Por todas partes se habla de la escasez de empleo bien remunerado y se insiste en la necesidad de la inversión, nacional o extranjera, para generar más y mejores empleos. Pero, casi nadie piensa en los números, es decir la aritmética de ese tema. Aquí se presentan algunas relaciones sencillas que nos pueden ayudar a razonar sobre cómo se puede resolver dicho problema.
Antes que nada, hace falta estimar cuántos empleos formales existen y cuantos faltan. El INEGI indica que la Población Económicamente Activa es de 60 millones de personas y sólo el 40% tiene empleo fijo, con seguro social y otros beneficios[1]. Por lo tanto, el problema pendiente son los 36 millones de personas con bajos ingresos y prestaciones del sector informal. Esta población es mucho mayor a la empleada por la maquila, estimada en 2.8 millones[2] y relacionada con el ensamble en las industrias: automotriz, aeroespacial, electrónica, textil y farmacéutica. En estas industrias, la inversión por empleo es mayor de un millón de pesos, pues su facturación anual es superior a 3 billones (millones de millones) de pesos. En cambio, las PYMES, que son empresas con menos de 250 empleados, el promedio de inversión por empleo es diez veces menor.
Esta es la base para la aritmética elemental del empleo: Si durante un sexenio se quiere generar más de 10 millones de empleos formales, se va a requerir cadenas de valor formadas principalmente por PYMES, enlazadas con grandes consorcios o con el mercado urbano, para que la inversión total sea cercana a un billón de pesos. Porque si se quisiera generar esos empleos con sólo grandes empresas, no alcanzaría el capital disponible ya que se estaría hablando de casi la mitad del PIB, valuado en 24 billones en 2022.
Por lo tanto, la identificación de esas cadenas de valor es la primera consecuencia de dicha aritmética. El sector más numeroso subempleado es de los artesanos, fundamentalmente mujeres, que en número de 12 millones producen: tejidos, cerámica y artículos decorativos[3]. Infelizmente, están muy mal pagados porque los intermediarios compran los productos artesanales a mucho menos de un tercio del precio final de venta. Los datos del INEGI muestran que en 2019 las artesanías aportaron 138 mil millones de pesos y dada la desigualdad del mercado, los ingresos promedio de los artesanos fueron mucho menores del salario mínimo.
Lo anterior nos lleva a la aritmética del precio justo, definido como el que permite a los productores llevar una vida digna. Por ejemplo: un salario mínimo, correspondiente a $26 por hora trabajada. Las tejedoras de esponjas de ixtle del Valle del Mezquital, en promedio, producen una esponja en 2 horas y la venden a los intermediarios locales en menos de $10 cuando su precio final de venta en Mercado Libre puede ser superior a $90. En este caso su precio mínimo local debería ser cinco veces mayor y la relación entre el costo de producción y el precio final de venta debería ser cercano al 50% y no el 11% observado.
Un ejemplo exitoso del precio justo es el café orgánico de Oaxaca. La UCIRI[3] firmó en 1989 un convenio con la cooperativa holandesa Max Havelaar para vender el kilogramo a $136 cuando los intermediarios locales les pagaban $37 . De esa forma los pequeños cafeticultores organizados aumentaron 3.7 veces sus ingresos. Así, los consumidores holandeses organizados consumen café orgánico a un precio mucho menor del precio promedio europeo de $520/kg (€27.9). A este comercio se le llama del Precio Justo (Fair Trade) y abarca a más de un millón de productores, muy diversos, de todo el mundo.
Con estos ejemplos y cálculos aritméticos podemos concluir que es factible crear millones de empleos formales si se enlazan las PYMES con cadenas de valor de productos con alta demanda mundial o regional y si en estas cadenas se establecen precios justos para los productores, los intermediarios y los consumidores.
[1]https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2023/enoen/enoen2023_03_b.pdf
[2] https://www.razon.com.mx/negocios/industria-maquiladora-crea-4-7-empleos-3-7-remuneraciones-465229
[3] Artesanos y artesanías, una perspectiva económica” SEDESOL, FONART, INEGI (2012)