En un laberinto, el camino de inicio puede representar la sencillez, la humildad, la confianza de llegar al centro, el cual invita a la oración, eso dicen los que meditan en ello. El camino de vuelta evoca la integración, creatividad, la unidad y la fortaleza. El recorrido puede permitir darse cuenta de que el llegar al centro del laberinto, tiene una función de retorno. Esto quiere decir que el laberinto es un instrumento de transformación que nos lleva a comprender que, solo al recorrerlo, se llega al corazón.
En la Edad Media, el laberinto está relacionado con el duro camino que hay que andar hacia Dios, es un constante peregrinar hasta llegar al centro que representa el volver a nacer.
En el Renacimiento, el hombre se convierte en el centro del laberinto como reflejo de las enseñanzas humanistas.
En la actualidad, el laberinto es un símbolo vivo y presente, desde las áreas artísticas numerosas como la pintura, escultura, cine, entre otras; en la investigación académica como en la literatura, antropología, psicología, filosofía, etc., así como en la gráfica, publicidad e incluso en las distintas áreas del entretenimiento y no olvidemos que también está presente en las Artes Visuales y es ahí que Ernesto Ríos hace de sus deseos una obra de arte y de sus sueños, una realidad.
Se menciona en la página web de Ernesto Ríos, que “el laberinto es una figura arquetípica y un concepto que por más de cinco mil años ha sido fuente de inspiración y de misterio. Artistas de todas las épocas y disciplinas han encontrado en el mito del minotauro y el laberinto y los simbolismos que derivan de él, un pretexto para la creación”.
“Anteriormente artistas como Bach, Sor Juana Inés de la Cruz, Pablo Picasso, Esher, Umberto Eco, Jorge Luis Borges se han inspirado en este tema”.
La figura del laberinto constituye la forma personal que adopta Borges para pensar el impensable infinito, de ahí su predilección, en literatura, por lo que él mismo llama “Laberintos Verbales”, presentes en obras como Don Quijote, Las Mil y Una Noches y Ulises, entre otras.
Así como estas obras literarias nos llevan a soñar, las Pirámides Laberínticas de Ernesto Ríos, nos trasmiten lo más profundo de su propia esencia.
Es un encuentro del arte visual con su alma, con su evolución y camino a lo eterno, porque al llegar al término del laberinto se encuentra a sí mismo, se encuentra en el peldaño que todos quisiéramos llegar, lo sublime y lo eterno.
Ernesto Ríos, nos regala su creación, nos muestra que todo aquel que lucha y logra sus sueños, es capaz de trascender más allá de toda lógica y toda razón.
La obra del Ernesto Ríos nos lleva al misterio del ser, que solo los que son capaces de crear y de trasformar son capaces de amar.