“Sólo me dirijo a personas capaces de entenderme,
éstas me leerán sin peligro”
D.A.F. de SADE
Fue a partir de la propuesta de un editor que publiqué en 1947 una antología de Sade intitulada Œuvres (Obras). El gran especialista de Sade, Maurice Heine, había publicado una entre 1933 y 1935, por suscripción, es decir clandestinamente. La mía estaba destinada al público y, al ser publicada por un editor reconocido, debía venderse en librerías. Sade no era ningún desconocido y, en aquel momento, no faltaban los exégetas, de Paulhan a Klossowski y Blanchot. Pero ¿de qué hablaban? De una obra inédita, en su mayoría clandestina, y que a no ser por ciertos letrados nadie tenía posibilidades de leer.
Si bien los mejores espíritus le reconocían a Sade la calidad de escritor, ¿por qué se le tenía guardado bajo la mesa? Siendo que en aquel mismo momento yo estaba formando un comité de defensa de Henry Miller, al que se perseguía por “faltas a la moral”, me pareció, al publicar en plena luz del día una selección de La filosofía en el tocador, de Julieta o de las 120 Jornadas, estar tomando partido por un escritor – aunque hubiera muerto dos siglos atrás – y contra la censura.
Conseguí, gracias a ciertos editores de libros antiguos y a un editor clandestino, ciertas obras de Sade publicadas “en Amsterdam”, en realidad en París en el siglo XVIII. Las demás, no había más posibilidad que copiarlos en el “Infierno” de la Biblioteca Nacional, “Infierno” en el que fui admitido gracias a la recomendación de Pascal Pia. Aproveché la ocasión para familiarizarme con el voluminoso expediente compuesto por Maurice Heine. Ahí se hallaba, no redactada, pero sí ordenada capítulo por capítulo, una biografía del Divino Marqués, que les sirvió de guía a los biógrafos que vinieron después.
La lectura de Sade lo engatusa a uno. Por sus cualidades de una escritura característica del siglo XVIII, el más inteligente de nuestra historia, por las convicciones filosóficas y “morales” de un espíritu cuya audacia no tiene límites, por el recuerdo de un hombre que vence insolentemente su condición de víctima. Mi “Exploración de Sade” fue escrita dentro de esa fascinación. Es la de un hombre aún joven, en una época que permitía tener esperanzas.
Hoy en día muchas de las obras de Sade se encuentran en edición de bolsillo después de que editores como Jean-Jacques Pauvert sufrieran los fastidios de una Justicia siempre bien pensante. En 1947, no se me había concedido, en las librerías menos timoratas, más que el honor del “segundo anaquel”, lejos de la mirada de los niños. El libro desapareció de la circulación, seguramente por medidas policiacas, antes de que ningún artículo lo hubiera destacado. Nunca recibí regalías. Mis editores ya no existen.
Recientemente, un catálogo de librería hacía mención de la presencia de este libro. Me lo hice enviar. Releí mi ensayo. Pocas personas lo conocen, como es de esperarse. Lo consideré digno de volverse a publicar, más de cincuenta años más tarde.
Precede a un texto de Sade, “Franceses, un esfuerzo más si queréis ser republicanos”, que no me parece estar fuera de momento.
No cambié nada de mi texto, a no ser el título, puesto que Sade ha sido, desde entonces, ampliamente explorado.
La presente edición está dedicada a Annie Le Brun.
*Sade. La insurrección permanente. De Maurice Nadeau. Traducción de Rafael Segovia. 500 ejemplares. Editorial La Cartonera. Cuernavaca, Morelos. 2016.
Maurice Nadeau.
Editor, escritor y crítico literario. Director de la editorial Maurice Nadeau-Les Lettres Nouvelles (1977) y fundador y director de la revista literaria La Quinzaine Littéraire (1966), proyectos que continuan hoy en día. Participó en la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Trabajó con André Breton, Albert Camus, Jean-Paul Sartre entre otros. Fue crítico literario en el diario Combat y director de colecciones en las editoriales Julliard, Denoel y Robert Laffont y descubrió para el público francés, a Malcolm Lowry, Henry Miller, Samuel Beckett, Witold Gombrowicz, Varlam Chalamov, Leonardo Sciascia, J. M. Coetzee, Sade, George Perec, Raymond Queneau y Michel Houellebecq, entre otros. Es autor de diez libros, entre ellos: Histoire du Surréalisme, Gustave Flaubert écrivain, Grâces leur soient rendues y Sade. L'insurrection permanente, éste último traducido ahora al español.