La pieza de gran formato fue presentada hace siete años dentro de la exposición De San Garabato Cucuchán al Callejón del Cuajo, con la que El Estanquillo rindió homenaje a dos grandes maestros de la historieta mexicana: Gabriel Vargas, autor de La Familia Burrón y Rius, padre de Los Supermachos yLos Agachados.
Ese trabajo del monero es el primero que se muestra ahora en la exposición Rius para principiantes, inaugurado en El Estanquillo el 30 de julio y de lo cual dimos cuenta el domingo pasado en estas páginas. Gracias a que se obsequiaron posters a color que lo reproducen, encontramos las “claves” a que hace referencia Rius.
Hace siete años también, en Bajo el volcán informamos de la creación de esa pieza, que entonces no habíamos visto. A continuación, una parte de lo que preguntamos y de lo que Rius respondió en entrevista.
“-¿Entonces se vuela la barda con ese mural, porque la irreverencia ya no es solamente religiosa sino también en el arte?
-Bueno, ahí también hay alguna irreverencia religiosa, no trata de ser una obra de arte, no es pintura pues, es una caricatura muy grandota nada más, ahí no traté de hacer pintura.
-¿Y no hay claves como en El Código da Vinci?
-Sí, las tienen que descubrir, hay bastantes. Están relacionadas sobre todo con la política y con la religión.
-¿Y con la economía?
-También, hay una clave ahí muy clara de la división de clases, eso lo tienen que ver, porque no se puede explicar”.
Tales “claves”, son críticas certeras a muchos aspectos de la realidad del México de hace 40 años y, desafortunadamente, del de estos tiempos.
En la gran mesa donde comen 21 personajes de las historietas de Rius –uno más se asoma abajo, por el mantel, para darle un hueso (seguramente de una pierna de pollo que se robó) a dos perros, uno de ellos bravo- el autor denuncia la desigualdad que se ha enraizado en este país desde hace siglos, y por la cual, ya ha habido dos revoluciones con saldos sangrientos.
Del lado izquierdo, Rius traza la representación del poder (político, corporativo, religioso y económico), por ejemplo, por medio de Don Perpetuo del Rosal, cacique del pueblo y miembro del R.I.P. –clara alusión al PRI-, que pone a sus policías El Lechuzo y Arsenio, por un lado, al servicio de los demás comensales con poder, y por el otro, amenazando con un garrote a los miembros de la sociedad pensante y de las clases populares. ¿Le suena nueva esta alegoría? A manera de desquite, se le hace una seña con el dedo de en medio.
Lo que disfrutan en esa gran mesa –quizá símbolo del territorio nacional- es sumamente contrastante: mientras los poderosos se deleitan con carnes como lechón, pavo, pescado y muslos de pollo, acompañadas por vinos, brandy y ron, entre otras bebidas, los demás integrantes a duras penas comen tacos y chile, con agua de jamaica y pulque.
Uno no puede escaparse de la realidad nacional actual, por lo que de inmediato surge la pregunta: ¿qué es lo que va a pasar ahora en esa gran mesa a partir de “reformas estructurales” como la energética?, ¿pensarían en eso los señores que se dedican a levantar dedos y a recibir bonos millonarios por su obediencia ciega?
Vaya que lo pone a reflexionar a uno el maestro Rius.
Por otra parte y con la mordacidad característica del dibujante, una integrante de una congregación religiosa le dice al cardenal –por su atuendo rojo-: “¿Usté probó un niño envuelto?”. Referencia al crimen que ha sido la causa de la gran crisis del clero a nivel mundial y por lo cual ya hasta se pidió perdón, sin que eso sea garantía de que ya no se seguirá cometiendo.
Rius también se da tiempo para rendir homenaje a Monsiváis, el gran crítico del poder, pues bajo el brazo del profe Gume, se puede leer el título del libro Días de guardar y el de su autor.
En fin, hay otros detalles que el espectador puede leer y descubrir si pone atención. Tiene hasta el 12 de enero del 2015 para enterarse al ir a visitar esa espléndida muestra.