Los candidatos tuvieron fluctuaciones durante su etapa de campaña. Al principio Enrique Peña Nieto era considerado 20 puntos adelante de cualquiera de sus contrincantes, pero en el camino tuvo varios tropiezos, el incidente en la Feria del Libro de Guadalajara, la presencia de Moreira, la relación con Montiel y Salinas todo esto fue acumulándose como equipaje negativo en el trayecto y al final si bajaron los porcentajes; pero quedó con un 38% con más de 3 millones de votos de delantera sobre su más cercano perseguidor.
Este fue Andrés Manuel López Obrador que empezó en tercer lugar y fue subiendo acercándose al puntero; pero si hacemos números vemos que en la elección del 2006 tuvo alrededor de 15 millones de votos y estuvo a 0.56% del ganador que fue Felipe Calderón. En esta ocasión tiene solamente los mismos 15 millones, pero su adversario Peña Nieto llega a más de 3 millones y fracción de ventaja sobre sus porcentajes. Lo que significa que López Obrador durante la campaña subió, pero no pudo alcanzar al puntero. Fue lo opuesto con Josefina Vázquez Mota que bajó y quedó en tercer lugar en la contienda. Las áreas en donde ella triunfó fue en el norte, en el Bajío y en Veracruz en donde es fuerte el panismo o al revés en donde el priísmo ha dejado dolor y crítica como en los estados de Veracruz y en Tamaulipas. Es muy claro que el repudio al viejo PRI se vio por ejemplo en Tamaulipas con la derrota a la senaduría de Manuel Cavazos y en Guerrero con la derrota de los candidatos priístas al Senado. Es decir, hay una dinámica de reacomodo de fuerzas que están cobrando viejas facturas y están buscando una nueva visión política.
En parte la razón es que la izquierda ha tenido solamente dos candidatos en veinticuatro años: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, esto muestra que el caudillismo todavía impera en un gran sector de la izquierda y no ha dejado aflorar a la izquierda modernizante o moderna que pudiera ser una alternativa para el electorado nacional. Hay comentarios de que la renovación en las filas de la izquierda es necesaria, pero el caudillismo todavía prevalece y es importante pensar que nuevas figuras como Marcelo Ebrard y ahora Miguel Mancera han tenido una mayor oportunidad de atraer a las clases medias, lo que Andrés Manuel no ha podido lograr. Es muy sintomático que la votación en el Distrito Federal fue arrolladora en el caso de Miguel Mancera y simplemente buena para Andrés Manuel López Obrador. Es decir los liderazgos de la izquierda se han gastado precisamente por el caudillismo y el electorado empieza a buscar nuevas expresiones políticas, más modernas, con menos arraigo doctrinario y una mayor visión de lo que debe ser un estadista moderno. Hay comentarios que dicen que hubiera sido mejor Marcelo Ebrard como candidato, pero él asumió la decisión del ala dura de la izquierda porque era muy difícil ser un candidato con solamente la mitad del apoyo de la izquierda. Ahora surgen nuevos nombres, el mismo Mancera y Marcelo pueden ser contendientes para el 2018 y este desconocimiento de los resultados y el conflicto postelectoral puede ser la puntilla para los viejos caudillos perredistas.
Que la izquierda está vigorosa en su expresión moderada se ve en los comicios de Tabasco y de Morelos en donde Arturo Núñez y Graco Ramírez lograron las gubernaturas. El electorado no está contra la izquierda, está contra el extremismo y el caudillismo y eso se pudo ver en los lugares en donde la izquierda tuvo buenos resultados al mismo tiempo que los resultados no eran tan favorables para Andrés Manuel López Obrador.
Los tres partidos tendrán que repensar su doctrina y sus estrategias. Por un lado el PRI no puede ser el mismo autoritario y corrupto que fue en otras épocas. El PAN tiene que buscar nuevos liderazgos porque se han agotado los que tenía y al mismo tiempo el fracaso del proceso electoral se atribuye a dos gobiernos panistas que no pudieron obtener los resultados deseados. En el caso de la izquierda, la modernización de su doctrina y de sus procedimientos es indispensable para que sobrevivan en esta época tan difícil para los partidos políticos.