La desigualdad económica y social nos preocupa y nos afecta cada vez más. Aquí se apoya la tesis que la desigualdad es una consecuencia de la estructura oligopólica del mercado [1] y de la carencia de una estrategia tecnológica adecuada [2].
Por ejemplo: en los Valles Altos de México (Edomex, Hidalgo, Puebla y Tlaxcala) los campesinos, proveedores de la mitad de la cebada usada por la industria cervecera, producen 2.5 toneladas del grano por hectárea y las venden en menos de 20 mil pesos a esa industria dominada por sólo dos empresas.
De esa cebada, se producen 20 mil litros de cerveza con un valor de venta de 800 mil pesos.
Si los campesinos necesitan crédito, lo pagan con un interés superior al 100 por ciento anual y la oferta local de alimentos, vestidos o servicios de salud tiene precios más altos que en las ciudades [1].
En síntesis, venden productos a un precio bajo y pagan bienes y servicios a un precio alto. Esto explica la migración de muchos jóvenes a Estados Unidos, quienes remiten los dólares necesarios para sufragar el 75 por ciento del gasto familiar. En esos valles se cultivan los magueyes junto con la cebada o el maíz [3] y los campesinos aumentarían sus ingresos si pudieran vender a buen precio los derivados del aguamiel y de las hojas de dichos magueyes3. Pero, carecen de equipo, tecnología y contactos comerciales para lograrlo. La diversificación de sus cadenas de valor permitiría superar la pobreza, mejor que el subsidio al consumo y las remesas, las cuales, no aumentan la productividad ni reducen los costos de transacción.
En 2020, la industria automotriz mexicana vendió 36 mil millones de dólares y empleó a un millón de personas, pero, solamente un 30 por ciento de los componentes ensamblados fue producido en México y los salarios de los obreros mexicanos fueron menores al tercio de los salarios de sus homólogos en EUA. En 2020 ocupamos el sexto lugar mundial automotriz con casi 4 millones de vehículos ensamblados y el tercero más barato, después de China e India. Estos países no solo tienen ensamblado barato, también sus cadenas están integradas a la industria local. Como la industria automotriz mexicana es propiedad de empresas internacionales, no hay incentivos para promover la integración a las PYMES nacionales, pues las piezas y componentes se producen en sus cadenas de alcance mundial.
Por eso, nuestra industria automotriz tiene gran volumen con baja integración local, pues ni el gobierno federal ni las grandes empresas nacionales han tenido una estrategia de fomento innovador, lo cual se manifiesta por la baja proporción de patentes solicitadas por nacionales en este sector [2].
Esto explica las diferencias con las industrias asiáticas, que se iniciaron como ensambladoras y ahora son grandes competidoras de manufacturas y tecnología [2].
El bajo nivel en el desarrollo tecnológico se asocia con un déficit comercial y con un gran déficit de empleo bien remunerado, ya que el 60 por ciento de la fuerza laboral está subempleado en el sector informal de la economía. Ese es el principal mecanismo generador de la pobreza.
Para reducir la desigualdad económica y la pobreza se necesita aumentar la productividad y reestructurar las cadenas de valor, para reducir los costos de transacción entre los trabajadores y los grandes empresarios y mejorar la distribución de la riqueza.
Cómo no se ha tenido una reforma fiscal, se han mantenido las mismas cadenas de valor asimétricas entre el campo y la ciudad.
De esta manera, se ha postergado el desarrollo tecnológico de la industria nacional y muy probablemente se mantendrá un alto nivel de pobreza, con bajo crecimiento económico, porque el enfoque asistencial no será suficiente para atender estos problemas. De ahí la importancia de fomentar cadenas de valor más simétricas, más lucrativas y comercialmente más equitativas.
[1] Aradillas, A., Palacios, A., & Pérez, J. (2018). “Poder de mercado y bienestar social”. Cuadernos de Promoción de la Competencia. https://www.cofece.mx/wp-content/uploads/2018/10/Libro-CPC-PoderyBienestar-ver4.pdf
[2] Viniegra-González, G y Viniegra-Beltrán C. (2010) ¿Contribuyen la ciencia y la tecnología a abatir la pobreza? Ciencia, octubre-diciembre: 46-55.
[3] Viniegra-González, G. (2021). Agave bioindustries: history and future of a strategic bioresource. Energy: Science, Technology, and Management, 1(1). http://amexen.org/energy/index.php/energy/article/view/13