Morelos y Guerrero fueron los estados que otorgaron un triunfo rotundo para la izquierda; al igual que hace seis años la figura de López Obrador se impuso en nuestro Estado, solamente que ahora el candidato local además de haber hecho campaña, tiene un peso específico difícil de contrarrestar y sus contrincantes traían un desgaste propiciado al interior de sus partidos que nunca superaron.
Volver a contar un porcentaje superior al 50% de los votos, así aprobado por el Instituto Federal Electoral (IFE), fue una decisión inteligente. No se dio cabida al reclamo social y no se entró en el detalle fino de las causales; simplemente se ordenó volver a contar ¿Cuántos problemas nos habríamos ahorrado hace un sexenio con una decisión similar? Siempre quedará la duda de una Presidencia ilegítima de Felipe Calderón.
En Morelos el PRI ha solicitado la revisión de boletas ante una posible contabilidad equivocada al haber sido señalados varios recuadros en una misma boleta; de las primeras revisiones, según ha trascendido, el resultado no ha generado ninguna variable que tenga trascendencia en lo que ya conocemos todos. Pero lo importante es que los unos y los otros, queden tranquilos; con ello la legitimidad del próximo gobierno estatal estará garantizada y fortalecida.
Este domingo habrá gobernador electo y con ello el diálogo entre quienes salen y quienes llegan habrá de variar de la felicitación y la cortesía a la postura oficial y a los acuerdos. Corresponderá al secretario de Gobierno Oscar Sergio Hernández Benítez dar seguimiento a lo que pacten Marco Adame y Graco Ramírez; vislumbramos a Jorge Meseguer Guillén en la posición que corresponde.
Será en dos meses y 25 días que se viva el momento sucesorio en el Ejecutivo de Morelos; por primera vez un gobernante de izquierda llevará el cauce del Estado con una gigantesca responsabilidad: no defraudar la esperanza de los ciudadanos y cumplir con la parte más delicada que es la inseguridad.
Hace 12 años estuvimos en la toma de protesta de Sergio Estrada Cajigal Ramírez; el ánimo era exactamente ese, gran esperanza ante el primer gobernante del Partido Acción Nacional en Morelos y con el ánimo que existía por la conquista blanquiazul en la Presidencia de la República. La inseguridad era el centro del reclamo social. La historia desafortunada la padecemos todos.
Conocemos ya los equipos de transición nombrados en campaña; una estrategia no definitoria en el voto pero certera en cuanto a estudiar a quienes habrán de actuar desde un principio. Un detalle: fueron cuestionados tan sólo dos personajes, damas por cierto, que nosotros no conocemos, y ante ello, cabe por supuesto el beneficio de la duda.
Las campañitas
Nos han cuestionado en varias ocasiones sobre la derrota del PRI en Morelos ante el gran triunfo en el ámbito nacional; una y otra vez nos solicitan reflexionar sobre lo sucedido.
Hay muchos factores, pero uno que consideramos grave y clave para comprender ese tropiezo, es el hecho que en nuestra entidad el PRI no desarrolló una campaña electoral, lo que generaron fue una serie de “campañitas”.
Ninguno de los grupos de poder se entendió entre sí. Las conferencias de prensa en donde aparecían esos personajes juntos siempre se percibían falsas y en los hechos se confirmó. Fue más una postura de miedo, lambisconería y obligación, que de convencimiento o empatía con el proyecto y el candidato.
Jorge Meade Ocaranza encabezó la campaña de Enrique Peña Nieto en Morelos, caminó solo y fracasó. Guillermo del Valle Reyes hizo su lucha individual para alcanzar el Senado, fracasó. Cada uno de los candidatos a presidentes municipales y diputados locales o federales, hicieron lo propio; salvo honrosas excepciones fracasaron.
Amado Orihuela y su equipo caminaron seguros del triunfo, alejaron a quienes en la interna criticaron y señalaron, hicieron a un lado a quienes intentaron sumarse e inclusive negaron la presencia del candidato en medios que consideraron alejados de su proyecto; el resultado: el fracaso.
Dice la abuela: En el pecado llevan la penitencia.