Para 2015, según las estimaciones gubernamentales, la cobertura al menos alcanzaría el 85 por ciento.
En sí solo, el carácter obligatorio de la educación media superior nos lleva a un escenario deseable: que toda la población cuente con preparatoria. Es encomiable, si nos remitimos a un diagnóstico del estado actual que guarda el nivel medio superior en el país. Hay indicadores claros: no sólo se tiene que elevar la cobertura; también el desempeño educativo en términos de calidad y equidad.
La educación media superior en México registra el mayor déficit y rezago del sistema educativo. Y sin lugar a dudas el indicador más lamentable y concluyente es el fenómeno de la deserción escolar de los jóvenes, cuyas cifras anuales oscilan en más de 605 mil estudiantes de 15 y 17 años, a los que se suman 1.2 millones que no se inscribieron al bachillerato a pesar de que concluyeron la secundaria.
El denominado “bono demográfico” comienza a diluirse: más de 19 millones de jóvenes entre 15 y 29 años no cuentan con el bachillerato, que en los hechos se constituye en un obstáculo para aspirar a mejores perspectivas de salario y una fuente laboral estable; sobre todo se considera que cada año más de un millón de jóvenes se da a la tarea de encontrar empleo en un país que únicamente crea 350 fuentes de trabajo. De hecho, junto con Turquía, nuestro país destaca por contar con el mayor porcentaje de jóvenes sin bachillerato.
Si han existido sistemas preventivos orientados a impedir la desvinculación de los jóvenes del sistema escolar en el nivel medio superior en el primer año de estudios, éstos no han sido lo suficientemente eficaces. La pérdida de estudiantes tiene un elevado costo para el Estado con repercusiones en el entorno económico y social. A la baja eficiencia terminal se suman las generaciones de estudiantes que experimentan repetición de grados (también como causa de deserción) y la baja calidad de los estándares de aprendizaje.
La equidad educativa (género, estrato social, étnico) implica que los estudiantes alcancen el logro académico, independientemente de sus condiciones socioeconómicas. La reforma en educación media superior requiere transitar del modelo enciclopedista sustentado en la adquisición del conocimiento mediante la memorización, hacia uno centrado en el aprendizaje en el que el conocimiento se transmite a partir del desarrollo de de competencias y habilidades; también es fundamental avanzar en la profesionalización de los docentes y eso implica una redefinición del marco curricular, el perfil del egresado, pertinencia y, por supuesto, la oferta educativa.
Hoy estamos lejanos de los estándares educativos centrados en la calidad y equidad en el desarrollo de capacidades y habilidades para aplicar sus conocimientos a situaciones propias de la vida social y laboral. El lanzamiento del portal de la Preparatoria Abierta en Línea por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP) es una opción viable que en el mediano plazo habrá que evaluar.
El compromiso público y formal del Estado es revertir el empobrecimiento de los sistemas educativos, que han generado graves desigualdades en el acceso al conocimiento académico en los últimos diez años. Si se quiere dar vida al decreto y que éste avance en la dirección correcta, se requiere de una mayor inversión del Estado mexicano; desde preescolar, hasta la educación superior, aunado a una serie de estrategias gubernamentales transversales, como acceso a la vivienda, salud, bienestar social y apertura del mercado laboral para los jóvenes.
En esa tarea el Poder Legislativo, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), las autoridades educativas federales y estatales y por supuesto de los círculos académicos, todos ellos, deben confluir en el diseño de las estrategias para modernizar y situar la educación media superior en las exigencias que demanda el siglo XXI; es decir, a ese escenario deseable: que toda la población cuente con preparatoria.