Los discursos del ex candidato presidencial tenían resonancia en muchos de sus escuchas, rasgo del que carecía –y carece en la actualidad- el lenguaje de los demás miembros de la clase política de ése y muchos otros tiempos.
Había en esas palabras, además de advertencia de decisiones para el cambio, que se materializarían desde los cimientos de la desigual pirámide social mexicana, un ánimo de sinceridad que muchos empezaron a tomar por cierto, aunque sin olvidar que el oficio de político nacional es básicamente el de mentir.
Había algo en sus expresiones que hacía pensar que se estaba ante un político diferente a sus antecesores o a sus propios contemporáneos.
Recuerdo la contundencia de una frase de Colosio, cuando asumió la candidatura presidencial por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), a finales de noviembre de 1993: “soy heredero de una cultura del esfuerzo, y no del privilegio” y que tuvo amplias repercusiones mediáticas en las primeras semanas de su campaña, ya que lo dicho era confirmado por su propia biografía.
La intensidad de sus pronunciamientos subió de nivel, a partir de la sorprendente irrupción, en el escenario nacional, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desde enero de 1994, y del tambaleo que sufrió su candidatura.
De tal suerte que, en la celebración del 65 aniversario de la fundación de su partido, Luis Donaldo expresó –como el canto del cisne al morir- una última pieza oratoria significativa por su contenido, en donde se lanzó a fondo y donde el signo que la distinguía era el de la ruptura con quien lo había hecho candidato. Basta leer unos párrafos para darse cuenta de ello.
Hace 20 años, publiqué un artículo de opinión sobre la contradicción de ese enérgico discurso con las declaraciones que el candidato había expresado, pocos días antes, al semanario Proceso.
En la revista, se le preguntó si no veía afectada la credibilidad de su campaña por el hecho de haber sido doblemente “destapado” por el (entonces) presidente Salinas.
“Mi postulación se dio atendiendo a las reglas, costumbres y tradiciones que ha venido construyendo mi partido a través del tiempo. Todos los que aspiramos a ser candidatos, por mi partido, aceptamos esa reglas”, dijo.
Al respecto, en el artículo reflexionamos: “a la luz de los hechos, y como ya es por todos conocido, esas ‘reglas, costumbres y tradiciones’, son las que impone el hombre que en ese momento está ocupando el poder presidencial”.
“Por ello -continuamos en nuestro texto-, resulta doblemente interesante el que el día del aniversario de su instituto político, Colosio en un nuevo discurso afirme que ‘el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración que da lugar a decisiones equivocadas, al monopolio de iniciativas, a los abusos, a los excesos’”.
Hoy en día, esa expresión de Colosio no debería ser olvidada por quienes afirman que hay un ‘nuevo PRI’ –y que derrocharán palabrería el próximo domingo 23de marzo, a dos décadas del magnicidio de su ex líder-, sino colocarla con letras relumbrantes, no sólo en la sede de su partido, sino sobre todo, dentro de sus cabezas. Sería una buena forma de recordar a su ex candidato, en estos tiempos de renovada sumisión.
En ese discurso, Luis Donaldo Colosio también sostuvo que “es la hora de superar la soberbia del centralismo, de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República”, por lo que habrá de afirmarse “nuestra independencia del gobierno”, advirtió.
¿Sinceridad real o mera retórica ante la presión de los nuevos tiempos políticos que, a esas alturas de su campaña, había tenido que vivir en carne propia? Lo más probable es que algo –o mucho- de lo que dijo, le costó la vida.
A estas alturas, nuestros lectores se estarán preguntando qué tiene que ver todo lo hasta aquí relatado con el tema de la cultura, centro alrededor del cual gira esta columna quincenal.
La respuesta está en que, varios de esos discursos –no sé cuántos ni cuáles- cobraron forma gracias al escritor Ricardo Garibay, como lo revela la novelista Josefina Estrada en la recién publicada antología de la obra del hidalguense.
En el prólogo de Ricardo Garibay. Antología, Estrada narra una anécdota que le platicó Garibay por teléfono, en los primeros días del gobierno de Ernesto Zedillo, quien sustituyó en la candidatura a Colosio tras su homicidio.
“Temo que será el peor sexenio de mi vida. Mire usted, cuando Colosio andaba en la campaña, me mandaba llamar para que le aconsejara o le escribiera algún discurso. La paga era buena. Y cada vez que iba, un jovencito, muy diligente, siempre estaba detrás de mí. Y yo, con frecuencia, para que hiciera algo útil, le exigía: ‘¡Ande, haga algo! No se quede ahí parado, ¡vaya y búsqueme un cenicero!’. Y pues, nada… Que ese jovencito era el director de la campaña y hoy es el presidente de la república. ¡Y yo, dándole el trato de criado!”, le dijo Garibay a Josefina Estrada. Ese y otros sabrosos planteamientos, son razones de más para adquirir la obra publicada de manera reciente por ediciones Cal y Arena.
Garibay, el autor que sostenía que “se escribe como se es. O sea, se escribe desde el temperamento y el carácter”, con lo cual se concluye que Colosio los tenía con creces. Tal vez por eso mismo lo quitaron.
*ESLABONES
“En el marco del homenaje nacional a Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México presenta la exposición Octavio Paz y el Arte. La presentación está integrada por 38 obras: óleos, litografías, grabados y otras técnicas, de Wilfredo Lam, Gironella, Tapies, Tamayo, Cuevas, Rojo, Soriano, Felguérez, Posada, Canogar, Vlady, Rafols-Casamada, Von Gunten y otros artistas. El curador es el poeta, historiador y crítico de arte morelenseMiguel Ángel Muñoz”, señala la invitación a la inauguración de la muestra y que tuvo lugar ayer sábado, al mediodía, en el Centro Cultural Casa Talavera, en la ciudad de México. Muy ocupado sigue nuestro colaborador y amigo.