Las posiciones plurinominales han sido señaladas como un exceso de los partidos políticos ante la seguridad de los privilegiados con esas candidaturas, dependientes solamente del juego aritmético fácil de prever, para convertirse en legisladores federales o locales en su caso. Sin embargo, las hemos comprendido cuando ahí se ubica a los ideólogos, a los formadores de políticos, a los de experiencia y trayectoria, que tal vez por su perfil no convenga llevarlos a una campaña o porque su presencia en el Legislativo se hace sumamente importante para el instituto político que los promueve.
Sin embargo, cuando el espacio de privilegio se vulnera para ser utilizado para el arranque de carreras públicas, sin importar los antecedentes o trayectoria, como una muestra de la negociación que da el poder por el poder, debemos reflexionar sobre la conveniencia de que estas curules permanezcan. La candidatura otorgada a la lideresa priista Maricela Sánchez Cortés, para ubicar a su hija en la próxima Legilsatura federal, debe invitar a la valoración seria de este tema.
Que quede claro que no cuestionamos las capacidades de Maricela Vázquez, tiene su carrera universitaria y ha vivido en el ambiente que los involucra en el tema del servicio público; por eso mismo, es de cuestionarse, si hacemos el símil de quienes preparan a sus hijos para heredar sus empresas, cuál es el primer puesto o la primera responsabilidad que se les asignará, antes de tener facultades plenas sobre el negocio.
En este caso sucede lo mismo; las atribuciones de un legislador federal son enormes, de la más alta y grave responsabilidad. Esas curules no son sólo un asiento, un sueldo, fuero y oportunidad de relacionarse políticamente; desde estas se aprueba, se debate, analiza o desaprueban leyes. Desde esa posición de cuestiona la política de nuestro México y se hace la glosa de los informes del Presidente de la República.
Un legislador tiene la facultad de presentar iniciativas de ley, reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, aprobar o desaprobar el Presupuesto de Egresos y Ley de Ingresos de la Federación. Entre otras muchas, el voto de los legisladores puede declarar en la mayoría requerida, la desaparición de poderes o el estado de emergencia, la suspensión de las garantías individuales. Casos extremos por supuesto, pero para eso debe estar preparado un legislador en el Congreso de la Unión.
Los asesores por supuesto que hacen mucho del trabajo, pero la decisión final, la responsabilidad es la del diputado. En casa, tal vez la experiencia de quienes lograron la candidatura es valiosa y será tomada en cuenta, pero la decisión es del legislador, no la recomendación de mamá.
Los apellidos son lo menos importante; el hecho es el criticable. México debe avanzar en su democracia y este es un equÍvoco que nuestras propias leyes permiten. No se puede hablar de nepotismo ni de tráfico de influencias, no podemos señalar acuerdos ni compromisos; pero por supuesto que podríamos hacer una lista de personas, por lo menos de un ciento, en cada uno de los casos, que tienen muchos más créditos que un apellido.
Insistimos, tal vez Maricela le cumpla a sus representados; sin embargo esos puestos deben ganarse en base a la experiencia, al crecimiento y a los tropiezos. Debemos ser exigentes con esta clase de legisladores. De entrada les solicitaremos que presenten una iniciativa que no permita que esta historia de vuelva a repetir.