Gracias a esta autonomía, las universidades públicas pueden tomar decisiones estratégicas a largo plazo en cuanto a su funcionamiento y a sus contenidos, reforzando su liderazgo. Es en este contexto que hace un par de días un panel de distinguidos académicos, entre los que nos encontramos algunos de la UNAM, fue convocado a participar en el diseño curricular de lo que podría ser la universidad de la sociedad del conocimiento en Morelos de manera paralela a la convocatoria emitida a muchos otros muchos actores sociales del estado.
Como resultado del ejercicio con los académicos, se esbozó de manera colegiada y multidisciplinaria lo que podría ser el contenido mínimo de un egresado de cualquier licenciatura para que pueda incorporarse de manera natural al mercado de trabajo de una sociedad del conocimiento. Sin entrar en detalles, les puedo adelantar que los resultados del ejercicio fueron extremadamente satisfactorios y que, de llevarse a la práctica, darían como resultado que los egresados de licenciatura de Morelos no sólo adquirieran un perfil profesional moderno sino que sería de calidad internacional.
Una actividad así representa un parteaguas en cuanto a la planeación estratégica de la educación superior; el hecho de que la mayoría de las universidades públicas del estado participen en este esfuerzo aumenta todavía más su impacto. De manera muy sorprendente, la única universidad pública que no es miembro del grupo es la UNAM, siendo la que contribuye con la mayor parte de los investigadores del estado y que, sin temor a equivocarme, ha liderado las transformaciones académicas no sólo del país, sino de Morelos por 25 años en el camino de una sociedad del conocimiento. Deseamos de todo corazón que este esfuerzo llegue a buen puerto y podamos facilitar la transición de la sociedad local de una economía tradicional a una basada en la ciencia y la tecnología.
Pero hay que darse prisa, las nuevas generaciones no van a esperar a que nosotros les digamos qué hacer con su futuro; sirva de ejemplo la reciente Revolución del Jazmín en Túnez, detonada desde la trinchera del Facebook por los sectores juveniles mejor educados y con acceso a tecnologías de información de frontera, lo que dejó relegados a sectores tradicionales como sindicatos y partidos políticos a un segundo plano.