El mundo tiene que dar un vuelco dramático hacia la utilización de energías renovables en la próxima década. Los efectos del cambio climático global empiezan a ser más que evidentes para la gran mayoría de la gente, excepto para unos cuantos que prefieren vivir en el autoengaño, por las razones que sean. Es muy importante entender que cambio climático no significa que aumentarán un poco las temperaturas y que tendremos que ajustarnos a vivir aguantando más calor o pagando por aire acondicionado. No, los cambios planetarios debido a este calentamiento, pueden ser tan catastróficos que trastoquen totalmente la vida de los seres humanos, al grado de signifiquen el fin de la civilización.
Mucha gente está tomando conciencia, particularmente los jóvenes, de que esto quiere decir que tenemos que hacer todo lo necesario para frenar este calentamiento; volcarnos hacia las energías renovables, como la solar, la de viento, la hidráulica, la oceánica, la geotermia, la bioenergía y hacia el transporte eléctrico, así como aplicar consistentemente tecnologías para el ahorro de energía. La meta debería ser llegar a un sistema energético con cero emisiones de gases de efecto invernadero en un plazo no mucho mayor que unos 20 años. Esto se dice fácil, pero es una meta extremadamente ambiciosa. Significa hacer enormes inversiones en infraestructura. Estas inversiones no necesariamente serán las más atractivas para los mercados y aquellos actores económicos que obtienen hoy en día grandes beneficios de la explotación de los combustibles fósiles y todas las cadenas económicas asociadas a ella. Pero no estamos hablando de una situación ordinaria: está bien documentado por ejemplo, que estamos presenciando la quinta gran extinción de seres vivos en el planeta y que esta extinción la estamos causando los seres humanos. Pero si aún sabiendo esto no hacemos lo suficiente, el gran riesgo es que nos dirijamos hacia nuestra propia extinción, o al menos al fin de la sociedad tal como la conocemos. Es la batalla por nuestra supervivencia.
Podemos afirmar que a nivel mundial estamos lejos de estar haciendo lo suficiente, pero hay algunos países que se han planteado medidas realmente ambiciosas. Por ejemplo, Suecia actualmente genera 54% de su consumo de energía con fuentes renovables [1] y se ha fijado una meta de 100% para 2040, con cero de emisiones de gases de efecto invernadero en 2045. Alemania tiene una meta de 45% de energía renovable al 2040 y reducir sus emisiones al 30% para ese mismo año. Sin embargo, hay todavía mucho por hacer, pues la Agencia Internacional de Energía estima que, siguiendo con la tendencia actual, para 2023 sólo el 12.4% del consumo de energía a nivel mundial será renovable [2]. En México se fijó en el sexenio anterior una meta de 35% en electricidad basada en energías limpias para 2024. Esto, aunque parece algo positivo, es engañoso porque más de una tercera parte de esa energía será obtenida con gas natural, que no es renovable, aunque se argumente que es menos contaminante que otros combustibles.
Pareciera que en México estamos yendo en sentido contrario al que deberíamos. El gobierno de la 4T tiene muy claro que quiere apalancar el desarrollo del país a partir del sector energético y que quiere recobrar la soberanía del país en este estratégico tema, para lo cual está decidido a hacer las transformaciones que se requieran. Todo esto es muy positivo y es lo que uno espera de un gobierno que busca mejorar las condiciones de la población de México. Sin embargo, su apuesta se dirige mayoritariamente hacia lo conocido, lo que nos dió la riqueza en el pasado; es decir los combustibles fósiles. Siendo justos, hay que decir que existe también mucho interés dentro del presente gobierno por impulsar de manera importante la implementación de energías renovables, pero esto no se está traduciendo todavía en impulsar proyectos tan importantes como se está haciendo en combustibles fósiles, como por ejemplo: el planteamiento de ocho nuevas plantas de generación eléctrica basadas en gas natural, como la de Huexca en Morelos, que sólo viviendo en el autoengaño podemos pensar que producirán energía limpia; el rescate de las plantas de generación eléctrica basada en carbón, el combustible más contaminante que existe; la reconfiguración de las refinerías existentes y la construcción de una nueva en Dos Bocas, Tabasco, que apuestan por la autosuficiencia en gasolinas, en un mundo que en pocos años habrá dejado atrás los motores de gasolina (se estima que para 2025 el 30% de los nuevos vehículos vendidos serán híbridos o eléctricos [3].
El actual gobierno tan decidido a cambiar el país para mejorar el bienestar de todos los mexicanos, podría y debería estar viendo al futuro, para transformar a México en una potencia mundial en energías renovables. Esto requiere importantes inversiones, que también redundarán en creación de empleos, fortalecimiento del mercado interno y creación de cadenas de valor de la industria nacional. Pero para ello, se requiere un esfuerzo coordinado de gobierno, empresas, academia y sociedad civil, o sea, mucha decisión política. La gravedad del problema que enfrentamos lo amerita.
[1] https://sweden.se/society/energy-use-in-sweden/
[2] https://www.iea.org/topics/renewables/
[3] https://www.jpmorgan.com/global/research/electric-vehicles.