La lente de la cámara de Peñafiel es el ojo de un creador que, más allá de quedarse complacido sólo en conseguir la fascinación entre los espectadores por la espléndida estética alcanzada, busca mover sus conciencias, al mostrarnos parte de un mundo que estamos dejando ir, que se nos escapa, como el agua del mar que se toma entre las manos, pero que al correr es agua ennegrecida.
Es la pulcritud en la mirada de un artista que utiliza sus capacidades para recordarnos, en esta obra, que el respeto a la naturaleza como hacían nuestros ancestros, los antiguos mexicanos, no es un tema romántico de raíces nacionalistas, sino una exigencia de nuestros días para la propia supervivencia. Es la urgencia de un viraje ante la cruda disyuntiva de permanecer o desaparecer.
El documentalista nos demuestra, con el blanco de las aves, el verde de las espesuras naturales, el azul del mar y los tonos de los cielos que retrata, que México todavía es territorio en donde anida e incuba la belleza y que se expresa no sólo en paisajes, sino además, en cantos de los seres que los habitan y que se escuchan desde el inicio de la obra.
Que ese país existe. Que es más que una geografía enrojecida que se desangra en sus venas rotas por la violencia.
El lenguaje con el que ha hablado Manuel Peñafiel, a lo largo de una amplia trayectoria que ha formado una obra vasta, tiene entre sus rasgos una expresión de la denuncia, que no busca lamentarse a solas, sino provocar la acción que lleve al cambio.
La búsqueda de una transformación en el interior de cada uno de sus espectadores, ha sido una constante en sus creaciones y ésta no podía ser la excepción.
Tal vez por eso, a quienes sólo saben de Peñafiel por el par de magníficas obras cinematográficas que produjo, Los últimos zapatistas. Héroes olvidados y Pancho Villa. La Revolución no ha terminado, les sorprendió la elocuencia del erotismo desplegado por la protagonista del cortometraje –su propia esposa, Irma García Xochiquetzalli- bajo una fina y atinada dirección.
Sin embargo, esa es otra faceta del lenguaje visual que ha empleado el maestro de la fotografía en sus procesos creativos. Es decir, no es algo nuevo, como lo constatan las múltiples ocasiones en que publicó su obra fotográfica en años anteriores, en diversos impresos y que ha sido exhibida dentro de sus exposiciones.
El mundo creativo de este artista no está limitado por los prejuicios y las alas con las que vuela son de un vigor que se agradece.
Entre el majestuoso retumbar de las olas al llegar a la playa y el festivo canto de las diversas aves que habitan los espacios naturales del breve relato visual, se escucha la presencia humana, con el canto de la protagonista, quien a manera de homenaje a la existencia, expresa con alegría: “Yo soy Kirma, la pescadora, escúchenme, escúchame, yo le canto a la vida, al océano lo respeto, háblame arcoiris, háblame nube hermosa…”
El bello cuerpo de la pescadora, ataviado de una manera muy cuidada, también tiene otro significado que debemos recordar, porque parece que lo hemos olvidado: que todos somos parte de ese Paraíso del que, como humanidad, nos hemos ido exiliando.
Quizá el mensaje más personal del director Manuel Peñafiel, es el que nos hace descubrir que, más que las olas marinas que acarician con su baño de espuma a la mujer tendida sobre la arena, es su propia mirada la que lo hace. Amorosa manifestación de un hombre honda y permanentemente enamorado.
*PARTE DEL PÚBLICO EXPRESÓ SU OPINIÓN
A manera de ejercicio periodístico, cuestionamos a varios de los asistentes a la proyección de Kirma la pescadora, su opiniónacerca del trabajo presentado y éstas son algunas de las respuestas.
**Ana Cecilia Mendoza.
Esta premier me ha parecido muy buena, porque es excelente el trabajo que el maestro Manuel Peñafiel y su esposa Irma García Xochiquetzalli están realizando aquí y en todo el mundo, para la concientización acerca del cuidado del medio ambiente.
