En “Ensayo sobre la ceguera” el personaje principal es “la mujer del médico”; a través de la cual Saramago reivindica la figura de la mujer, aunque se le conozca solo como “la mujer del médico”, (como si la mujer no tuviera un nombre, o una voz que alzar) destaca por su sentido de compromiso, de responsabilidad y de sostén. Su sensibilidad para ver allí donde los otros están ciegos; su espíritu de lucha y su tesón frente a la adversidad; en otras palabras, su determinación para enfrentar la vida. La mujer y lo femenino también se juegan en la “Isla desconocida”, representan el sentido común, el ensalmo frente a los malos espíritus y la voluntad frente al desánimo; es la mujer la que limpia lo sucio, la que cocina, arregla, y la que espanta a “la cuadrilla asesina”. Eso femenino, inherente al sujeto humano (hombre o mujer), que al expresarse da muestras de su generosidad. Sin embargo esa generosidad, esa lucidez quiere ser muerta por los intereses mezquinos de los políticos en el poder, y la perversidad, como advierte el Ensayo sobre la lucidez.
Al leer la “Isla desconocida”, tuve la impresión que “El hombre”, el personaje principal, me contagiaba su soledad, como una sensación de estar “sin coordenadas” en medio de la nada. Se me ocurrió también que el palacio era como el encierro del yo en su narcisismo, ese narcisismo que habría que deponer para ir en búsqueda de la isla desconocida, en un viaje que es el de la propia vida. Aunque eso desconocido es la isla que habitamos, el ser y nuestra verdad que se nos escapa, por eso hay que ir a buscarle, e irle dando sentido a esa búsqueda.
Imaginé al rey aislado en su grandeza, su omnipotencia, no diluida por mediación del vínculo con los otros, por lo que termina envuelto en el mayor de los egoísmos. Ese rey confinado en su palacio, sin poder “ver” al otro semejante, perdiéndose las luchas por la vida para no sufrir; simboliza me parece, la lucha del narcisismo frente al dolor de las renuncias, esas renuncias por el que todo sujeto humano debería pasar para no quedar atrapado en la locura o en la perversión. Este rey que al igual que nuestra clase política ha renunciado a la aventura del encuentro consigo mismo y de los otros, y prefiere vivir en la omnipotencia de sus palacetes que son el abuso del poder y la opulencia.
En un país donde los feminicidios están a la orden del día es desolador confirmar que el perverso quiere matar eso que no puede encontrar en él, la búsqueda que dé sentido a su ser, de esa Isla que por estar tan vacío no se atreve ni a imaginar, le falta la generosidad y lo que invita a la intimidad, la intimidad del afecto; eso que seguramente le ha faltado y que no lo tolera verlo en los demás. Lo que no tolera el perverso es el símbolo de lo femenino y que busca acabar en la mujer, en el niño o en la niña o en el ser que viola o mata. Atrapado en la pura necesidad cosifica a las personas, proyección de su propia deshumanización, su sí mismo cosificado, por eso puede disponer de la otra persona-cosa como le plazca.
En el cuento de la isla desconocida hay huecos en su escritura e ilustraciones hechas con letras y de retazos de palabras, significantes o vacíos que no tienen un significado fijo, sino que aparecen en el lenguaje a partir del cual cada quien como metáfora tendrá que encontrar su propia significación. Vivimos en un mar de palabras y acciones que cada uno de nosotros interpreta, pero sin garantía de lo que el otro quiso decir; establecemos relaciones en los bien y en los malentendidos, quizá más en los últimos que los primeros. Así también parecen crearse el amor y el vínculo con nuestros semejantes y con nuestra comunidad.
Hoy en día sufrimos infanticidios, feminicidios y violencia al por mayor y muchos de nuestros políticos se han olvidado del cuidado de su pueblo ¿Dónde se quedaron varados? Seguramente en el goce narcisista de aprovecharse de los demás que les hace desdeñar el placer de ser generosos y solidarios con el pueblo. Nosotros personas comunes y corrientes ¿dónde nos encontramos? En tiempos de pandemia y encierro nuestros impulsos cobran fuerza y aunque vemos actos heroicos en las personas en el servicio médico, también vemos un aumento en la criminalidad y en la violencia familiar. Los esfuerzos de apoyo se multiplican pero también salen a relucir los egoísmos; es momento quizá de ir en búsqueda de esa isla desconocida para poder estar a solas, porque como diría Winnicott, se tiene la vivencia de estar acompañado, y replantearse (los que por ciclo de vida, condiciones, recursos, fortalezas, etc., puedan) si necesitamos todo a lo que aspiramos. Quizá es tiempo de renunciar a cosas que solo nos vuelven un consumista más en un mundo que tiende a consumirse y, si podemos cambiar esas cosas que son insignias de un planeta lleno de cosas que no sirven, por acciones o creaciones que nos produzcan alegría de ofrecer bienestar y crear vínculos afectuosos con los demás, y entonces quizá no necesitemos palacetes ni matar con la envidia, o con el acto violento, la generosidad nuestra o la de los demás.