Sin embargo, desde hoy podemos advertir una competencia electoral fratricida cuyos principales rasgos serán el golpe bajo, las campañas sistemáticas de ataques, la traición dentro de los partidos políticos, los discursos incendiarios tendientes a despertar las más contradictorias emociones de los potenciales votantes, el despilfarro, los abultados catálogos de magníficas intenciones, las vanas promesas de cambio, etcétera. Pero sobre todo constataremos una vez más la práctica del canibalismo político, que me hace recordar una visita realizada en 1976 a Morelos por el entonces candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de la República, el nunca bien ponderado José López Portillo (finado).
Efectivamente. Hace 36 años, al terminar su gira proselitista por nuestra entidad, López Portillo manifestó que había encontrado a Morelos socialmente dividido, sin cohesión interna, y a los priistas en condición de orfandad política, todo ello derivado de los permanentes conflictos entre los grupos de aquella época que, por cierto, son casi los mismos en la actualidad. Hoy, como en antaño, buscan ansiosamente alcanzar un cargo de elección popular porque ya se acostumbraron a disfrutar las mieles del poder o los puestos burocráticos que, en el caso de las estructuras oficiales, nunca se parecerán a los del sector privado, donde cuesta mucho, muchísimo esfuerzo y toda una vida de estudios y capacitación siquiera poder aspirar a un sueldo parecido al de un director general en el gobierno estatal y que asciende a 58 mil pesos mensuales, libres de polvo y paja. Nomás.
Al concluir el sexenio de Felipe Rivera Crespo (1970-1976) e iniciar el de Armando León Bejarano (1976-1982) se escuchó por primera vez la frase acuñada entre los priistas y la “clase política” local, a propósito de aquellas rupturas: “Los morelenses practican el canibalismo”. Ya vamos para cuatro décadas, pero la situación sigue siendo igual a pesar de que el PRI perdió la gubernatura en el año 2000. De nada ha servido a los abundantes grupos del partido tricolor mantenerse en la oposición, pues sus principales líderes aparentan estar más fuertes que nunca. Carecen de humildad y la prepotencia los desborda.
Desglosemos, pues, lo que es el canibalismo. Es el acto o la práctica de alimentarse de miembros de la propia especie. El término se aplica a cualquier animal, aunque suele emplearse el término caníbal para referirse al ser humano que se alimenta o come a otro ser humano (antropofagia). El término proviene de la deformación de la palabra caribe en “caniba” o “cariba” del idioma taíno, parcialidad de la etnia arawak. Para los caribes, significaba “osado”, “audaz”; para los arawak, “enemigo”; y para los europeos, “comedores de carne humana”. Cristóbal Colón encontró en la isla de La Española, en su primer viaje, que los nativos practicaban la antropofagia; los caribes atacaban a los arawak para conseguir botines y de paso capturaban a los niños a los cuales castraban y criaban para comérselos. Quizás sueno exagerado cuando comparo a esos caníbales con una gran parte de los políticos morelenses, quienes no se comen literalmente a sus potenciales rivales o aliados (así es su dicotomía), pero sí maniobran subrepticiamente en aras de exterminarlos y ocupar su sitio. A los priistas, siempre lo he dicho, no se les da la solidaridad ni la cohesión, pero sí la antropofagia política. La práctica se repite en otros partidos políticos, pero es más evidente en el tricolor. Todos se sienten más fregones que otros.
¿Hasta cuándo, señoras y señores, se acabará el clima de desconfianza entre los actores políticos de cualquier ideología, en aras de lograr el desarrollo armónico de nuestra entidad federativa? Para responder a esta pregunta me referiré al libro “¿Estamos Unidos Mexicanos? Los límites de la cohesión social en México”, editado por Planeta en 2001 bajo la coordinación de Mauricio de María y Campos y Georgina Sánchez. En el capítulo de conclusiones leemos lo siguiente: “El deterioro de los antiguos modos de hacer política deja espacios de participación que, a manera de vasos comunicantes, son y serán ocupados por nuevos actores y expresiones. Sin embargo, la mayor participación social tampoco es signo de estabilidad y certidumbre: el proceso de transición también está caracterizado por la competencia por los espacios, con frecuencia por actos no democráticos y no institucionales, que crean dinámicas de disrupción y de cohesión social en torno a intereses particulares contrarios a cohesiones sociales más amplias”. Propios y extraños deben considerar que la “mediación desde arriba” implica establecer los lineamientos que ofrezcan las condiciones para que la cohesión amplia y democrática pueda tener lugar: abrir el espacio a la libertad de acción y expresión, dentro de cauces institucionales. Lamentablemente, algunos actores políticos han sucumbido ante la tentación autoritaria, consistente en inhibir esa participación o forzarla hacia intereses particulares. Así actúan los más conocidos exponentes del PRI-Morelos. Insisto: son los mismos de hace 20 o 30 años y ahí vienen por lo suyo, en una arena política donde ya se sienten triunfadores. ¡Cuán equivocados están!