Kurt Bernardo Wolf
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Donald J. Trump, cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, nos presenta con un tema único, con pocos antecedentes en la historia reciente, e interesante por su manifiesta morbilidad. Él ha sido un cañón suelto en su ámbito nacional, vergüenza para las abundantes mentes sensatas de su país y, entre las naciones, objeto de temor y escarnio. Recuerda la trama de tragedias griegas clásicas, donde las decisiones desvariadas de un rey enfermo de poder terminan por arruinar al reino [1].
Repasemos sus intentos de construir un muro contra México, romper el tratado de libre comercio de América del Norte, amenazar con deportar a millones de migrantes, desmontar el legado de su noble antecesor sobre seguros médicos accesibles, renegar del tratado de París sobre cambio climático, terminar el acuerdo sobre control de armas nucleares con Irán, o a jugar con insultos personales contra su poseedor en Corea del Norte. Agreguemos sus prácticas tan poco presidenciales como atacar groseramente a congresistas, jueces, reporteros, mujeres, jugadores de futbol, actrices o adversarios políticos mediante twits escritos durante las madrugadas.
Recientemente, la National Broadcasting Corporation (NBC) reveló filtraciones de su reunión con la cúpula del Pentágono en el pasado mes de julio [2], donde propuso aumentar el arsenal nuclear por un… ¡factor de diez! Actualmente, los Estados Unidos poseen 4 mil de estas armas en bombarderos, submarinos y en silos, producto del tratado negociado entre Ronald W. Reagan y Mijaíl Gorbachov en diciembre de 1987, quienes las redujeron de un máximo de 32 mil a un nivel más “aceptable”, pero aún suficiente para acabar con la vida en la Tierra. Varios generales allí presentes tuvieron que argumentar nerviosamente que tal incremento sería imposible por los tratados internacionales vigentes, y por razones operativas y financieras. Trump ha negado esta versión, pero ¿quién puede creerle, dada su reiterada costumbre de mentir, inventar cosas y negar hechos?
En varios artículos de opinión en el New York Times y otros periódicos serios, editorialistas y escritores han propuesto al Congreso cambiar la ley que da al Presidente la sola y última autoridad para activar y lanzar las armas nucleares en cuestión de minutos, incluso si su secretario de Defensa no comparte la acción [3]. Esta ley fue promulgada en tiempos de Harry S. Truman el primero de enero de 1947; tenía el propósito de evitar que algún general enloquecido lo hiciera por iniciativa propia.
A pesar de que los Estados Unidos cuentan con las mejores instituciones académicas, libertad de prensa y tradiciones democráticas, la población estadounidense no es particularmente ilustrada. Los fanáticos de Trump suelen ser los machos blancos más ignaros y chovinistas, no más de un 35% de la población y no menos de la misma proporción que en 1932 votó por el partido de Adolf Hitler, quien tampoco era tonto.
Desde inicios de su campaña en 2015, sicólogos y siquiatras profesionales, grupos cívicos, académicos y médicos de Harvard, Yale, y otras universidades de primera línea, han cuestionado su idoneidad para el cargo que ahora ostenta. Presenta un evidente narcisismo agresivo, irritabilidad, impredecibilidad y dificultad de concentración; desvaría en sintaxis y conceptos cuando habla sin teleprompter, inventa hechos inexistentes y entretiene ideas fijas sin sustento real [4]. Es un blando consuelo saber que está rodeado de generales experimentados y algunos consejeros sensatos que aparentemente han moderado un tanto sus instintos más intestinales, pero los muchos cambios que ha hecho en su gabinete hacen temer que aún algunos de ésos puedan ser removidos.
En agosto pasado, 28 congresistas introdujeron una moción para evaluar formalmente su estado mental [5], invocando el artículo 4 de la 25ava enmienda de la Constitución que permita al Congreso declararlo incapaz de gobernar. Existen evidentes restricciones éticas y legales para que esta moción tenga éxito, pero el solo hecho que la pregunta esté crecientemente en el público y en la prensa muestra que Trump no es un presidente como otros, sino una peligrosa aberración de la historia. Como diría Don Porfirio Díaz: “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de él”.
[1] Véase por ejemplo, https://en.wikipedia.org/wiki/Whom_the_gods_would_destroy
[2] Ver reporte en https://www.nytimes.com/2017/10/11/us/politics/trump-nbc-fcc-broadcast-license.html#story-heade
[3] Ver https://www.vox.com/platform/amp/2016/8/3/12367996/donald-trump-nuclear-codes
[5] Decenas de artículos al respecto pueden leerse tecleando “Trump psychological evaluation” en Google.