Aunque nos lo estén repitiendo siempre en otros lados, pero esta manera tan poética que han hecho con imágenes y con música, pues realmente siento que va a tener un efecto en los presentes y lo celebro junto con ellos.
**Alfredo Ebisawa.
Me gustó porque la locación estuvo genial, realmente se llegó a apreciar muy bien el entorno de la naturaleza, las aves y todo lo demás. Un poema. Es muy bueno el maestro.
El tema de que sea una pescadora que está en un hábitat paradisiaco, es algo que parece soñado, sí.
Yo conozco a Manuel desde hace tiempo y sé que él cuida mucho los ángulos y a ella precisamente la ubicó muy bien en cuanto al entorno y a destacarla. Considero que consiguió algo bonito, incluso había escenas de cierta forma eróticas, pero había niños en la sala y lo pudieron ver sin ningún morbo.
**Fernando Pardavé.
Soy practicante de yoga. Me pareció una exposición de tomas muy importante en relación a lo que es el naturismo. Nos damos cuenta que la naturaleza nos regala muchas cosas, y que muchas personas no lo toman en cuenta, es decir, buscan otro tipo de vida que resulta conflictiva.
Aunque la vida no es fácil para nadie, todos tenemos que resolver nuestro sentido de vida, es decir, para qué estamos aquí, a qué nos dedicamos, qué vamos a hacer, son las cuestiones que tenemos que resolver cada quien, de acuerdo a nuestras aptitudes, inteligencia y a lo que seamos capaces de hacer, como en este caso, felicidades por este cortometraje.
**Jorge Cázares Campos.
Yo conozco al maestro Manuel desde hace muchos años, tengo obra gráfica, tengo libros que me ha obsequiado, tengo cuadros que nos ha tomado a mi esposa y a mí, fotografías; conozco de su trayectoria, conozco de sus documentales y de toda la obra que ha llevado a cabo.
Es un hombre, indudablemente, culto, sensible que piensa siempre en el bienestar de la sociedad. Tengo libros cuando retrata a México, cuando retrata al folklor, cuando retrata a su patria que ama tanto, como la amo yo, que la conocemos a profundidad y que sabemos cuántos y cuántos México hay dentro de este país, del cual nos enorgullecemos y que poca gente, por desgracia, se acerca a conocerlo más.
Yo cuando era niño veía siempre al lado del pizarrón un par de cuadros, que era obligatorio por la SEP, uno: el lábaro patrio del lado izquierdo y del lado derecho una imagen, una silueta de México, el país, que decía: “México, Cuerno de la abundancia”.
Se me quedó tan grabado que siempre lo fui corroborando a medida que crecía. Conocer ese México, conocer esta patria, conocerla tan ampliamente cuando recorrí todo el país en muchas, muchas ocasiones cuando trabajé con La Central, me dio la misma sensibilidad y el mismo amor que tiene Manuel Peñafiel cuando hace su obra.
Yo creo que todo esto tiene que ser mayormente difundido, para que todos los mexicanos nos sintamos orgullosos del país que tenemos y que no hemos sabido aquilatar. Hemos sido despojados por todos lados, hemos tenido invasiones extranjeras, se han llevado todos nuestros minerales, se han llevado nuestra plata nuestro oro, nuestro petróleo, se han llevado todo y nosotros, impasibles, no nos movemos, ni hacemos gran cosa por defender esos recursos naturales.
Hoy habla él de las afectaciones al clima, que de veras es algo pavoroso que está en ciernes, que se está creando de una manera acelerada, ya no lo veremos algunos como yo, pero el desastre está en puerta.
Ojalá la sociedad haga conciencia de esa pestilencia de las barrancas, de los ríos, de aquellos apantles que, de niño, yo veía agua allá por Palmira, por Acapantzingo, ya se acabó.
Entonces, es un mensaje que manda Manuel Peñafiel a la sociedad entera, de una manera muy sabia, de una manera apasionada y de una manera también, con ese profundo amor que le tiene a su país. Y la poética, indudablemente, siempre la ha manejado muy bien y contagia. Contagia a los que leemos sus publicaciones.