Aquella impresionante movilización, surgida espontáneamente a través de las redes sociales, cimbró las estructuras del poder público federal y local, pero también propició la cohesión dentro de los partidos políticos, aunque esto suene paradójico para quienes, desde 2006 hasta aquel 6 de abril, habíamos atestiguado todo lo contrario: políticos, politicastros y politiquillos enfrentados con suma frecuencia sobre un escenario cuyas principales características siempre han sido la disputa por los recursos públicos, el golpe bajo, el reacomodo de fuerzas, la intriga, la traición, las promesas incumplidas, los pactos rotos y el tráfico de influencias.
El encuentro en las oficinas de Bucareli (DF) quedará registrado para la posteridad. Nadie que se jacte de estar más o menos informado ignora los nombres de quienes participaron en tan importante coloquio, donde probablemente se sentaron las bases de un “gran acuerdo” vuelto a mencionar el domingo 17 de abril durante la conmemoración del 142 aniversario de la erección de Morelos como entidad federativa. Ahora falta ver los capítulos siguientes, cuando las actitudes de nuestros ínclitos personajes públicos regresen a su anterior esquizofrenia.
Muchas cuartillas se han escrito tratando de explicar lo acontecido en Cuernavaca el 6 de abril, pero me parece que el documento leído por Javier Sicilia el 13 del mismo mes al levantar su plantón en el zócalo cuernavaquense evita dejar cabos sueltos. Nos hizo recordar la brillante participación de Denise Dresser, el 29 de enero de 2009, durante el foro “México ante la crisis” organizado bajo los auspicios del Congreso federal. Dijo la prestigiada doctora en ciencias políticas: “Mucha riqueza, pocos beneficiarios. Crecimiento estancado, país aletargado. Intereses atrincherados, reformas diluidas. Poca competencia, baja competitividad. Poder concentrado, democracia puesta en jaque. Un gobierno que en lugar de domesticar a las criaturas que ha concebido, ahora vive aterrorizado por ellas. ¿Cuáles son las consecuencias del mal capitalismo mexicano? Donde las élites tradicionales son fuertes, la gobernabilidad democrática es poco eficaz, los partidos políticos tienden a ser minimalistas. En México, el incrementalismo de la política pública puede ser atribuido a élites tradicionales que usan su poder para bloquear reformas que afectan sus intereses, o asegurar iniciativas que protejan su situación privilegiada”. ¿Quedó claro?
Y Javier Sicilia, ante el agravamiento de la guerra federal contra el crimen organizado, no dejó títere con huarache el 13 de abril pasado: “Frente a estas omisiones, frente a la violencia de todo tipo que se ha apoderado del país, frente a esta guerra mal planteada, mal hecha y mal dirigida, que lo único que ha logrado, además de sumirnos en el horror y el crimen, es poner al descubierto el pudrimiento que está en el corazón de nuestras instituciones, frente a toda esta locura que tiene desgarrado el tejido y el suelo de nuestro país, uno se pregunta: ¿Dónde están los gobiernos y sus poderes, dónde está la clase empresarial de la nación, dónde la Iglesia católica y la otras Iglesias que dicen custodiar nuestra vida espiritual, dónde está la dignidad sindical que dice guardar la nobleza de los trabajadores y dónde los partidos políticos que dicen tener un programa para la nación? ¿Dónde los ciudadanos que abandonándonos al cuidado del pudrimiento de las instituciones no hemos tomado en cuenta la lección zapatista de organizar en asambleas reconstituyentes nuestros barrios, nuestros pueblos, nuestras colonias para crear gobernabilidad? Hasta ahora, sumidos en sus intereses, empantanados en sus pequeñas y mezquinas ambiciones ideológicas, mediáticas y electoreras, empeñados en idioteces, lejos de detener esta violencia demencial están despojando a nuestros jóvenes de la esperanza y de sus sueños, y les están mutilando su creatividad, su libertad y su paz. Los partidos políticos tienen gravísimas omisiones frente al crimen organizado. Esas omisiones han sido la moneda de cambio para acomodarse aquí y allá, erosionando las instituciones e hiriendo gravemente a la nación”. ¿Volvió a quedar claro?
¿Cuáles son los frutos de esta descomposición? Con respecto a la información recabada la víspera por atribulados reporteros que salieron a los espacios público semivacíos tras “la nota” y para responder la pregunta anterior, me quedo con la entrevista realizada por Iván Morán, de “Línea Caliente”, a José Luis Jaimes Olmos, juez de Garantías y Juicio Oral del Tribunal de Justicia para Adolescentes, quien señaló que es evidente el incremento en la incidencia delictiva cuyos principales involucrados son jóvenes.
El funcionario agregó que el mayor número de asuntos tiene que ver con el fuero común, básicamente los delitos patrimoniales en sus diferentes modalidades. Y concluyó diciendo que “es preocupante ver cómo los actos ilícitos entre menores de edad se multiplican, cometiéndose a mano armada, desde el robo a transeúntes hasta asaltos a bordo del transporte público, a casas habitación y, desde luego, el desvalijamiento y robo de vehículos automotores”. Excelente caldo de cultivo para fomentar el crimen organizado.