Investigadores de Singapur y Estados Unidos han descubierto un nuevo factor que hay que tener en cuenta, además del envejecimiento celular.
En películas como Las vidas posibles de Mr. Nobody o, incluso, en La vieja guardia, de Netflix, se ha tocado el tema de la longevidad humana. En ellas se habla sobre el paso del tiempo y cómo podríamos sentirnos en el hipotético caso de alcanzar la inmortalidad. Vivir eternamente es el sueño de muchas personas. Los pasos hay que darlos muy poquito a poco y, no sabemos si podremos alcanzar la inmortalidad; pero sí podemos ser más longevos.
Aunque cuando hablamos de longevidad siempre pensamos en los japoneses, el actual récord lo ostenta la francesa ya fallecida Jeanne Calment, que murió con 122 años. No obstante, es cierto que la persona viva más longeva es una japonesa: Kane Tanaka, con 118 años y que podría, en unos años, superar a Calment. Pero esto podría cambiar en el futuro si encontramos la forma de alargar nuestras vidas hasta pasados los 100 años. Incluso los 150.
Pero, ¿puede cualquier persona alcanzar estas edades? ¿En el futuro cualquier persona podrá ser centenaria? La verdad es que todavía no tenemos una respuesta a estas preguntas, pero sí sabemos mucho más acerca del envejecimiento y la longevidad que hace unos años. De hecho, este mismo martes se publica en la revista científica Nature un estudio sobre la longevidad.
Antes de nada, hablemos del envejecimiento celular. A medida que las células se dividen, los cromosomas, en los que se encuentra contenido nuestro ADN, van perdiendo un pequeño fragmento. Para evitar que se dañe material genético, en sus extremos se encuentran los telómeros. Estas son regiones de ADN no codificante o, lo que es lo mismo, que no se traduce en instrucciones importantes para las células. De este modo, el ADN realmente importante está a salvo. El problema es que a medida que se dan más divisiones esos telómeros protectores se van reduciendo y ya sí que pueden generarse los daños asociados al envejecimiento celular. Por lo tanto, sabemos cómo se produce y también sabemos que es posible detenerlo. Aunque aún no hemos dado con la clave, pero sí lo hemos visto en las células cancerígenas en las que no se produce este acortamiento.
Romper el límite de la longevidad
Todavía no hemos dado con la manera de evitar que se acorten nuestros telómeros, pero sí sabemos cuál es la receta natural para vivir más tiempo: actividad física, mental, social y unos buenos hábitos alimenticios parecen ser la clave. También depende mucho de las enfermedades crónicas que ya tengamos.
Ahora, esta investigación habla sobre el tiempo en el que los cambios tardan en verse reflejados en nuestro reloj biológico. Y, sobre todo, cómo esto podría ayudarnos a vivir más tiempo en el futuro.
«Recientemente, hemos sido testigos de los primeros ejemplos prometedores de inversión de la edad biológica mediante intervenciones experimentales. En efecto, muchos tipos de reloj biológico predicen correctamente más años de vida para quienes eligen estilos de vida saludables o dejan los no saludables, como el tabaquismo. Lo que aún se desconoce es la rapidez con la que la edad biológica cambia a lo largo del tiempo para un mismo individuo. Y, sobre todo, cómo se puede distinguir entre las fluctuaciones transitorias y la verdadera tendencia de cambio de la edad biológica», explican las dos instituciones en un comunicado de prensa.
El tiempo de recuperación
Gracias a una serie de parámetros podemos saber cuánto tiempo vamos a vivir y si cambiamos cosas como la alimentación, la falta de ejercicio, el tabaquismo o el alcohol podemos influir positivamente en nuestro reloj biológico.
«El tiempo de recuperación de los adultos sanos de 40 años era de 2 semanas, mientras que el de los adultos de 80 años era de 6 semanas«
Por suerte, cuanto más jóvenes, más resistentes somos. Pero cuando nos hacemos mayores, necesitamos más tiempo de recuperación. Este término se usa para hablar del tiempo que necesitamos para que nuestro cuerpo se recupere tras una perturbación; como puede ser un mal hábito.
«Se comprobó que la tasa de recuperación hasta el nivel de equilibrio de base después de las tensiones se deterioraba con la edad. En consecuencia, el tiempo necesario para recuperarse era cada vez más largo. El tiempo de recuperación de los adultos sanos de 40 años era de 2 semanas, mientras que el de los adultos de 80 años era de 6 semanas.
Este hallazgo se confirmó en dos conjuntos de datos diferentes basados en dos tipos distintos de mediciones biológicas: los parámetros de los análisis de sangre, por un lado, y los niveles de actividad física registrados por dispositivos portátiles, por otro», ilustran en el comunicado.
Con el paso de los años necesitamos más tiempo para recuperarnos de los malos hábitos. Por eso, pasamos cada vez menos tiempo cerca del estado fisiológico óptimo, según explican los investigadores.
Envejecimiento
Pero el envejecimiento no es nuestro único guía hacia la muerte. Y tampoco es el único punto que hay que tener en cuenta para lograr vivir más años; para ser más longevos. Y es que la tasa de recuperación, indican estos investigadores, también puede ser clave. Al igual que las enfermedades relacionadas con la edad.
«Este trabajo, en mi opinión, es un avance conceptual porque determina y separa los papeles de los factores fundamentales de la longevidad humana: el envejecimiento, definido como pérdida progresiva de resiliencia; y las enfermedades relacionadas con la edad, como «ejecutoras de la muerte» tras la pérdida de resiliencia. Esto explica por qué incluso la prevención y el tratamiento más eficaces de las enfermedades relacionadas con la edad sólo podrían mejorar la vida media, pero no la máxima, a menos que se desarrollen verdaderas terapias antienvejecimiento», afirma el profesor Andrei Gudkov. Es director del departamento de Biología del Estrés Celular del Roswell Park Comprehensive Cancer Center y coautor de este trabajo.
Instituciones del estudio
La investigación ha sido realizado por la empresa privada Gero, con sede en Singapur, y el Roswell Park Comprehensive Cancer Center de Buffalo, en Nueva York.
«Este trabajo del equipo de Gero demuestra que los estudios longitudinales ofrecen nuevas posibilidades para entender el proceso de envejecimiento y la identificación sistemática de biomarcadores del envejecimiento humano en grandes datos biomédicos. La investigación ayudará a comprender los límites de la longevidad y las futuras intervenciones contra el envejecimiento. Y lo que es aún más importante, el estudio puede ayudar a salvar la creciente brecha entre la salud y la duración de la vida, que sigue aumentando en la mayoría de los países en desarrollo», según afirma en el comunicado Brian Kennedy; catedrático distinguido de Bioquímica y Fisiología de la Universidad Nacional de Singapur.
En definitiva, ahora contamos con un nuevo biomarcador de la longevidad y podrá usarse para buscar retrasar el envejecimiento y las enfermedades relacionadas con este. Y es que… ¿quién no querría vivir más años?