Bajo el Volcán

Tinta Seca

A lo largo del tiempo  es frecuente la aparición de un sinnúmero de revistas literarias. Los jóvenes, con  el impulso de la pasión, se lanzan a estas empresas magníficas y honrosas. No es frecuente, por desgracia, que  permanezcan: la marginalidad, la falta de recursos económicos, el suplicio de Sisifo que significa sostenerlas, pronto merman la pasión e importantes revistas terminan, después de una fulgurante presencia, por morir.

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“El gran esfuerzo que Miguel Ángel Muñoz ha realizado desde Cuernavaca para sostenerla y mantenerla viva es hijo de esa pasión que, a pesar de las penurias, de la falta de recursos, de la indiferencia con la que nuestro mundo mira el oficio de escritor, ha preservado y ha hecho florecer la cultura.”

Recuerdo a mediados de los años  setenta a los muchachos de mi generación que, con la misma fuerza, la misma fé y la misma pasión que Miguel Ángel Muñoz y el consejo de colaboradores de Tinta Seca, hicimos florecer varias publicaciones: El Zaguán, El Ciervo Herido, Zona, El Telar, Cuadernos de Literarura, Versus, Cartapacos, por nombrar  sólo algunas.

Muchas  sobrevivieron dos o tres números; otras, seis o siete, la que más, Cartapacios, 11. Su aparición fue magnífica; su muerte, triste. Pero el fruto ha permanecido. Esas revistas no sólo son un testimonio de proceso cultural de los escritores que en los setenta comenzaban a incidir en la literatura, son también el crisol en el que muchos de ellos purificaron sus obras, se formaron y entraron en la adultez.

Tinta Seca - La Unión de Morelos

| Portada del número del 20 aniversario de Tinta Seca. |

Tinta Secame recuerda a esas publicaciones y me hace revivir aquellos tiempos en los que la pasión nos devoraba y no teníamos más interés, ni más compromiso, ni más amor que la literatura.

El que celebremos su aparición y sus ya largos años de publicación, habla no sólo de su salud, sino de la salud de la literatura de nuestro país. El gran esfuerzo que Miguel Ángel Muñoz ha realizado desde  Cuernavaca para sostenerla y mantenerla viva es hijo de esa pasión que, a pesar de las penurias, de la falta de recursos, de la indiferencia con la que nuestro mundo mira el oficio de escritor, ha preservado y ha hecho florecer la cultura.

Sus más de cien números han sido un importante foro en donde muchos de los escritores que empiezan a producir en esta época han podido divulgar sus trabajos.

No sé cuántos números verán la luz, ojalá y sean muchos. Lo que sin embargo sé y puedo afirmar con orgullo es que cuando Miguel Ángel Muñoz y los escritores que ahoran publican en las páginas de su revista sean escritores maduros, tendremos que recordar a Tinta Seca como esa gran revista en la que ellos purificaron el lenguaje con el que un día construyeron las obras que nos enaltecen.

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