“Con esos universos que el autor poseía, obvio, se nace. El tiempo se encarga de madurarlos y hacerlos majestuosos, hasta que salen al golpe de la tinta y en silencio se van fraguando, cobrando una fuerza excepcional, capaz de vencer al tiempo.”
¿Quién no se acuerda de La historia interminable, o de Momo? Son narraciones que se llevan toda la vida. Me acuerdo de los hombres grises, de Atreyu y de la tortuga Casiopea. A mi gusto son libros magníficos que al evocarlos me siguen causando regocijo y una colorida sensación de bienestar. Imposible olvidar los libros de Michael Ende. Sería ingrato aquel que los haga a un lado.
Acabo de leer La prisión de la libertad, del mismo Ende. Una serie de relatos que emanan esa atmósfera surrealista que lo han hecho inmortal; lugares imposibles y fantásticos que atrapan y transportan con un ágil y fluido estilo difícil de imitar. Está por demás decirles, gentiles lectores, que lo recomiendo ampliamente, pues se trata de un libro disfrutable.
También recuerdo El espejo en el espejo, cuentos impresionantes en ambientes oníricos y desquiciantes, casi arrancados de la cantera de los sueños.
Con esos universos que el autor poseía, obvio, se nace. El tiempo se encarga de madurarlos y hacerlos majestuosos, hasta que salen al golpe de la tinta y en silencio se van fraguando, cobrando una fuerza excepcional, capaz de vencer al tiempo. Afianzándose para siempre al aliento de la memoria.
A casi dos décadas de la desaparición de Michael Ende, sus historias y personajes siguen gritándonos que la imaginación sigue siendo un noble y poderoso oficio que nos hace tomar atajos en la realidad cotidiana para dejarla un rato abandonada e irnos de pinta a sus mundos inasibles e irreprimibles. Sin duda alguna, Michael Ende nos volvió a obsequiar el arte de soñar narrando a partir de su estatus de domador de la fantasía. Y vaya que sabía manejarla, moldeándola.
Del libro La prisión de la libertad, definitivamente me quedo con dos cuentos extraordinarios: La casa de las afueras y Sin duda algo pequeño. Simplemente grandiosos. Por supuesto que no voy a hacer la tontería de reseñarlos. Sería eso de un mal gusto lamentable, y no tengo la mala costumbre de contar lo que leo. Sólo invito de la manera más honesta.
Alguien me comentó alguna vez que daría lo que fuera por –estando leyendo- quedar atrapado en alguno de los cuentos de este gran escritor. Cuando lo dijo me reí. Pero ahora, con el paso de los años, créanme, no me parece nada descabellada la idea. Incluso puedo decir que me resulta antojable.