En el arte fotográfico de Madoz (Madrid, 1958), se concentran múltiples imágenes, en apariencia simple, pero que producen otras realidades. Lenguaje poético y visual que nos ayuda a descubrir otras dimensiones de nuestra corta realidad: crear es generar un estado de disponibilidad, en el que el primer objeto creado es el vacío, un espacio vacío.
En momentos las imágenes creadas por Madoz se bastan y se sobreponen a sí mismas; otras nos ayudan a pasar a su realidad, a adentrarnos en ese espacio de vacío que sólo el artista reconoce.
Un bastón sirve de pasamanos, un libro de columpio, un recipiente de cristal flota sobre el agua, una carta que sirve de mapa: el objeto provoca el disparo y hace crear una imagen que nos comunicará con otro, tal vez lo implícito, ante nosotros invisible. En otros instantes, la simple imagen nos traslada a dos o tres imágenes diversas, pero que comunican entre sí en una misma dimensión estética.
Una de las fotografías más sorprendentes de Madoz –muchas no tienen título- es donde confronta el vacío de un espejo con el reflejo y detención de una escalera. La imagen es ya una respuesta visual. Una parece que sostiene al espejo, éste a la escalera, y ambos al tiempo.
“Me interesa –dice el artista- hacer imágenes que no se agoten a pesar de tenerlas enfrente”. Complicidad poética que nos obliga a pensar en nuestro vacío, en nuestra experiencia cotidiana.
La meditación de Madoz ha conseguido, en un largo, secreto, dilatado esfuerzo por percibir la poesía visual de los objetos, una gran estética de las formas. Y de ese esfuerzo, de esa radical aventura, nacen el rigor y la tensión espiritual de tantas composiciones suyas.
El sobrejuego de las imágenes poéticas y visuales se repite, por ejemplo, en otra excelente fotografía: un ataúd de pie que sostiene un reloj; o mejor dicho, los dos objetos descansan en un mismo espacio. Pero lo que une a estas dos imágenes es el sentido de la vida, del tiempo: un instante que se detiene en un mismo sentido: tiempo.
No tiene sentido en el arte de Madoz hablar de abstracción o figuración. La forma no figura: es. La forma es la fotografía. El objeto es la poesía visual que desprende cada imagen. Quizá en el arte moderno ningún otro fotógrafo haya llevado a tal extremo ese proceso de unificación entre la fotografía y la poesía que sería a la vez un proceso de unión con el arte mismo. Pero regresando a la imagen interior, al observar detenidamente, se percibe el parpadeo del tiempo, su paso indetenible, invisible, pero que ayuda a descubrir el paso de la vida y el camino acelerado y lento del tiempo. La otra mitad es la fantasía, abanico que va del humor visual a la invención poética de nuestra propia realidad.
Entre sus fotografías sorprendentes hay una que muestra un guante de box con un una pluma sobre un libro. La poesía visual que encierra esta imagen es sobrecogedora, roza el lado mítico de la imagen y lo sagrado de su contenido. El guante caído detiene una pluma y esa pluma es silenciosa. El silencio es clamor, dice Baudelaire. Imagen que suscita múltiples imágenes. Debajo, un libro que compone un epitafio verdadero de la devoción por la escritura, por la palabra. Gran acierto visual y verbal. Juego de simetrías y oposiciones.
En el discurso estético-poético de Chema Madoz, la aparición de objetos y su relación con la fotografía es una tentativa por penetrar profundamente, con los recursos que son suyos, en la realidad. De la misma manera que el poeta transforma el lugar común en una imagen más allá de su esfera cotidiana.
Cada foto de Chema Madoz está cargada de secretos poderes que nos guían hacia mundos desconocidos e impenetrables, Perfecta correspondencia: los dos se reflejan en sus fotografías. No dicen palabras, dibujan objetos, crean poesía.
La foto es una metáfora: el objeto es un mito y la composición visual es su respuesta. Creo que la fotografía al igual que la poesía no existe si no se oye antes que su palabra, su silencio. La auténtica simplicidad está en el concepto. Un concepto claro. Cuando más claro es la idea más simple puede ser el resultado.
La idea de simplicidad puede ser relativa en el arte, pues cosas muy complicadas pueden ser en el fondo simples; simples porque hay una exacta relación entre expresión y concepto. Retener, ver, iluminar, iluminarse, en eso consiste la fotografía.
Por supuesto, Chema Madoz cuenta y muestra la historia: instantes momentáneos, realidades aparentes, poemas visuales. Todo se enlaza y desenlaza, como bien dice Octavio Paz, para que el espectador de estas fotografías tenga la fortuna de ser parte de un universo visual que pretende extraer de sí mismo su significación poética más clara y definida de los últimos años dentro del arte contemporáneo. Simplemente un poeta que juega con las imágenes.