Ciencia

Hablemos de ciencia “en serio”: entrevista a Pere Estupinyà

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Isaac Torres es reportero de ciencia desde hace una década y media. Es coeditor del diario "La Crónica de Hoy" en sus secciones Academia y Cultura y ha colaborado en diversas publicaciones y suplementos, como la revista "¿Cómo ves?". Su acercamiento a la ciencia ha sido a través del periodismo, desde donde el aprendizaje nunca termina. 

Esta publicación fue revisada por el comité editorial de la Academia de Ciencias de Morelos.

Pere Estupinyà es uno de los comunicadores de la ciencia más conocidos en España y en habla hispana. Su formación, primero como científico y después como comunicador científico, se ha combinado con su particular estilo y sentido del humor, pero sin llegar a la comedia y mucho menos a la trivialización de su trabajo de divulgación.   Incluso acuña un concepto bajo el cual realiza sus actividades de comunicación: “hablar de la ciencia en serio”, mismo que ha empleado en su programa de televisión “El cazador de cerebros” o en sus cápsulas de radio en el programa generalista “A vivir”, de la Cadena Ser, España. 

El bioquímico también realiza presentaciones, conferencias y escribe libros, plataformas a través de las cuales expuso el tema que lo convirtió en un personaje conocido más popular y masivamente, el sexo. “S=EX2. La ciencia del Sexo” ha sido un hit y le siguen de cerca “El ladrón de cerebros”, “Comer cerezas con los ojos cerrados” y, recientemente, “A vivir la ciencia”. Este último documenta y recupera la esencia de las mejores historias sobre ciencia vertidas en su programa de radio y motivo por el cual nos ofrece en entrevista algunos apuntes sobre éste y sobre el quehacer de la comunicación de la ciencia “en serio”.

“A vivir la ciencia”, Cadena Ser de España.

 

Para empezar, ¿a qué se refiere cuando habla de “ciencia en serio”? “Para que la ciencia llegue a la gente a veces tenemos que simplificar mucho, frivolizar, mezclarla con humor, contar cosas divertidas y está bien desde el punto de vista educativo, para los niños o para conectar con la gente”, refiere.

Un ejemplo es hablar de cómo funciona el cuerpo humano para corregirlo cuando funciona mal u otro aspecto de la ciencia que aportará bienestar a los ciudadanos. Esta parte más seria y trascendente de la ciencia es la que recalca en su trabajo de divulgación, comenta, hablar de los problemas de las personas y de cómo la ciencia los puede ayudar es muy apreciado, porque genera un conocimiento más aplicado, más útil, más conectado con la sociedad y las necesidades de las personas, enfatiza.

“Podemos apelar a la anécdota para enganchar a la gente, pero al final la ciencia no es sólo eso, no cuenta un chiste ni algo irrelevante. Por ello, de una forma reivindico también, y con más fuerza ahora después de la Covid, que la ciencia es muy importante para las sociedades, las empresas, los individuos, para tener conocimiento de por qué ocurren las cosas”.

Éste es sólo uno de los ejes sobre los que trascurre “A vivir la ciencia”, editado por Debate, el cual retoma historias de temas como evolución humana, anticiencia, astronomía, crisis climática, felicidad, neurociencias, sexualidad y la pléyade de subtemas que acompañan a cada uno de éstos.

Nuevo libro de Pere Estupinyà motivo de esta entrevista.

 

En la publicación, el divulgador escribe: “Por la sección de ciencia del ‘A vivir’ han pasado muchos héroes científicos que con un trabajo meticuloso investigan para comprender los mecanismos detrás de cualquier fenómeno, desde el mundo subatómico hasta los conflictos sociales. A lo largo de este libro veremos cómo este preciadísimo conocimiento puede contribuir a fenómenos tan dispares como desarrollar nuevos avances tecnológicos, a la preservación de especies amenazadas o a identificar el peso relativo de los diversos factores que contribuyen a la discriminación salarial entre hombre y mujer”.

