Anoche tuve una pesadilla que ahora veo es una realidad. Todos los estudiantes de posgrado que me rodean, ignoran la evidencia experimental de que la materia está compuesta de átomos y moléculas que siguen las leyes fundamentales de la termodinámica, las cuales controlan todos los procesos físicos, químicos y biológicos. Es una pesadilla porque si la humanidad en su conjunto renuncia al conocimiento científico y prefiere los chismes, rumores y supersticiones, como base de sus decisiones, quedamos a merced de políticos, demagogos y charlatanes, y nos entregamos ciegamente a los mitos y a las pasiones como base de nuestras decisiones.
En 1905 Albert Einstein ligó las ecuaciones de la difusión y agitación molecular, propuestas por Helmholtz y Mawell, con los experimentos de sedimentación y difusión molecular que, a través del Premio Nobel otorgado en 1926 a Jean Baptiste Perrin, pemitieron calcular el número de Avogadro, como el número de átomos o moléculas de la unidad fundamental de la química, llamado mol. De esta forma se cerró por completo el larguísimo ciclo de búsqueda intelectual sobre la estructura y evolución de la materia, iniciado en el siglo V antes de Cristo por los filósofos griegos llamados presocráticos y completado en el siglo XX por los físicos y químicos que corroboraron la hipótesis de Demócrito: la materia está compuesta de átomos y moléculas.
Antes de Einstein muchos científicos prominentes dudaban que la teoría molecular propuesta por Helmholtz y Mawell, fuera cierta. Helmholtz, quien sufría depresiones nerviosas frecuentes, se suicidó cuando vio que su teoría sobre el desorden universal: S = RTlnW, era objeto de burla y desprecio. En esa teoría, se condensa la idea que la constante universal, R, relacionada con la dilatación de los gases, está ligada con el número de posibles estados de la materia, W. Nadie había propuesto el método para explicar y calcular esa misteriosa constante R, la cual relaciona el trabajo mecánico de la compresión de un gas con el estado de agitación de sus moléculas movido por el calor. La ecuación de Helmholtz no sólo nos permite relacionar el calor de un gas con el trabajo mecánico, también nos permite estimar el calentamiento global del planeta en función de la composición de los gases de la atmósfera. Lo cual explica el gran cambio climático que nos aqueja y es materia de confusión y conflicto por los decretos de Donald Trump, quien prohibió a las secretarías de Estado de EUA usar la frase “basado en la ciencia” para explicar este cambio y también para referirse a la evolución de las especies biológicas.
Los filósofos presocráticos lograron el triunfo de usar la razón (logos) sobre la pasión (pathos) o la superstición (mythos). Esas tres formas eran usadas en la plaza pública o ágora, para persuadir o convencer al pueblo en una u otra dirección. La lógica, permitió el uso de la razón, sustentada en la experiencia, para resolver problemas prácticos y enfrentar crisis políticas. Tales de Mileto demostró a sus conciudadanos, quienes se burlaban de sus especulaciones, que gracias a la lógica pudo hacer mucho dinero, previendo los cambios de la oferta y la demanda del aceite de oliva. El uso de la lógica se relacionó con el cambio de la sociedad helénica basada en la guerra hacia las ciudades prósperas basadas en el comercio. Los mercaderes son pragmáticos y necesitan pensar en un futuro sustentado en el mercado. No pueden cuidar sus fortunas con argumentos místicos o emocionales. Por eso la ciencia estuvo relacionada con las potencias comerciales como siglos después, los florentinos, venecianos y genoveses favorecieron la ciencia de Galileo o los ingleses y holandeses apoyaron a Newton y a Huygens, respectivamente. Los monarcas españoles, en cambio, encerrados mentalmente por la Inquisición, perdieron su ventaja mundial, cuando reprimieron la Revolución de los Comuneros, quienes abogaban por un uso racional de la riqueza proveniente del Nuevo Mundo. En su lugar se impuso el absolutismo que acabó con la inventiva ibérica e impuso la dependencia tecnológica que hasta ahora nos agobia en América Latina.
La enseñanza y práctica de la ciencia es un proceso esencial para el progreso y supervivencia de las sociedades modernas. Parafraseando a Ruy Pérez Tamayo, permite explicar los rayos de las tormentas como descargas eléctricas y no como la voluntad caprichosa de los dioses. El análisis científico de la economía nos permite entender el alcance y consecuencias de la desigualdad social y también nos permite predecir las crisis que se avecinan si no buscamos una forma de desarrollo que sea socialmente equitativo, ecológicamente sostenible y financieramente sano.
La enseñanza eficiente de la ciencia en la educación básica y media es la única forma de preservar y promover el uso de la lógica como sustento de nuestras decisiones políticas, frente a la charlatanería y superstición que se promueven masivamente por Internet. Se estima que por lo menos la mitad de los mensajes virales de Facebook y Twitter son falsos y han dado lugar a decisiones políticas funestas como la elección de Donald Trump, el Brexit o el terrorismo religioso. Sólo la información basada en la lógica y la comprobación empírica nos puede salvar del fanatismo y la superstición. Por eso urge que mejore la calidad de la enseñanza de la ciencia en nuestro país.