Hasta hoy ha podido observar el paso de una extensa pléyade de gobernadores, pero la vida lo vinculó de manera especial con Lauro Ortega Martínez, mandatario morelense durante el sexenio 1982-1988 y consejero vitalicio de esta casa editorial. A continuación transcribiré algunos párrafos de aquel encuentro, subrayando la experiencia del ingeniero Estrada con varios de los antecesores de Marco Adame Castillo.
Escribí: “Desde Vicente Estrada Cajigal en 1930, hasta Marco Adame Castillo en 2006, su padre Faustino y él trataron, de alguna forma u otra, a casi todos los gobernadores de Morelos. ‘La mayoría no se comportó a la altura de las necesidades de la entidad, pues obedecían más a las imposiciones del PRI, que a los intereses de la gente. Además, muchos no fueron de la simpatía del gobernador y presidente salientes. Morelos fue el patito feo del gobierno federal en muchas ocasiones’”. De Vicente Estrada Cajigal afirmó que fue el primer fraccionador en Cuernavaca, fundando la colonia El Miraval. Asimismo, introdujo la primera red de agua potable y realizó una intensa etapa de reforestación en las principales calles de la ciudad.
Añadió el ingeniero Estrada: “Nos mandaron gente retrógrada, como Ernesto Escobar Muñoz, a quien apodábamos ‘El Sapo Triste’. Este gobernador (1946) recibía a la gente en el Club de Golf Cuernavaca. Lo hacía en cada hoyo del campo, pero no en su oficina, seguido siempre por Mario Rosales Piña, su secretario particular, quien después sería Notario Público 3 de Cuernavaca. Les decía que tenían cinco minutos para exponer su asunto y pasaba a otro hoyo, no sin antes decirle a Rosales Piña lo que tenía que hacer”.
Añadió: “El general Rodolfo López de Nava (1952) gustaba de cargar hasta tres pistolas y tenía la costumbre de sacar una de ellas para cortar cartucho mientras conversaba con alguien. Acaparó varias porciones del antiguo parque Porfirio Díaz y lo mismo hizo con franjas de Carlos Cuauglia en la zona conocida como Los Arcos. Ni qué decir de varios predios frente al Palacio de Cortés, donde ahora están algunos restaurantes”.
Recordó: “El teniente coronel Norberto López Avelar (1958) fue caballerango de políticos, y a pesar de ser analfabeta consiguió que lo premiaran como diputado, senador y luego gobernador. Le apodaban ‘El Estudiante’, porque siempre ‘estudiaba’ los problemas sin resolver nada”. Mario Estrada y otros cuernavaquenses formaron el Grupo Pro-Morelos, como protesta porque López Avelar estaba aniquilando la economía local. “En una ocasión fuimos recibidos por el presidente Adolfo López Mateos, a quien le pedimos que lo quitara por inepto. El presidente respondió: ‘Señores, si tuviera que quitar a todos los gobernadores ineptos, nos quedaríamos sin ninguno’”.
Afortunadamente, agregó Mario Estrada, “llegó Emilio Riva Palacio (1964), de los mejores gobernadores. Levantó la economía, pues atrajo al sector privado y a nuevos inversionistas. Con él subió la productividad local. Había un enorme contraste entre Riva Palacio y López Avelar, quien llegó a publicar en periódicos nacionales que la propiedad de la tierra estaba viciada y que no debía invertirse en ella. Imaginen ustedes ese contexto, cuando de la construcción dependía casi todo. Mucha gente, en el gobierno de López Avelar, llegó a vender al 20 por ciento del valor de sus propiedades”.
“Luego llegó Felipe Rivera Crespo (1970). Aunque no era de aquí (nació en Guerrero), todos lo conocíamos. Tuve problemas con él porque quería ser nuestro socio; pretendía el 50 por ciento de las utilidades, lo cual rechazamos, y empezaron los conflictos con su administración”. “Con Armando León Bejarano (1976) subió la inversión, pues estimuló el mercado de bienes-raíces. No obstaculizó la inversión”.
Y respecto a Lauro Ortega Martínez (1982), don Mario Estrada indicó que eran conocidos desde mucho tiempo atrás. “Fue uno de los mejores gobernadores, si no es que el mejor de entonces hacia acá. Yo lo conocía de siempre, pero cuando fue gobernador tuvimos contacto permanente. El terreno para la rotonda de gobernadores (en el boulevard Vicente Guerrero) yo se lo regalé. Fue un gobernador que conocía a los políticos más importantes de México, gracias a lo que consiguió inversiones para todo el Estado”. “Hizo mucho, pero cuando entró Antonio Riva Palacio (1988), su gobierno dejó morir todo lo hecho por Lauro Ortega”. Sopas.