Aquí, en Nezahualcóyotl,
los perros y los hombres son lo mism
que una migaja de pan arrojada a las hormigas.
Los perros riñen cuando la gente duerme;
inyectan escándalo en las calles,
persiguen aullando la piel de luz de las estrellas.
En ellos también la poesía es un vicio que les eriza el odio
y les lustra la piel de pesimismo.
Aquí, en el suburbio,
yo escribo un antipoema
que me dictan pacientemente los ladridos,
la soledad,
la noche…