Duro, el nativo de Jojutla, embistió en contra de quienes considera sus enemigos en el pasado no tan lejano –de hace 11 a 18 años—desde un presidente de la república –Ernesto Zedillo Ponce de León— hasta el actual senador Graco Ramírez Garrido Abreu, al que señala –no lo dijo exactamente pero no hay otra manera de interpretarlo-- como “agente bajo pago de los gobiernos” y el artífice que lo obligó a renunciar en mayo de 1998, hecho que en los días siguientes cumple 13 años.
La reaparición de Carrillo en la política a través de un medio importante generará movimientos que a bien no sabemos dónde terminen. Queda claro que uno de sus objetivos es Graco Ramírez, el perredista con mejor posición política de su partido, pero a su vez es explícito que el ex director y fundador del CISEN y también primero en ser una especie de subprocurador general de la república con mayores atribuciones, blande la espada y se coloca en posición de combate. Hoy, el villano de hace 15, 14 y 13 años, busca revancha que de paso le elimine el estigma de ser el único obligado a renunciar en los últimos 90 años en Morelos, una medalla poco honrosa. Y ha sido según los observadores el que con mayor fuerza y cercanía del presidente en turno legó al gobierno estatal, dada su relación larga con Carlos Salinas de Gortari.
Sin embargo, Carrillo no pudo capitalizar ser del círculo íntimo del presidente, primero por las condiciones en que llega (dos meses antes asesinan en Tijuana al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, a quien Carrillo, en corto, le quitaba el Donaldo y lo dejaba como Luis Colosio “porque ése es un nombre extranjero, es Luis”, poco antes del evento que ha marcado política e históricamente a este país como el último magnicidio—magnicidio), el país se congestiona, se da un relevo obligado y coloca el PRI a una persona que nunca fue su militante, con tendencias de venganza como en los hechos lo demostró el antipolítico e insensible Ernesto Zedillo Ponce de León, y luego Carrillo Olea “debuta” su campana con desencuentros en Puente de Ixtla y Tepoztlán, discutiendo con grupos de mujeres que, a partir de ahí, lo consideraron su adversario y nunca le dieron trato de gobernador.
Para un hombre hecho en escuelas militares, siempre cuidando integridades de mandatarios, aplicándose en tareas de inteligencia, cultivándose con grandes autores, experto en arte, lector de la política, fue bastante complicado encontrarse que el Morelos que su grupo “de avanzada” le pintó no era lo que era. Rodear su administración de auténticos desconocidos y de morelenses que apenas rondaban la medianía fue finalmente en su contra a la hora de la verdad. Don Jorge nunca quiso comprometerse con quienes le sirvieron a penetrar territorio morelense; con todos tuvo diferencias, algunas graves como es el caso de un hombre que más le ayudó en las relaciones como es César Cruz Ortiz. Hubo otros del tipo de Jorge Meade Ocaranza que abrió brecha a buen nivel y obtuvo de respuesta un portazo. En este campo así es Jorge Carrillo.
Sin duda, su preparación lo hacía como un teórico impactante de la política, deslumbraba a los que sentaba enfrente, pero en cuanto aterrizaba en la dura realidad de la calle, de los pueblos, de los problemas, estallaba. Está de acuerdo el columnista con que a don Jorge se podrá acusársele de lo que gusten, menos de bandido, cuando menos en su función como gobernador. No carga esa fama. Incluso, para darle peso al comentario anterior, funcionarios que estuvieron con él los cuatro años, viven bien pero modestos. O, dirían en el argot policiaco: se tapiñaron muy bien.
El grave error de JCO fue subestimar a la sociedad morelense, descuidar sus oficinas vulnerables, por ejemplo la procuraduría donde Carlos Peredo Merlo estaba virtualmente manejado por Armando Martínez Salgado (trece años preso en la prisión que diseñó Carrillo Olea como subsecretario de Gobernación con Miguel de la Madrid: Almoloya de Juárez) directamente usando como señuelo a un viejo y destacado policía como lo fue don Jesús Miyazawa Álvarez.
Con esta pequeña parte de errores, bastaba para que don Jorge dejara el cargo, una falla fundamental: en su convicción que los morelenses eran pequeños de alcances, inundó su administración de fuereños que, igual a él, ni imaginaban cómo sentían o se molestaban los morelenses. Craso error y le cobraron factura.
Ahora viene la revisión de quienes, voluntariamente, ejercieron la presión ciudadana, mezclados –por llamarlo de algún modo-- civiles con políticos, para que Jorge Carrillo se fuera. Como lo plantea don Jorge, fue una gran manipulación orquestada desde Los Pinos por el presidente Zedillo, con escala en el escritorio de Liébano Sáenz llevando como auxiliar al secre de Gobernación --¿cómo llamarlo secretario si era empleado del particular?--, el procurador Jorge Madrazo Cuéllar, pero lo interesantísimo: con Graco Ramírez Garrido Abreu en función de “gatillero” con millonario contrato haciendo un trabajo perfecto hasta que este domingo --vía revista Proceso-- Carrillo decidió hablar y exponer al desnudo uno de los presuntos rasgos de la personalidad del senador perredista que aspira a gobernar Morelos.
Graco, hábil y bien relacionado, tiene la palabra. ¿La va a tomar? Si argumenta que no habla con cadáveres políticos, se saldrá de su esquema histórico y una sombra lo perseguirá a partir del domingo. Si se defiende, muchas cosas más que no se han dicho desde aquel 1994, podremos conocer. ¿Va?
1 comentario
Hey
BUEN Y EQUILIBRADO ARTICULO...FELICIDADES. SOLO UN PARENTESIS EN CUANTO A CESAR CRUZ… Compartelo!