Y como el mismo llamado (hecho por el mandatario sobre el escenario de su IV informe) hubo otros más. Hasta perdimos la cuenta, sin que los partidos opositores al de Acción Nacional respondieran en sentido afirmativo. Muy al contrario, los legisladores priístas arremetieron contra MAC amenazando con incoarle juicio político. Otros diputados adscritos al G-5 se hicieron patos. Desde luego, las posiciones antagónicas siempre fueron manejadas conforme soplaba el viento.
Pero al cabo de unas cuantas semanas la arena política morelense sufrió una fuerte sacudida. El 28 de marzo aparecieron siete cadáveres frente al fraccionamiento “Las Brisas” de Temixco. Uno de los ejecutados era Juan Francisco Sicilia Ortega (no Ortiz), hijo del poeta Javier Sicilia Zardaín, quien ayer volvió a colocarse al frente de una espontanea movilización ciudadana exigiendo, entre otras cosas, el retorno paulatino del Ejército a sus cuarteles y mayor sentido de responsabilidad en la clase política nacional para resolver los grandes agravios sociales, incluido, desde luego, el de la inseguridad pública.
Lo que ha sucedido en Morelos desde comienzos de abril y hasta la víspera me hace recordar la siguiente anécdota experimentada por quien esto escribe. Muchos de los lectores quizás recuerdan que hace algunos ayeres formamos parte de un grupo musical en Cuernavaca. Presionados para poder actuar en determinados centros de trabajo, el Sindicato de Trabajadores de la Música (Sección Morelos) nos exigía el pago de cuotas mensuales y el refrendo de nuestras credenciales al comienzo de cada año. Los estatutos de la agrupación nos permitían asistir a las asambleas sindicales con derecho a voz y voto, siempre y cuando demostrásemos estar al corriente en las mentadas cuotas. Lo importante para aquellos “líderes” era la lana.
En una ocasión los miembros del grupo decidimos acudir a una asamblea, donde inmediatamente detectamos la precaria representación del comité ejecutivo, pero también la forma en que se embolsaban las aportaciones sin rendir cuentas a nadie. Era su modus vivendi. Bastó que durante una hora hiciéramos un poco de ruido para molestar a aquellos insignes “personajes”, quienes prefirieron abortar la sesión ¡porqué había infiltrados del gobierno con tendencias desestabilizadoras! ¿Exageración? Para nada. Como estábamos bastante chavitos guardamos silencio; y así transcurrieron varios años sin que ninguno evadiera las cuotas, porque de lo contrario sufríamos las consecuencias.
Creo que algo parecido sintieron algunos exponentes de la “clases política” morelense, de la misma forma en que lo sentirán (si es que tienen vergüenza) sus homólogos nacionales, ante las espontáneas expresiones de coraje entre miles y miles de compatriotas que simpatizan con la causa de Javier Sicilia, un hombre que simple y sencillamente se atrevió a desafiar al estado mexicano, cuestionar sus viciadas estructuras y poner en tela de juicio el modus vivendi de quienes hoy detentan el poder y el de varias camarillas que ansían recuperarlo el año próximo. Al unísono parecieron decir: “¡Esa gente nos amenaza! ¡Tenemos que defender lo nuestro!”.
Y es así como asistimos a la firma de un acuerdo, la víspera, entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de Morelos, a la misma hora en que el primer contingente que partió de Cuernavaca hacia la capital mexicana comía en “El Mirador”, sobre la autopista al DF. ¡Ahora sí le hicieron caso a Marco Adame! El colmo es que Julio Espín Navarrete, presidente de la mesa directiva del Congreso local, supuso que el Ejecutivo “atendió finalmente” la invitación para alcanzar el acuerdo, no por iniciativa propia, sino obligado por las circunstancias políticas y sociales, y desde luego tras la presión de su grupo parlamentario, lo cual es falso de toda falsedad. Todos sabemos que el “pacto” se derivó de un encuentro en la Segob, casi al haberse iniciado el “Caso Sicilia”, al que asistió (entre otros personajes) Humberto Moreira, el dicharachero presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, quien aceptó la distensión propuesta por José Francisco Blake para “no enrarecer más” el clima político morelense.
El nuevo pacto se denomina Acuerdo Estatal e Institucional por el Desarrollo, la Justicia, la Seguridad y la Paz en el Estado. Espín señaló: “La firma representa la oportunidad para recapitular, enmendar errores y abrir nuevos espacios de deliberación, de diálogo político y social, pero sobre todo para escuchar los planteamientos provenientes de los ciudadanos y estructurar políticas integrales que nos permitan abonar a la solución de los problemas que hoy nos aquejan”. Lo anterior significa que -ahora sí- debe escucharse a la ciudadanía; y ahora sí deben atenderse los exhortos del gobernador. Empero, en cristiano la posición convenenciera del PRI también se interpreta de la siguiente forma: “Ahora sí debemos cuidar el hueso”.