó a tal grado que le invitaron a sumarse a los esfuerzos del Comité Ejecutivo Nacional. Nadie –él dice tener datos-- conoce los números de los ejercicios estadísticos que les demuestren a los interesados pero más importante a la militancia que la decisión es congruente con lo recabado científicamente.
Debemos recordar que la convocatoria que el PRI estatal en su momento emita para la búsqueda de su candidato a gobernador deberá respetar el acuerdo del Consejo Político Estatal de la convención de delegados, precisamente impulsado por el propio Martínez Garrigós, Guillermo del Valle y Maricela Sánchez. Esa puerta quedará abierta y lo ha anunciado el defenestrado precandidato: “Vamos a ir con todo a la Convención. En un partido democrático donde no se cumplen los acuerdos no se le puede coartar a nadie el derecho a participar, el derecho a ir con todo. Voy a cumplir con todos los requisitos que marque la convocatoria y con su apoyo como ha sido siempre, con la fuerza de la militancia, con la fuerza de los morelenses y con la fuerza del PRI voy a ganar la convención de delegados y vamos juntos a recuperar el gobierno del estado”.
No existe rompimiento ni indisciplina, consideramos nosotros, al hacerse este anuncio; lo que se observa es un llamado y un reto a la dirigencia nacional al juego democrático. La gravedad del asunto es que el PRI y su militancia caminarán los próximos 45 días en una dinámica muy compleja a menos que en las reuniones que se hayan tenido y puedan tenerse, convenzan, persuadan o coopten al ex alcalde de Cuernavaca.
Mientras enfrente, integrantes del Partido Acción Nacional y de las izquierdas unidas ya se frotan las manos. Claro, ya aprendieron lo que puede suceder en caso de oscurecer y esconder los resultados de las encuestas en el caso del perredismo o de no jugar limpia su elección interna los panistas.