Otro concepto en el que insiste, más aún al final del libro y en cierta medida por la pandemia, es la importancia de generar en la sociedad una ciencia más humilde y empática con las personas. Al respecto, Estupinyà señala que la ciencia no ha cambiado mucho en las últimas décadas, aunque ha aprendido nuevas cosas, los temas de moda ahora no son los de hace 20 años. “Pero la manera en cómo funciona la ciencia, los incentivos que tienen los científicos, lo académico que es –a veces demasiado-, no han cambiado, por lo que la investigación científica sigue siendo muy conservadora en su método”.

Durante la pandemia cambió un poco, acota, debido a la urgencia y reaccionando a ésta. “Eso es nuevo”. La ciencia lleva su ritmo y nunca habla hasta que está publicada, recuerda, no obstante, su manera de trabajar y publicar durante la pandemia fue un tanto distinta en el tiempo. “Al científico se le ‘dijo’: no puedo esperar a que tengas resultados en 6 meses, dime ahora lo que sea con la mejor información disponible que tengas. Esto ha supuesto un cambio en la manera de trabajar de la ciencia y se vieron errores por esta urgencia, pero la investigación ha rectificado, lo que es muy bueno, es de sabios, la ciencia reconoce cuando se equivoca”.

 

CIENCIA MÁS SOCIAL

 

Pere Estupinyà acota que hacia el final de su libro también recalca que la ciencia debe entenderse como herramienta y no como protagonista, es decir, “en mi trabajo de divulgación lo clásico es explicar de manera asequible lo que hacen los científicos, pero eso sólo es una parte. Debemos de partir de lo que necesita la sociedad. Ante la violencia de género, ejemplifica, deberíamos de solicitar al científico que realice estudios y saber qué pasa en el cerebro de un acosador o cómo se podría combatir hablando con psicólogos. Este giro de la ciencia es más cercano a las necesidades sociales y es una de las reivindicaciones que hago en el libro y trabajo de divulgación.

 

–También has mencionado al final del libro que la ciencia como sistema no ha funcionado, que ha fallado.

 

–Tuve cierta decepción al inicio de la pandemia, puesto que la ciencia estaba menos preparada de lo que yo asumía debía estar. Antes de la pandemia de COVID entrevisté a muchos epidemiólogos que hacían seguimiento de enfermedades infecciosas con las señales de dispositivos móviles, con inteligencia artificial y modelos matemáticos, pero a la hora de la verdad ¿dónde estaban? Era una ciencia sólo de laboratorio, en los centros de investigación, pero por lo visto no era replicable en el mundo real. ¿Dónde estaba Silicon Valley y todo su poder durante la pandemia?

“Había muchas alertas diciendo que una pandemia era posible, pero no se tenían los mecanismos para prepararnos, porque no era una de las prioridades de investigación de la Unión Europea, por ejemplo. En ese sentido, reafirmo que la ciencia me decepcionó un poco al inicio de la pandemia, pero después, con todo el desarrollo posterior de las vacunas y la rapidez con la que se han movido, me sorprendió. Mi crítica era justa en ese momento, la respuesta inicial fue lenta, pero ahora reconozco el éxito que hubo al final.

 

–La pandemia es uno de los múltiples reflejos del desarrollo insostenible de los seres humanos. Es preocupante que la sociedad humana haya generado tanto conocimiento y sabiduría, pero que no los estemos empleando colectivamente de la mejor forma.

 

–El ser humano tiene comportamientos irracionales, se deja llevar por el corto plazo. Por ejemplo, todos sabemos que fumar es malo y, sin embargo, hay quienes fuman, lo mismo al beber alcohol o ciertas grasas, y en el tema ambiental es algo parecido. En todo el mundo estamos lanzando tóxicos al ambiente, usando energía no renovable, pero a la hora de decidir nos dejamos llevar por lo práctico, lo urgente, por lo rápido… eso no es inteligente.

