El mundo de la mercadotecnia encontró en el cuerpo femenino la mejor estrategia de ventas. Y fuimos la imagen de los electrodomésticos con falda corta, y luego de la cerveza, con traje de baño, y después del automóvil en bikini y así. A la par, las mujeres que defendían su posición en el mundo del trabajo, luchaban por que se pusiera más atención a su cerebro y menos a sus formas femeninas.
Tal vez, en algún momento tiramos la toalla. Si había que hablar de igualdad seríamos iguales. Si había que vivir en un mundo de hombres podíamos aprender a pensar como hombres: entrar en la competencia y aprender a sacar ventaja para subir en el escalafón, luchar por una posición de éxito aprovechando las oportunidades, enfocarnos en conseguir un ascenso para lograr la prosperidad. Y claro, también pudimos.
Para el mundo de las ventas estas consumidoras que habían ingresado a las filas del consumo muy pocas décadas atrás se convirtieron en el punto focal de su mercado.
¿Quién escoge la ropa de los niños? ¿Quién decide cuándo hay que cambiar la alfombra? ¿Quién compra los artículos de limpieza, los víveres, los artículos escolares y la corbata del marido? ¿Quién elige el destino vacacional y la escuela para los hijos? Y no sólo eso. La mujer moderna puede vivir sola, y comprar una casa, un auto, un seguro de gastos médicos.
Este encanto de consumidora omnipresente sólo necesitaba un empujoncito. Había que hacerle saber que no bastaba con comprar una sola vez el carro y la casa. La moda era el ingrediente que faltaba: crear la necesidad en su psique de que todo eso que ella hace ahora, debe ser visto y aplaudido. Recordarle que está inmersa en una carrera en la que no quiere quedarse atrás. Porque el otro puede, ella también. Porque antes el hombre decidía, hoy ella puede decidir mejor. Antes el hombre abastecía, hoy ella puede proveer más. Antes se compraba cuando él quería, hoy ella puede comprar siempre.
Ahí está el mercado, listo para cumplir sus sueños: la casa bonita, la ropa de moda, la bolsa de estatus, los zapatos cómodos, los sexis, los de trabajo, los de descanso, los de baño. Lo que necesite para estar bella: cremas, lociones, cirugía, láser, masajes. Todo lo que necesite para sentirse fuerte e independiente: coaching personal, autoayuda, espiritualidad en videos. Todo lo que necesite para no sentirse sola: programas de televisión, teléfonos celulares. Todo a la distancia de su cartera.
A cambio, sólo se le pide algo: mantener saldo en su cuenta. Su monedero es la llave de esta nueva posición que se parece algo al poder, a la realización y a la libertad. Si su prioridad es su bienestar, como debe ser, será consciente de que debe de cumplir con su parte del trato. Trabajar y tener un ingreso económico es el camino para asegurarse una buena vida. Las distracciones que la alejen del mundo productivo deben evitarse o reducirse al mínimo.
Si quiere ser madre, lo cual no es malo, pues en vez de comprar para una comprará para dos, deberá ser fuerte para mantener su ritmo de trabajo hasta el último día de gestación, y luego reponerse prontamente para regresar en cuarenta días a trabajar. Lactar es innecesario gracias a la amplia gama de productos que le ayudarán a sustituir el proceso con el tiraleches o los chupones anatómicos.
Si desea casarse puede hacerlo, de preferencia con un gasto importante, con un hombre igualmente productivo, que le quite poco tiempo y la apoye en su camino laboral. Si necesita reflexionar y tomar un respiro, deberá ser de preferencia de jueves a domingo con un paquete todo incluido que la mantendrá recluida en un hotel de cuatro estrellas y la enviará de regreso el lunes lista para las labores, con nuevos bríos para endeudarse de nuevo con un paquete para el año siguiente.
Si se siente sola puede dedicar una o dos horas a mirar por televisión las tragedias de otros más desafortunados entre 9 y 11 pm, para que pueda descansar temprano y al día siguiente despertar dando gracias de su posición afortunada en este mundo. ¡A trabajar!
¿En qué momento la valiosa libertad de acción, conquistada por nuestras ancestras se convirtió en una moneda de intercambio comercial, en el lubricante de la gran maquinaria de billetes, en la esclavitud que nos limita la expresión natural de nuestro sexo? ¿Cómo hacemos para mantener nuestras posiciones de poder, de injerencia en el mundo desde nuestra femineidad? ¿Cómo protegemos nuestro territorio sin tener que competir con nuestros compañeros de vida? ¿Cómo nos hacemos madres y construimos un nido sin tener que renunciar a nuestros sueños, a nuestros deseos, a la Afrodita, a la cazadora, a la Magdalena y a la María que llevamos dentro?
Un texto gestado en el taller “Egografía” dirigido por Elena de Hoyos, como un ejercicio de reflexión sobre el paradigma de las mujeres contemporáneas: las que somos, las que no somos y las que queremos ser.