También ha puesto énfasis en que destinen una mayor inversión pública en el sector que permita –en primer lugar- equidad y la creación de más espacios y mayores oportunidades para aprovechar el potencial de los jóvenes. Una de las principales premisas de Naciones Unidas, en este periodo, ha sido que las naciones garanticen el acceso a la educación en todos los niveles educativos.
El último reporte de la ONU establece que la recesión económica provocó el aumento de 11.9 a 13 por ciento de la tasa de desempleo entre los jóvenes del mundo, para sumar 81 millones en 2009, el mayor ajuste anual registrado en la historia. Los jóvenes, cuando tienen un empleo, tienden a trabajar más horas que los adultos a cambio de menores sueldos y en esquemas informales y sin seguridad social.
El desempleo y las pocas posibilidades para que continúen estudiando es una mala fórmula para cualquier país. La tarea de cualquier gobierno es ofrecer educación y empleo a la juventud. El espacio en que deben convivir los jóvenes es en los centros educativos y no en las calles. Pero en nuestro país, desde hace más de una década, hemos sido testigos –año con año- de cómo miles de estudiantes ven truncadas sus aspiraciones para continuar sus estudios al no acreditar el examen de ingreso al bachillerato (EXANI-I), o bien, a las instituciones de educación superior públicas (EXANI-II), que aplica el Centro Nacional de Evaluaciones para la Educación Superior (Ceneval).
La explosión demográfica
El que los jóvenes que no sean aceptados obliga a preguntarse: ¿No tienen el suficiente nivel académico para poder continuar sus estudios? ¿Quién reprobó? ¿Los estudiantes o el sistema educativo nacional? Año tras año la demanda juvenil para acceder a la educación media y superior ha mantenido una tendencia a la alza. Los centros de la toma de decisiones en el país tenían en sus manos los estudios y proyecciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), sobre el crecimiento de este segmento de la población, que en este año alcanzó su máximo histórico, a partir del cual entrará en una curva descendente hasta estabilizarse en 13.6 por ciento en 2030. No se ampliaron los espacios en la proporción en que –se sabía- creció la demanda escolar.
La otra cara de esta problemática es que los estudiantes que ingresan, por ejemplo, al bachillerato no lo concluyen. Según cifras de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el 15 por ciento de los estudiantes de este nivel educativo abandona sus estudios. Representan alrededor de 588 mil jóvenes. A la necesidad de aumentar la cobertura para que ningún joven se quede sin acceso a la educación, se tiene que replantear nuevas estrategias o redimensionar iniciativas como el Sistema Nacional de Tutorías, Educación Vocacional, Construye T, o el sistema de becas, que permitan elevar la tasa de eficiencia terminal. Hay logros: en el ciclo escolar 2000-2011 la tasa de deserción era de 16.5, mientras que en el periodo escolar 2010-2011, fue de 15.0, pero ante la magnitud de esta problemática, se requiere avanzar con mayor rapidez para revertir esa curva de deserción escolar.
Otro botón de muestra: de acuerdo al informe regional 2011 de la Unesco "Educación para Todos", ocurre un fenómeno muy singular en nuestro país. Conforme los alumnos avanzan en su tránsito escolar de un grado académico a otro, el número de estudiantes en los salones de clase disminuye. Educación básica es un buen referente. A nivel primaria hoy en día, se alcanzó la universalización (98 por ciento, según números de la SEP). Secundaria absorbe el 70 por ciento, pero la estadística cae a un 24 por ciento en la educación superior. Nuevamente, de acuerdo a las cifras de la SEP, en 2000 en primaria se tenía una cobertura del 97 por ciento, mientras que secundaria registraba un 57 por ciento y la educación superior tenía una cobertura del 20 por ciento.
Un análisis comparativo nos permite establecer que en educación primaria se avanzó un punto porcentual. A nivel regional México ocupa la posición número seis, por debajo de Belice, Cuba y Bermudas que tienen 100 por ciento de cobertura, y en el número 19 en cuanto a secundaria (7 de cada 10 ingresan a este grado escolar). Chile, en contraste, tiene una cobertura cercana al 85 por ciento; Brasil del 80 por ciento y en las islas caribeñas, como Monserrat, San Vicente y Granada, alcanza el 90 por ciento.
Si hablamos de la población estudiantil de 19 a 24 años, conforme al mismo estudio, se establece que el porcentaje de bachillerato concluido en nuestro país es de 45 por ciento. Nos ubica en el treceavo lugar, de 23 naciones en la región. Debajo de Chile, con un porcentaje de 80 por ciento; Venezuela, que registra el 62 por ciento, y Brasil, que tiene el 57 por ciento.
Retos y oportunidades de la juventud
La población juvenil mantuvo una tasa de crecimiento alta, de tal manera que hoy representan el 18.7 por ciento de los 112 millones de habitantes en la república mexicana. Son la quinta parte de la población con 202 millones de jóvenes de 15 a 24 años. De la misma manera en que se ha incrementado el número de jóvenes, también han crecido las demandas para que este segmento de la población satisfaga sus necesidades y aspiraciones de acceso a la educación, a una fuente de trabajo formal y seguridad social.
La inversión del Estado en el financiamiento a la educación media y superior debe ser mayor, frente a los escenarios que hoy en día vive la juventud mexicana: pocas oportunidades para encontrar una fuente laboral formal, puestos de trabajo mal remunerados, alternativas laborables en el subempleo o la informalidad, deserción en sus centros educativos por problemas económicos, migración hacia otros países en la búsqueda de mejores oportunidades profesionales (“fuga de cerebros”).
En una nación que padece de una contracción del empleo, la educación deja de ser un esquema de ascenso social. El financiamiento a la educación, ciencia y tecnología en el país es una responsabilidad de los tres órdenes de gobierno y del Poder Legislativo. El magisterio, los investigadores y organizaciones civiles interesadas en el proceso educativo han hecho propuestas.
Una educación sin exclusión
Las autoridades universitarias y de la SEP han instalado una mesa de negociación con organizaciones de aspirantes rechazados en la educación media y superior aglutinados en el Movimiento de Estudiantes No Aceptados (Mena) y de Excluidos de la Educación Superior (Maes). Como ha sucedido desde 2005, estudiantes rechazados en la aplicación del examen de admisión para continuar sus estudios en los diferentes planteles de las instituciones de educación media y superior de la zona metropolitana, han planteado la “urgente necesidad de ampliar la matrícula universitaria para que no queden excluidos del sistema educativo”. Bajo este marco se circunscribe el debate educativo.
Recientemente, la Cámara de Diputados envió al Senado la propuesta de reforma para hacer obligatoria la educación media superior. Permanece en el Senado, pero como bien ha señalado el Consejo Nacional de Autoridades Educativas (Conaedu), más que hablar de iniciativas que hagan obligatoria la preparatoria, se debe tener en claro los mecanismos, el estatus que se le otorgará al financiamiento de la educación, a partir –antes que nada- de los resultados que arrojen, por ejemplo, la Reforma Integral de la Educación Media Superior y la creación del Sistema Nacional de Bachillerato.
Hay muchas interrogantes. La discusión sobre la reforma laboral, ¿debe o no incluir un apartado que permita oportunidades a los jóvenes que se encuentra fuera del sistema educativo nacional y del mercado de trabajo? Es un tema que seguramente conformará parte de la discusión pública rumbo a la elección presidencial del 2012. De ello continuaremos comentando en este espacio.