Valía lo poquito que se conociera o lo mucho que se sintiera por este singular personaje que llenó a varias generaciones, entre ellas la de un servidor. Que nunca dijo o hizo una grosería en la radio, televisión o cine, que era un buen cantante y hacía tremendas voces con el reconocido compositor Vicente Garrido y otros en un grupo que hizo época llamado “Los Excéntricos”, que luego trascendió con su trío “Los Trincas”, que fue inolvidable su pareja con Marco Antonio Campos “Viruta” y que solo terminó grabando su nombre entre los mexicanos inmortales. Y algo importante: decidió ser morelense hace 40 años, cuando vino a vivir por acá y siempre estuvo a disposición de causas nobles. La última que recordamos fue en compañía del inolvidable presidente municipal Alfonso Sandoval Camuñas, en la Plaza de Armas (hoy Plaza de Armas Emiliano Zapata).
¿Cómo no va a entristecerse la gente adulta si Capulina fue parte de nuestra vida y nunca dio un mal ejemplo dentro y fuera de los escenarios? ¿Cómo olvidar una de tantas películas que filmó en Cuernavaca, donde le dio chance a Moy Martínez “El Rey Feo”, “El Boletero”, de hacer una pequeña escena con él, o corriendo entre las culebras monumentales escultóricas en Palmira? Los niños de Cuernavaca estuvimos cerca en las locaciones. Todo un acontecimiento. Un autógrafo. Un guiño, alguna mueca que lo hizo famoso o un dulce. Era Capulina, el vecino de Cuernavaca agradecido. Tipazo.
Don Gaspar Henaine Pérez se llamaba.
Una escena imborrable que compartimos con un amigazo, también artista que el diez próximo cumple dos años que se nos adelantó: Jorge Núñez Suástegui, el queridísimo “Ney”. Una película donde Viruta y Capulina son choferes de un tráiler y paran en algún comedor de la carretera. Va Viruta por los cafés y el pan mientras su pareja lo espera en el tractocamión; tarda y cuando aparece es notable que le aplicaron una paliza. Lleva moretones por todos lados del rostro. “¿Qué te pasó”, le dice Capulina. “Me pegó el chinito, el dueño, porque le aventé una flor a su guapa hermana”. Capulina se apresta a solicitar revancha y entran al establecimiento. Ve al adversario: chino oriental puro, ojos rasgados, cola de caballo entrenzada, ropa de luchador de esas tierras, chaparrito. Lo reta Capulina y empieza el combate. Las escenas se repiten, una y otra vez cae a los pies de Viruta hasta que éste le da un consejo técnico:
--“¡Peléale como Becerra!”, en alusión al tapatío José Becerra, campeón mundial gallo a finales de los 50.
Entonces, el admirado Capulina echa unos pasos atrás y embiste como burel, con un sonido gutural característico:
--“¡Mmmmmmmmuuuu!”.
Parecería para el humor actual una reverenda inocentada, pero nos sacudió de risa.
Con esa imagen de don Gaspar se queda el columnista. Ojalá los jóvenes tengan oportunidad de ver más de una película de este gran mexicano ahora que comenzaron a inundarnos la televisión comercial a partir de su deceso. Se enterarán por qué lo del “Campeón del Humorismo Blanco” que le aplicó su escritor de mucho tiempo, otro ícono con problemas de salud, don Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, o para los de más acá “El Chapulín Colorado” o “El Chavo del Ocho”. Sí, va a descansar en paz, siempre hizo cosas buenas.
2 de Octubre
“No se olvida”, es la frase que acompaña esta fecha de la efeméride nacional por los sangrientos hechos de represión con que el gobierno trató a centenas de estudiantes mexicanos, asesinando a muchos de ellos y a otro resto encarcelándolo. Claro que no se olvida.
En lo personal tiene gran fondo porque ese día en 1978 al que escribe le cambió la vida y hoy queremos agradecer a todos aquellos que aguantaron la imprudencia e ignorancia para encarrilarnos. Muchos se han ido, secos hasta los huesos, otros por ahí están como el querido Tito, Jorge Fermín, Tacho, El Negro Víctor, Luis Fierro, Carlos “El Mugres”, Fernando “La Comadre”, el serio Pedro Luis y el no menos Pinpen. Son muchos, miles, digamos el padre Sebas allá por el ingenio, Herón o Toño en Jiutepec. Todos ellos emocionalmente consolidados y ejemplo a seguir.
El dos de octubre no se olvida. Es una efeméride triste y trágica que costó la vida a muchos en 1968, pero diez años después, los herederos mexicanos, morelenses, de don William y el médico Robert, norteamericanos de excepción, le salvó la vida a otro. Cómo se va a olvidar.