Mientras esto sucede aquí, en otras latitudes mexicanas, desde el Bajío hacia entidades federativas del norte (pese a la inseguridad pública prevaleciente), hay obra pública y se percibe la ejecución de grandes proyectos tendientes a hacer realidad el concepto de la movilidad. Les hago una atenta invitación, amables lectores, a darse una vuelta por Querétaro y comprobar lo anterior. Si usted está situado en el primer grupo seguramente retornará a Morelos con un amargo sabor de boca.
El Ayuntamiento de Cuernavaca, presidido por el alcalde Manuel Martínez Garrigós, fue objeto ayer de nuevas maniobras políticas tendientes a retrasar y sabotear un importante programa municipal de mejoramiento urbano. Desglosemos.
Una vez transcurridas varias semanas de retraso (durante las cuales se corrigieron ancestrales deficiencias en las redes de drenaje, agua potable y telefonía), anteayer fue reabierta la avenida Morelos en el tramo comprendido entre la glorieta Las Palmas y Chipitlán. Y aunque todavía falta la conclusión de guarniciones y banquetas, es evidente la transformación de tan importante arteria citadina.
Sin embargo, justo cuando la comuna cuernavaquense se disponía a continuar la obra, partiendo de dicha glorieta hacia una tienda de autoservicio que hace esquina con la calle Cuauhtemotzin (lo cual se anunció en septiembre del año pasado), arribaron los presidentes de Rutas Unidas de Cuernavaca y la Federación Auténtica del Transporte, Aurelio Carmona y Dagoberto Rivera Jaimes, respectivamente, acompañados por una veintena de sedicentes empresarios de la zona y decenas de trabajadores del volante, procediendo a frenar la operación de la maquinaria que levantaría el antiguo concreto y los parches de chapopote que durante algún tiempo sirvieron para tapar los vergonzosos hoyancos que le han dado fama a nuestra ciudad como “Cuernabaches”. Bloquearon la calle propiciando un gigantesco infierno vial.
Horas más tarde escucharíamos al diputado Luis Miguel Ramírez Romero, coordinador del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional (PAN) en el Congreso del Estado, repetir lo que dijo demagógicamente cuando arrancó la repavimentación (en noviembre de 2010) en el tramo entregado anteayer: “La obra debe frenarse”. Cabe subrayar que Ramírez Romero desea ser el próximo presidente municipal de Cuernavaca, pero con estos amigos, ¿para qué quiere enemigos la capital morelense?
Varios emisarios del alcalde Martínez Garrigós buscaron resolver el conflicto con los manifestantes, pero hasta el momento de redactar la presente columna (las 16:00 horas) no lo habían conseguido. A las seis de la tarde habría otro diálogo para destrabar el asunto, siendo deseable que así haya sucedido.
A continuación, con relación al tema de hoy, me referiré al “cangrejismo” o “síndrome del cangrejo mexicano”, como una teoría de la psicología social aludida alguna vez (bajo sus propios conceptos) por Sigmund Freud, inspirado en un viaje a la pescadería. Ahí encontró a un pescador vendiendo cangrejos vivos. Había tres cubetas con cangrejos americanos, japoneses y mexicanos, de las cuales solo la de los cangrejos mexicanos estaba destapada.
El vendedor explicó que si no cubría a los cangrejos americanos, uno empezaría a escalar hasta que por esfuerzo propio saltara de la cubeta y escapase. Con los cangrejos japoneses sucedía algo similar: cuando uno quisiera salir, empezaría a apoyarse en los demás, que lo empujarían hacia arriba debidamente afianzados entre sí, y así sucesivamente formando una pirámide hasta el borde de la cubeta; entonces un cangrejo escaparía a la vez. En cambio, si los cangrejos mexicanos observan a uno tratando de subir para escapar, el resto se encarga de jalarlo de nuevo hacia el fondo de la cubeta, siendo innecesaria la tapadera.
Nuevamente y a partir de ayer, el alcalde Martínez Garrigós vuelve a ser el blanco de feroces ataques (el “síndrome del cangrejo”), algunos con evidentes objetivos de chantaje y extorsión, ante lo cual debe mantenerse firme y continuar con sus proyectos, impidiendo que los políticos opositores subestimen su juventud. Me parece que por ahí quieren irse todos, incluidos los que, pudiendo hacerlo, no lo han apoyado para lograr el mejoramiento de la infraestructura local. ¿Quién sancionará a los permisionarios si “paralizan” el transporte público bajo mil pretextos? ¿Y los exhortos a la unidad?