Don Daniel Cosío Villegas escribió: “José Vasconcelos personificaba en 1921 las aspiraciones educativas de la Revolución como ningún hombre llegó a encarnar, digamos, la reforma agraria o el movimiento obrero. En primer término, Vasconcelos era lo que se llamaba un intelectual, es decir, hombre de libros y de preocupaciones inteligentes; en segundo había alcanzado la madurez necesaria para advertir las fallas del porfirismo y lo bastante joven no sólo para revelarse contra él, sino para tener fe en el poder transformador de la educación; en tercero, Vasconcelos fue el único intelectual de primera fila en quien confió el régimen revolucionario, tanto que a él solamente se le dieron la autoridad y los medios para trabajar”. Creo que éste es el más claro análisis de éste personaje.
Vasconcelos fue designado rector de la Universidad Nacional por don Adolfo de la Huerta y su situación fue vigorosa en muchos aspectos. Desde ahí, dándose cuenta que la medida de Carranza había sido un serio golpe a la educación, promovió que se volviera a establecer una secretaría de Estado para los asuntos educativos. Para apoyar su idea inició una gira de conferencias por toda la República que sensibilizó a la ciudadanía sobre los problemas de la educación. En 1920 Ezequiel A. Chávez en un congreso, logró el apoyo de los pedagogos del país para esa idea. La idea fue aceptada por Obregón, quien envió la iniciativa al Congreso de la Unión, la que fue aprobada y la ley expedida el 29 de septiembre de 1921; inmediatamente el cargo de secretario de Educación le fue ofrecido a Vasconcelos, y del mes de octubre de 1921 a julio de 1924 fue el titular del nuevo ministerio, al mismo tiempo que era el rector de la Universidad Nacional.
Entonces tuvo la idea de utilizar maestros misioneros que fueran a las comunidades y organizaran la escuela, al mismo tiempo que preparaban monitores, muy parecidos a lo que había hecho antes la Compañía Lancartesiana. Una vez establecidas las escuelas, se trasladaban a otra comunidad a formar otra escuela; los maestros misioneros eran iniciadores y supervisores. La escuela se convirtió así en un proyecto comunal, las denominaban las Casas del Pueblo. Al final de su actuación funcionaban 1,039 escuelas con 1,146 maestros y monitores y solamente 48 maestros misioneros.
Su colaborador y subsecretario don Moisés Sáenz era el más preparado de los dos en materia educativa, era seguidor de las ideas pedagógicas de Dewey; Vasconcelos, por otra parte, era vitalista y concebía la educación como el proceso de crear un modelo que fuera imitado. De esa forma la cultura sería la base de una nueva democracia.