Los ánimos caldeados: Pedro Tonantzin de Cadena Tres y Carlos Sevilla, camarógrafo de Cable Noticias. A Pedro, policías estatales con la anuencia de militares y a Sevilla, un profesor jubilado afuera del Palacio de Gobierno lo agrede. ¿Un reflejo del ánimo social por tantos actos violentos? No se pueden aceptar, menos de policías abusivos, nerviosos, impotentes, que para detener la ola violenta, sacien su ineficacia con los periodistas. Lo del maestro, es una reacción personal que daña el esfuerzo y la legitimidad de los jubilados ante una prestación ineludible.
¿Alguien se va a disculpar? Hay que colocar como elemento de análisis los últimos acontecimientos, donde la delincuencia grande le ha tirado a civiles como en el bar “Zydeko” o como en la casa de apuestas Caliente con un inocente valet parking. O lo que parecen ser ajustes con siete muertos y las cabezas de seis de ellos regadas por mitades en Puente de Ixtla y Tehuixtla, además del resto de los cuerpos en Jojutla donde se supone los ultimaron.
Ahí fue la agresión a Pedro Tonantzin. Vimos las imágenes en la televisión, donde el “valiente” policía le tira algunos golpes y patadas. Los ánimos están caldeados, se mezclan temores con rabia y frustraciones, recién vivimos un proceso electoral que deja muchos heridos políticamente que hacen lo imposible porque los vean, y todo ello genera ruido.
El horno no está para bollos, luego de una aparente calma tensa, Morelos se vuelve rápidamente a inflamar. ¿A quién reclamarle? ¿A quiénes solicitar ayuda? La salida del escritorio de empresarios a la calle, con el argumento que los hechos son menores a la realidad, evidencian el extremo de la desesperación. Toman la calle y se manifiestan los profesores, en este momento con razones justas y legítimas, los jubilados del mismo magisterio, los transportistas, pero la lectura a que lo hagan los empresarios, que normalmente encontramos en las fotografías estelares con el gobernador y la gente de poder, nos puede llevar a caminos sinuosos que nada prometen.
Esto se desató en unos cuantos días, rogamos que sólo sea una embestida con alto, porque si esa es la dinámica de los hechos, a la sociedad completa la van a enclaustrar, y por ningún lado nos encontramos con el comentario responsable, sólido, que brinde confianza de ningún mando de poder, ni policiaco, ni militar, ni federal. Total orfandad de un Morelos que parecía repuntar y que en un lapso corto, lo intimidan las acciones, y hoy como nunca se obliga la frase de Carlos Reynaldos Estrada, acuñada en los albores del gobierno de Jorge Carrillo Olea –1994 a 1998--, que con energía gritó hacia los cuatro puntos cardinales: “¡Ya Basta de Realidades! ¡Queremos Promesas!”, justo el revés del discurso político habitual de aquellos, y como vemos de estos y a saber cuántos tiempos más.
Lejos el buen Carlos de lo que sucedería 15- 17 años después, que se han rebasado todas las expectativas y Morelos no está a punto de guadalajarizarse, ni México de colombianizarse como anotábamos en esta columna allá por 1984—85. No, hoy Juárez luego de un terrible baño de sangre parece tener mejor perspectiva que nuestra capital y Chihuahua que nuestra entidad. ¿Qué cuál fue el costo? No, hombre, terrible y por todos conocido. No queremos pasar por ello. Ni buscar responsables y culpables en los gobiernos, aunque nuestras miradas de protesta y el grito ahogado llevan de remitente a Felipe Calderón y su fallida estrategia, digan lo que digan él y sus amigos.
Los morelenses sentimos los embates de la violencia, no sabemos siquiera ni nos interesa de qué organización o cártel sean, solamente que de tanto anunciar los Chihuahua Seguro, los Jalisco Seguro, Los Tamaulipas Seguro, Los Nuevo León Seguro, los Guerrero Seguro, aquí quienes enseñan el músculo y de manera fiera son a los que presuntamente iban a contener y los primeros saldos anotan inocentes y por verse, si los demás también eran competencia o distribuidores fuera de control.
Lo único que saben los periodistas es que no sabemos quiénes son los protagonistas del lado criminal y ni siquiera lo deseamos, pero estamos del flanco de la sociedad que cada vez, se revuelve entre sentimientos de miedo, frustración y rabia que explotan en el lugar menos indicado. Hay nerviosismo entre las fuerzas policiacas y militares y esa sí es responsabilidad de los gobiernos, mesurarla e indicarles que el trato al ciudadano común tiene que ser de respeto (ahí se incluyen los periodistas).
Si tratan de poner a prueba a alguien o algunos allá en el poder, que no le peguen al ciudadano, ninguna de las partes en pugna. Tampoco a los periodistas que hacen su trabajo, a los que no pueden cortarles la obligación de buscar el equilibrio a partir del trabajo informativo. Y estamos hablando de informadores profesionales como son Pedro Tonantzin y Carlos Sevilla.