A partir del sábado a las 9 a.m., se congregaron poco más de un centenar de personas pertenecientes a estas organizaciones sociales, feligreses de iglesias de distintas denominaciones y mucha gente de Juárez. Una cuarentena de ayunantes incluía a líderes sociales de la estatura de Emilio Álvarez Icaza y Pietro Ameglio, entre otros. Había también familiares de las víctimas de la masacre del fraccionamiento Villas de Salvárcar, de la cual se cumplió el día 30 el primer aniversario. Hace un año 15 jóvenes fueron masacrados mientras se divertían en una fiesta. En realidad, todos los participantes locales daban testimonio de actos de violencia, de ésos que se han vuelto cotidianos en nuestro país. El día 30 era también el Día Mundial de la No Violencia, conmemorando el asesinato de Gandhi.
Participé con conciencia de la inconsciencia de participar. Me animaba la “racionalidad” ante las circunstancias actuales: “cuidado al salir”, “cuidado al bajarte”, “mejor no te pares”, “mantén bajo perfil”, “mejor enciérrate”, “mejor no te metas”. Me animaba también lo que todos sabemos: el nivel de corrupción que permea en el país, el avance de la delincuencia organizada y la desorganizada, el sistema de justicia que pretende convencernos de que el cuerpo de una niña puede estar por días en una cama sin que nadie lo vea, o peor aun, que deja en libertad al asesino confeso de una mujer y envía a su madre desesperada a la muerte: me refiero al aterrador caso de Marisela Escobedo asesinada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua. En fin, me animaba ser parte de una comunidad que vive de y para la juventud, para la que hacemos y divulgamos ciencia, pero para la que, en el contexto actual, deberíamos poder divulgar esperanza.
Dicen que esta “guerra” se está ganando. ¿Será? 2,826 muertes en el 2007 y 15,273 el año pasado, una coordinación muy deficiente por no decir inexistente dentro del aparato de justicia con el que se libra la “guerra”, policías disparándose entre sí, reclusorios que son centros de la “inteligencia” criminal, un sistema financiero casi intocable que permite el manejo y lavado de los cientos de miles de millones de dólares de este mercado, un tráfico de armas proveniente del país que supuestamente apoya esta lucha, y un cáncer, el de la impunidad, extendido por todo el país. Todo esto mientras la clase política tiene como fin último ganar elecciones, mediante cualquier estrategia y en cualquier partido. ¿Cómo ganar una guerra cuando no está claro donde está el enemigo?
La gente en Ciudad Juárez está aterrada. Buena parte de la ciudad ha sido evacuada, tal como ha sucedido en Ciudad Mier y otras ciudades de Tamaulipas. Los negocios que quedan tienen en su gran mayoría que pagar derecho de piso para no ser víctimas de los cárteles; la población teme a los que supuestamente la protegen. Los habitantes de Ciudad Juárez afirman en broma: “Estábamos mejor cuando estábamos peor”. ¿Cuánto tiempo pasará antes que este cáncer avance hasta nuestra ciudad? ¿Cuántas ciudades más habrá que entregar?
Así las cosas: ¿Qué hacer? Me parece que la única opción es ir en el sentido contrario de lo que mandan la razón y la prudencia. Ni aislarse, ni callarse, ni encerrarse en casa, levantando los hombros en señal de desconsuelo, al tiempo que compartimos un ¡está cabrón! Es momento de cerrar filas y establecer redes de contacto entre la sociedad. Hacer sentir a todos que no estamos solos y que una minoría no puede acabar con el país: ¡Eso es lo irracional! Se trata de una esclavitud moderna a que nadie escapa: en cualquier momento puede ser nuestro turno en alguna de las múltiples facetas de la violencia actual, violencia que llega hasta nuestras casas.
Esta jornada fue sin duda un gesto pequeño, pero al fin y al cabo una expresión ciudadana importante donde coincidieron voluntades solicitando justicia, justicia en Ciudad Juárez y justicia en todo el país; acabar con engaños, simulación e impunidad: “No más sangre”. Dicen que “ya no hay pa’donde hacerse”, pero sí hay: experimentar el apoyo y la solidaridad hace desaparecer el miedo y renovar la esperanza; la gente que permaneció toda la noche en la plaza se maravillaba de lo logrado. Nadie hubiera pensado que a estas alturas fuese posible pasar una noche en el parque Juárez. Al estar codo a codo poniendo lo mejor de cada uno en búsqueda de un país en paz, se crea algo así como un sistema complejo con una fuerza que puede llevarnos a un futuro deseable: la esperanza es uno de los vectores de esa poderosa fuerza.