“Aquí, el papel de los políticos es muy importante, sea local, regional o nacional. Nosotros, de manera individual, podemos hacer lo que queramos con nuestro cuerpo, fumar y tener cáncer. Pero un político está ahí cobrando para hacer un trabajo: gestionar lo mejor posible para la sociedad; esa responsabilidad va con su sueldo. El político no puede permitirse ser irracional ni deteriorar el medio ambiente sabiendo que repercutirá en la biodiversidad y el bienestar futuro de nosotros y del resto de las personas. Tiene que ser racional, es que…, es que es su trabajo. Si nosotros en nuestro trabajo lo hacemos mal nos vamos a la calle, pero una cosa es hacerlo mal individualmente en nuestras decisiones, y otra la gestión de aspectos medio ambientales, o de la pandemia o de la propia inversión en ciencia para hacer una sociedad más rica en su cultura, economía, seguridad y salud”.

 

Para Estupinyà, la instrucción de los políticos en la ciencia o el entendimiento de su importancia es cada vez más imprescindible y no pueden darse más el lujo de ignorarla o despreciarla.

“Para los políticos la ciencia es imprescindible, sin embargo, me han decepcionado principalmente desde las preocupaciones medioambientales. En ‘El ladrón de cerebros’ seguí las convenciones de cambio climático con fuertes decepciones. Por ejemplo, España era líder en energías renovables hasta que ciertos políticos dijeron que interferían con los intereses de las eléctricas y dificultaron que la gente las implementara en sus casas. Se dio un paso hacia atrás”.

“Esta gestión es nefasta (y ya no hablo de la corrupción), pero es también anticientífica. Un médico, para tomar otro ejemplo, no puede ser antivacunas –una persona puede hacer lo que quiera, ojalá no se dejara de vacunar–, y tampoco puede ser anticientífico en un hospital; de igual forma un político. Al contrario, debe regirse por la mejor información disponible y la mejor está en la ciencia. Después deberá equilibrarlas con otras presiones de la sociedad. No se trata de establecer un Estado tecnocrático extremo, sino de guiarnos más por la información objetiva de la ciencia”.

 

 

¿Quién es Pere Estupinyà?

En el aspecto personal Pere es un tipo simpático e inquieto con una peculiar curiosidad por la ciencia, nacido en Tortosa en 1974 pero con unos telómeros bastante menos deshilachados de lo que tocaría por su edad biológica, y que tras 8 años viviendo intensa y desordenadamente en Boston, Washington DC y Nueva York, en primavera de 2016 dejó un pie aferrado en Madrid y el otro dando vueltas por ahí.

A nivel académico es licenciado en química y en bioquímica, master en nutrición y metabolismo, y dejó a medias un doctorado en genética que promete algún día retomará. Convencido autodidacta, realizó algunos cursos específicos en el ámbito de la comunicación/periodismo, pero su experiencia transformadora llegó en 2007-08 cuando tuvo el gran honor de ser el primer español becado en el Knight Science Journalism Fellowship del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Allí pasó 10 meses sumergido en los laboratorios y aulas del MIT y Harvard, aprendiendo más que en cualquier otro momento de su vida, y gestando una especie de embarazo (o metamorfosis) del que nacería su alter ego: “el ladrón de cerebros”.

Tomado del programa “EL cazador de cerebros”.

 

Pere se define como “un ladrón de cerebros que escribe sobre ciencia como excusa para poder aprenderla”, y a menudo le cuesta distinguir entre profesión y vocación. Pero a pesar de encontrarse a menudo fantaseando entre bosones, trilobites o sinapsis neuronales, tiene clarísimo que el conocimiento científico no es un fin en sí mismo, sino una herramienta poderosísima para hacer un mundo mejor y más sostenible, trabajos y empresas más eficientes e innovadoras, y vidas más sanas, sabias y felices.  (Tomado de http://pereestupinya.com)

Esta columna se prepara y edita semana con semana, en conjunto con investigadores morelenses convencidos del valor del conocimiento científico para el desarrollo social y económico de Morelos. Desde la Academia de Ciencias de Morelos externamos nuestra preocupación por el vacío que genera la extinción de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología dentro del ecosistema de innovación estatal que se debilita sin la participación del Gobierno del Estado.

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