Cada año migran más de 100 millones de personas de América Latina, África y Oriente Medio hacia los países industrializados en busca de un empleo bien remunerado, pues, sólo el 15 por ciento de la población mundial obtiene un ingreso familiar anual necesario para salir de la pobreza. Por lo tanto, es muy necesario analizar ese problema y proponer alternativas para superarlo.
La mayor parte de la humanidad está sujeta a vender muy baratos los productos de su trabajo y comprar, mucho más caros, los servicios y productos necesarios para subsistir. Por ello, se ven en la necesidad de migrar a países donde puedan tener mejores oportunidades para la sobrevivencia familiar. Durante los últimos 20 años, 12 millones de campesinos mexicanos migraron a EUA y están enviando anualmente más de 50 mil millones de dólares a 10 millones de familias, pero estos recursos se dedican principalmente a pagar los gastos de supervivencia y las deudas y poco de ese dinero se destina al aumento de la productividad local. Por lo tanto, el problema principal consiste en superar la desigualdad en las cadenas de valor, en las que una base muy amplia de trabajadores se ve forzada a trabajar mucho para ganar muy poco.
En la sierra de Sonora hay mil productores del licor llamado bacanora. En promedio, cada uno, produce 300 litros por año y los intermediarios lo pagan entre $100 y $150 por litro.
Esos intermediarios embotellan el producto y con una etiqueta de marca registrada lo venden a cerca de $1,000 por litro. Aún descontando los impuestos y los costos de distribución, dichos intermediarios triplican el precio neto de venta. Si las pequeñas destilerías tuvieran una marca registrada con su permiso de venta, podrían venderlo en las tiendas de Nogales, Arizona, triplicando sus ingresos. Pero, en Sonora, se carece de servicios públicos de asistencia técnica y financiamiento y por esa razón, esos mil productores de bacanora viven por debajo de la línea de la pobreza.
Esto indica que la productividad económica depende de la forma de inserción de los productores al mercado, pues aún con baja productividad física se pueden alcanzar altos ingresos, si los productos o servicios vendidos alcanzan un alto valor agregado en beneficio de los productores primarios.
A escala nacional, hay 10 millones de familias receptoras de las remesas. En promedio anual, reciben un poco más de cinco mil dólares (100 mil pesos) equivalentes a ocho mil 300 pesos mensuales. Si solo producen maíz y frijol, con bajos rendimientos y en pequeñas parcelas, será imposible que obtengan ese dinero de la venta de sus escasos excedentes. Más, si además de la milpa, sembraran la cuarta parte de sus tierras con agaves para transformar las hojas en fibra textil y forrajes para borregos y, si pudieran vender la fibra y los borregos al precio usual del mercado, podrían tener ingresos superiores a 100 mil pesos anuales. Lamentablemente, no hay programas para el desarrollo de maquinaria ni de asistencia mercantil para esos productores, a pesar de que haya una demanda insatisfecha de productos cárnicos y lácteos y se requieran más de 10 mil toneladas de fibra para sustituir, en la CDMX, cerca de 50 millones de bolsas de plástico. En el largo plazo, los agaves pueden servir como plataforma para lanzar la industria de los bioplásticos y de esa manera sustituir con plásticos biodegradables a más de un millón de toneladas de plásticos del petróleo que contaminan nuestro medio ambiente.
Estos dos ejemplos aplicables a las zonas semi áridas, que son las más pobres del país, ilustran dos conceptos: la superación de la pobreza requiere aumentar el valor agregado de la producción y este es un campo fértil para la innovación en procesos y productos generados con los recursos disponibles. Pero falta en el análisis un tercer concepto: el costo del empleo.
La pobreza está muy ligada al subempleo informal, estimado en México en 36 millones. Para resolverlo con grandes empresas como Tesla, que va a invertir cinco mil millones de dólares para crear 10 mil empleos, se necesitaría una inversión mucho mayor del PIB, que es de 1.2 billones de dólares. Por su parte, las PYMES requieren 10 veces menos capital por empleo y, en consecuencia, el camino lógico es la innovación para elevar el valor agregado de las PYMES en rubros tales como la manufactura, el turismo, el pequeño comercio electrónico y los servicios personales, especialmente los ligados a la educación, el saneamiento y el entretenimiento.
En conclusión, es posible enfrentar la pobreza, causa principal de la migración, mediante el aprovechamiento lucrativo de los recursos disponibles. Pero, la limitante principal es la carencia de una estrategia lógica y racional para el fomento del valor agregado de las PYMES que podrían generar empleo digno y sustentable para la mayor parte de la población.