Varias han asido sus remodelaciones: una en 1940 y otra en 1957. Valentín López González registró en su libro el texto de una placa que decía: “Teatro José María Morelos y Pavón. Se llevó a cabo la nueva reconstrucción de este edificio por el gobierno del Estado y la Compañía Operadora de Teatros, S.A. Se inauguró siendo presidente de la República el C. Adolfo Ruiz Cortines y gobernador constitucional de Morelos el general brigadier Rodolfo López de Nava. Cuernavaca, Morelos, a 30 de abril de 1957”. Obviamente, el teatro se concesionó a la iniciativa privada y el gerente general en aquella época era don Rafael Laue, padre de un ex consejero electoral del mismo nombre y distinguido cuernavaquense.
“El cine Morelos (como tal), antes teatro ‘Porfirio Díaz’, representaba la tradición más pura del espectáculo en Cuernavaca. Desde Max Linder y Chaplin, hasta Cantinflas; desde Theda-Bara hasta Sophía Loren y Fanny Cano, el público nuestro se ha divertido, reído y llorado con el cine nacional e internacional”. Y añadió el historiador: “Si acaso, en su historia larga y divertida anotamos una tragedia, la del desastre de agosto de 1953, cuando un malnacido gritó: ‘se derrumba el cine’, y la gente quiso salir en tropel, resultando muertos 13 niños”.
El 22 de febrero de 2009 recibí varios correos electrónicos denunciando lo que en ese momento estaba dañando sobremanera al importante edificio. Y escribí: “La tragedia acaecida en el Teatro de la Ciudad o Cine Morelos en el mes de agosto de 1953 me sirve para hacer una analogía e ilustrar la deplorable situación del inmueble, operado actualmente por el Instituto Morelense de Cultura”. Uno de los comunicados indicaba que la sala principal del recinto siempre tenía mal olor, impidiendo a los asistentes disfrutar de una función completa.
“Me parece lamentable, y lo escribo sin ánimo de molestarlos, que pretendan que la gente no se sienta agredida al tener que padecer tal hedor. No se puede disfrutar un filme en esas condiciones. ¿Podrían acaso explicarme (y lo pido humildemente) lo que pasa y si solucionarán el problema? ¿O más bien debo resignarme para no volver al Cine Morelos, al menos, claro, que adquiera un tanque de oxígeno y una mascarilla?”, añadió un lector.
En marzo de 2009 salió al quite un sujeto de nombre Miguel Angel Mendoza Barrón, entonces director del Teatro de la Ciudad o Cine Morelos, quien indicó que el problema llevaba años sin solución. Comentó que debajo de la sala principal había ductos enormes de agua estancada que ya no estaban en funcionamiento, generando el mal olor en la sala. Y concluyó diciendo que ya se habían tomado medidas para erradicar la contaminación, entre las cuales se contemplaba la rehabilitación integral del lugar. Es decir: desde comienzos de 2009 se tenía un proyecto para modificar todo el espacio.
Efectivamente: la obra no se ejecutó durante 2010, pero sí arrancó en enero de 2011 sin haberse tomado en cuenta a nadie. Esto último confirmó el autoritarismo que por desgracia prevalece en el Instituto Morelense de Cultura. Desde luego, la arbitraria decisión provocó inconformidad en algunos sectores sociales y otros vinculados al arte. Entre quienes protestaron contra del IMC, a cargo de Martha Ketchum, estuvo el prestigiado cineasta Francesco Taboada, quien el 6 de abril informó sobre la suspensión de la obra, la cual no se reiniciará mientras no sea lo suficientemente socializada. Taboada y quienes respaldaron y apoyan el movimiento (el Consejo Ciudadano del Cine Morelos y la Asociación de Cineastas de Morelos, entre otras organizaciones) tienen absoluta razón, pues los cambios podrían estar dañando uno de los edificios con más historia en nuestra capital.
Por estar inmerso en el “Caso Sicilia” este columnista no había dedicado espacio a la arbitraria remodelación, pero tenemos conocimiento de que a mediados de abril habría una reunión con las autoridades del Instituto Morelense de Cultura para replantear el rumbo de la remodelación, lo cual significa que las obras ya afectaron algo importante. Además, el proyecto del IMC implicaría la transformación del Teatro en un espacio multiusos, lo cual sería equiparable con un jardín para eventos, donde cada fin de semana se llevan a cabo bodas, fiestas de 15 años, borracheras, etcétera. Sería la muerte del importante monumento histórico. Si el objetivo oficial es concesionar el Teatro al sector privado en aras de la “auto suficiencia”, avisen.