El resto, cuando mucho, le concedía un empate técnico, lo cual se repitió en Morelos, donde las encuestas colocaban al candidato tricolor Juan Salgado Brito como “puntero”, desplazando al panista Sergio Estrada Cajigal hasta un tercer lugar. La historia registró la triste realidad del priismo estatal: el ex alcalde de Cuernavaca (periodo 1997-2000) ganó a Salgado Brito por tres a uno. La debacle.
Los periodistas recibimos en el 2000 varias encuestas sesgadas y pagadas por grupos afines a determinados candidatos y partidos. Una de ellas, por ejemplo, favorecía a Raúl Iragorri Montoya, entonces aspirante gubernamental del PRD (y en 2006 candidato de la Alianza por el Bien de Todos a la alcaldía de Cuernavaca), quien fue objeto de un fraude a cargo de supuestas empresas consultoras y forjadoras de imagen que lo posicionaron exageradamente sobre Salgado Brito y Estrada Cajigal. Y otra más, atribuida al Centro de Estudios de Opinión de Guadalajara (CEO), proyectaba a Hugo Salgado Castañeda, notario público 2 de Cuernavaca, como virtual ganador en la contienda por la alcaldía cuernavaquense sobre el panista José Raúl Hernández Avila, quien le propinó tremenda felpa.
El desencanto para los grupos que manipularon encuestas a nivel nacional y estatal vino al anochecer del 2 de julio del 2000, cuando Televisa y Consulta-Mitofsky anunciaron que Vicente Fox Quesada y Sergio Estrada Cajigal arrasaron en los comicios. Sólo una de las encuestas (la de “Reforma”) se acercó al resultado final. Así de sesgados fueron los “muestreos”. Y desde entonces empezó la recurrente incredulidad sobre las mentadas encuestas, hoy bastante socorridas y que ya colocaron a Enrique Peña Nieto en la silla hoy ocupada por Felipe Calderón Hinojosa.
Lo sucedido durante el proceso electoral del año 2000 se repitió aquí en mayo de 2006 a escasas semanas de las elecciones. Y hubo una explicación. Manuel Barberena, presidente de la empresa “Pearson”, afirmó allá y entonces que en los meses previos a los comicios los entrevistados siempre tienen reservas para expresar el sentido de su voto; por eso las tendencias aparecen sesgadas en la mayoría de los levantamientos. Esta premisa continúa vigente al día de hoy, cuando todos los muestreos revelan altos porcentajes de indecisos o de quienes no contestaron. Pero aún así, las encuestas siguen siendo el arma favorita de los partidos para imponer mediáticamente a sus candidatos e influir sobre el sentido del voto ciudadano.
Una encuesta de salida que aplicaron Covarrubias y Asociados (hoy al servicio del Partido de la Revolución Democrática) y Sofrest el 2 de julio del 2000 por encargo de TV Azteca, reveló que casi 18 por ciento de los entrevistados decidieron su voto durante la semana previa a las elecciones, mientras que otro 15 por ciento confesó haberlo hecho cuando le entregaron las boletas. Considerando lo anterior es previsible cierta confusión para los electores morelenses en el inminente escenario electoral, pues participarán en comicios concurrentes donde elegirán presidente de la República, senadores, diputados federales, gobernador del Estado, diputados locales, presidentes municipales y regidores. Recibirán seis boletas.
Hacia los comicios concurrentes de 2006, el 30 de septiembre de 2005 arrancó la “encuestitis” en Morelos, cuando Alejandro Mojica Toledo, entonces aspirante a la candidatura gubernamental del PRD, difundió una encuesta pagada por él y que lo ubicó en el primer sitio de las preferencias de los militantes perredistas durante la consulta interna de su partido para elegir al candidato definitivo. Empero, sucedió lo que varias tribus perredistas preveían: Fernando Martínez Cué se convirtió en el elegido mediante turbias negociaciones entre los principales jefes de esos mismos grupos.
Ana Cristina Covarrubias, directora general de Covarrubias y Asociados, ha manifestado lo siguiente respecto a la confiabilidad de encuestas pagadas por candidatos: “Los resultados favorecen a la persona que mandó hacer la encuesta, porque siempre que un candidato o partido político publica una encuesta lo hace porque le conviene, porque los datos le favorecen. Además, la certeza de una encuesta depende no de quien la pague, sino de quien la realice. Si la elabora una agencia conocida, con amplia experiencia y se apega a los lineamientos metodológicos adecuados es altamente probable que sea confiable, independientemente de quién la haya pagado”.
Una encuesta financiada por un candidato o un partido se utiliza como parte de las estrategias para inducir el voto y las hacen públicas cuando les favorece. Eduardo García Gaspar, autor del libro “El laberinto de la publicidad” (UIA, 1984), ha dicho con relación a las encuestas: “Los números de las encuestas no son indicativos de ser mandatos divinos, como tampoco lo es la cantidad de asistentes a un mitin. Peor aún, lejos de ser la voz de Dios, esas expresiones pueden ser errores graves y voces enajenadas por algún favor comprado”. La moraleja del asunto, vinculado a la difícil materia de la comunicación social y política, es: ¡aguas con las encuestas!
Y mediante una encuesta, supuestamente, saldrá el candidato del Partido de la Revolución Democrática a la gubernatura. Es obvio inferir quién será el ganador: el senador millonario, nativo de Catazajá (Chiapas), residente después de Villahermosa (Tabasco) y años más tarde (a partir de 1995) convertido en el apóstol de la democracia morelense mediante el apoyo del gobierno federal. Hoy, paradójicamente, tiene el pleno apuntalamiento de la administración estatal para propiciar una tersa alternancia en el poder.