Tras pasar esta enfermedad, el agente patógeno permanece inactivo en el tejido nervioso, pero, con los años, puede reactivarse y dar lugar al herpes zóster. Además, la aparición del HZ puede causar neuralgia postherpética, un dolor neuropático crónico que inflama los nervios y que no desaparece con los analgésicos habituales. Aunque esta es la complicación más frecuente, el HZ también provoca infecciones en la piel o parálisis muscular.
Respecto a la prevención, en 2006 fue aprobada la primera vacuna para hacer frente a esta infección, Zostavax, a la que en 2017 se sumó Shingrix. La primera se elabora a partir del virus atenuado y se administra en una sola dosis, mientras que la segunda es fabricada a partir de una proteína presente en la superficie del agente viral y precisa dos pinchazos.
La principal diferencia entre ambas es el grado de inmunización que generan: Zostavax alcanza en torno a un 60%-70%, y Shingrix, alrededor del 90%. Esta mayor eficacia ha abierto nuevas posibilidades en el abordaje del HZ, idea en la que coinciden Javier Díez Domingo, jefe del Departamento de Investigación de Vacunas de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio), y Javier López Jiménez, jefe del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid.
Tras la administración de la vacuna, los pacientes pueden sentir molestias en la zona donde se ha inyectado o incluso febrícula. Sin embargo, y según los especialistas, estos efectos adversos no pueden compararse con los que genera el herpes zóster.
En este sentido, Shingrix ha supuesto “un antes y un después en la calidad de vida de los pacientes”, indica el doctor Díez Domingo, quien ha participado en los estudios de investigación de la vacuna. Este experto señala que, aproximadamente, la mitad de las personas que lleguen a los ochenta años habrá sufrido una infección por HZ. Se estima que se producen 200 000 casos anuales en España, sobre todo en mayores de cincuenta años y personas con el sistema inmune debilitado.
Precisamente, según destaca el doctor Díez Domingo, “las personas inmunosuprimidas presentan una incidencia mayor de HZ, debido a que la bajada de sus defensas facilita la reactivación del virus”. Por ese motivo, el acceso a una vacuna eficaz es de especial relevancia para ellos.
A pesar de que la inmunización está indicada para mayores de cincuenta años –la edad en la que la incidencia empieza a aumentar–, la decisión de quién debe vacunarse corresponde a las autoridades sanitarias. Y teniendo en cuenta que las personas inmunocomprometidas son las que manifiestan mayor urgencia de recibir el fármaco, la Comisión de Salud Publica, en la que se encuentran representadas todas las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad, ha aprobado recientemente la recomendación de pinchar a pacientes con trasplante de progenitores hematopoyéticos –células inmaduras que producen sangre– y trasplante de órgano sólido, personas infectadas por VIH y aquellas que reciben determinados tratamientos para enfermedades reumatológicas y no reumatológicas y que se encuentran en una situación de mayor inmunosupresión.
En este sentido, el doctor López Jiménez explica que poder contar con la vacuna Shingrix para enfermos que han recibido trasplantes de progenitores hematopoyéticos es muy importante, ya que la incidencia del herpes zóster en este tipo de pacientes es aproximadamente diez veces mayor a la de la población general. De hecho, los especialistas les proporcionan sistemáticamente antivirales para prevenir la aparición de HZ; en el momento en que se paraliza su administración, se incrementa el riesgo de que surja el doloroso sarpullido.
El experto indica, además, que en estos pacientes se observa una alta incidencia de neuralgias por herpes zóster que “pueden tener complicaciones importantes”. Por otro lado, el doctor Díez Domingo señala que sería conveniente empezar a vacunar a población sana mayor de 65 años.
En conclusión, la vacunación frente al herpes zóster debe ser una prioridad en adultos que sufren problemas de inmunidad y, con el tiempo, debería administrarse a toda la población sana a partir de los 60-65 años. Así lo aconseja el experto de Fisabio, quien destaca la necesidad de contar con suficientes vacunas disponibles para poder llevar a cabo este tipo de actuaciones de salud pública, así como contar con el presupuesto correspondiente.
Máxima eficacia
“Con la nueva vacuna inactivada logramos un mayor poder de inmunización y que la respuesta se prolongue durante más tiempo”, precisa el doctor López Jiménez sobre la efectividad de Shingrix. En términos generales, el fármaco alcanza hasta un 90% de respuesta inmune en pacientes mayores de cincuenta años, pero, además, el experto destaca la durabilidad de los anticuerpos a medio y largo plazo.
Esta mayor inmunidad también se ve reflejada en la población más inmunocomprometida. Por ejemplo, en pacientes de trasplante autólogo de progenitores hematopoyéticos, la respuesta inmunitaria ronda el 70%, mientras que en personas con neoplasias hematológicas asciende al 80%-85%.
Además de alcanzar una mayor duración del periodo de inmunidad en estos pacientes, el doctor López Jiménez ha explicado que la vacunación frente a herpes zóster “no interfiere con el tratamiento con antineoplásicos seguido por estos pacientes, que no debe ni retrasarse ni paralizarse”.
Este hecho contribuiría también a que la vacuna tenga una buena aceptación entre los enfermos.