Es el caso de Manuel Martínez Garrigós, el presidente municipal de Cuernavaca, que se ha mantenido como el principal activo de su partido y que empieza a respirar con mayor tranquilidad cuando desde la nueva dirigencia, con Amado Orihuela Trejo al frente, sale al paso de lo que ha sido una constante a partir que asumió el poder municipal y defiende las acciones emprendidas por el alcalde.
En la reciente reunión con el ex presidente de Chile, Ricardo Lagos en El Club de Industriales de México, además de los temas naturales que tocamos el día de ayer, el político sudamericano dejó en la mesa eventos poco conocidos que marcan compromisos de la izquierda mundial, de partidos de centro y su comportamiento y acción ante la derecha, la ultra derecha y la reacción. Especial atención tuvo con Martínez Garrigós, con quien empató de inmediato, incluso aludiendo a lugares de Cuernavaca, a la comida, y a lo que representa nuestra capital política y socialmente en el mundo. “Ahí nos encontramos muchos, provenientes de diversos países, políticos, economistas, con la recepción siempre amable, sincera y fina de nuestro amigo Antonio Ortiz Mena”, un eterno vecino de esta ciudad.
Lagos compartió conversaciones que tuvo con Bill Clinton, el presidente norteamericano, y ejemplificó con acciones donde mandatarios de izquierda solicitaban el respaldo de la comunidad de presidentes del mundo con esa tendencia, sin encontrar respuesta. Salió el tema de George W. Bush, sucesor del mismo Clinton. Varios más. De la Internacional Socialista y naturalmente del comportamiento de gobiernos emanados de la derecha en Latinoamérica como es el caso de México, Colombia y el propio Chile. En fin, valoraciones vertidas por un personaje de la política internacional, que nunca perdió la vista del presidente de Cuernavaca, con deferencias una y otra ocasión.
Quizá de los asistentes algunos no encontraban poderosas razones para estar ahí, sin embargo, en cuanto tomaba rumbo la conversación del ex presidente chileno, entendían que él (varias ocasiones candidato contra Augusto Pinochet, el militar dictador) conoció de cerca y cada rato las estrategias que desde el mismo Palacio de la Moneda se daba a los opositores. A partir de ese lugar, caminaban en diversos senderos (partido en el poder, oficinas de imagen y contra-imagen, gobiernos regionales con empresas a modo de la misma administración ultraderechista y militar, era minar movimientos que advertían lo que finalmente sucedió: el final de la dictadura y la caída de Pinochet y sus gorilas) hasta convertir su estrategia en una cortina de humo que ocultaba el desgaste, las debilidades y la inminente partida del poder.
El caso de Manuel Martínez Garrigós en relación a sus homólogos presidentes de capitales en estados gobernados por Acción Nacional, es que ellos, llegados casi al mismo tiempo que él en las elecciones intermedias tenían a disposición no sólo los sectores y organizaciones del PRI para auxiliarlos, sino al comité directivo en pleno (las intermedias, con poca variación, son una especie de referéndum para el gobernador en turno, así que hagan sus cuentas de Morelos en julio del 2009), lo que no contó en Cuernavaca el nieto del ingeniero Martínez Lacarra. Un año lleva recibiendo embates, un año que es parte de una estrategia multi-institucional y transestatal, con inversión pública y privada para descarrillar su proyecto. Siempre ha generado molestia la obra pública y las han hecho, pero nunca nos encontramos con una embestida tan feroz como en estos días. Se juega no la defensa de sectores respetables de la población, sino la permanencia en el poder con sus consiguientes privilegios para sus operadores públicos y privados. Así de simple: el tamaño de los misiles es de la misma dimensión del miedo a la pérdida de la canonjía del poder y a algo más severo: la propia libertad derivado por sus excesos.
Por ello, una vez más, el alcalde de Cuernavaca está colocado en el ojo perverso de sus adversarios perfectamente aliados. Y, otra vez decimos que como se observan las cosas, el grado de desesperación en que ha entrado el comando este, ni siquiera robándolo va a perder el PRI. Y claro, su activo principal, Manuel Martínez Garrigós, la tiene que jugar y una de las formas es haciendo trabajo con el riesgo que conlleva cuando son tiempos de conspiración emanados del miedo a lo incierto.
Por cierto, hubo por ahí una equivocación en la entrega de ayer: no fue el famoso “Negro” Fidel Herrera Beltrán, todavía gobernador del bello Estado de Veracruz. El que estaba en la mesa es Duarte, el joven gobernante electo.