Un grupo de investigadores de la Universidad de Arizona (EE.UU.) se propuso saber qué pensaban las personas cuando tenían unos minutos libres. Para ello, seleccionaron a 78 participantes que permanecieron en una habitación sin acceso a ningún dispositivo electrónico.
Se les pidió que dijeran en voz alta los pensamientos que iban teniendo durante 10 minutos. Los investigadores grabaron lo que los participantes iban diciendo, transcribieron las grabaciones y analizaron su contenido. En total analizaron más de 2 000 pensamientos.
La idea era “imitar las pequeñas pausas que hacemos a lo largo del día, como cuando esperamos en la cola de una cafetería, cuando nos duchamos, cuando estamos en la cama por la noche, etc. Son momentos en los que las exigencias externas son mínimas y los pensamientos internos tienden a aparecer", explica el primer autor del estudio, Quentin Raffaelli, estudiante de posgrado del Departamento de Psicología de la Universidad de Arizona.
Pues bien, lo que vieron fue que la mayoría de los participantes se pasó los 10 minutos pensando en el presente o en el futuro de una manera emocionalmente neutra. Otros, sin embargo, presentaron pensamientos más focalizados en el pasado y negativos. Estos últimos obtuvieron, además, una puntuación más alta en un cuestionario de rumiación. "Los individuos rumiantes también eran más propensos a pensar en sí mismos", dijo Raffaelli.
¿Qué quiere decir ser una persona rumiante? Pues ni más ni menos que ser alguien que no hace más que darle vueltas a algo que le preocupa. En todo momento y en cualquier lugar tiene en la cabeza esa cuestión que puede ser pasada o futura. Este tipo de pensamientos pueden acabar produciendo miedo, tristeza, inquietud, culpa… y pueden predisponer a sufrir ansiedad y depresión.
Volviendo al estudio, los investigadores hicieron un seguimiento de ciertos pensamientos a lo largo del tiempo, midiendo su duración y su enfoque, más o menos amplio. Los individuos rumiantes tenían pensamientos negativos que duraban más que los pensamientos positivos, y esos pensamientos negativos se volvían progresivamente más estrechos en el tema con el tiempo.
"Pudimos comprobar cómo algunas personas quedaban atrapadas en ciclos perseverativos de pensamiento", dijo Jessica Andrews-Hanna, coautora del estudio.
"Reclutamos a un grupo aleatorio de personas sin saber si estaban diagnosticadas con alguna condición clínica para este estudio, sin embargo, es sorprendente que en solo 10 minutos de tiempo de inactividad, podemos capturar procesos de pensamiento que hablan de muchas condiciones de salud mental diferentes”.
En contraposición con los rumiantes, hubo quien vio en estos 10 minutos de desconexión un momento terapéutico. "Algunos participantes pensaron en temas positivos o en metas que querían alcanzar", dijo Andrews-Hanna. "Los pensamientos de otras personas fueron bastante creativos. Muchos participantes encontraron que el ejercicio ofrecía un descanso refrescante del ajetreado mundo que les rodeaba”.
Para estas personas fue como una sesión de terapia consigo mismas. "Hay investigaciones sobre el poder de exteriorizar nuestros pensamientos internos a través de un diario o de compartir los pensamientos con otras personas que creo que este estudio aprovecha indirectamente", dijo Andrews-Hanna.
El estudio concluyó antes de que explotara la pandemia de COVID-19 pero los resultados cobran especial importancia ahora. El motivo, según los investigadores, es que muchas personas han pasado más tiempo inactivas y en soledad durante el tiempo de pandemia que en cualquier momento de su vida.
Los autores también llevaron a cabo una versión de este estudio durante los embates de la pandemia y ahora están analizando los resultados. "El hecho de tener que estar sentados en casa durante tanto tiempo afectó al bienestar mental de las personas de forma dramática", dijo Raffaelli. "Lo vimos con el aumento de la ansiedad y la depresión durante la pandemia y el incremento del abuso de sustancias".
Cuando no se está encerrado, los tiempos muertos pueden ser escasos. "Tomar descansos mentales parece estar cada vez más infravalorado en la ajetreada y distraída sociedad actual", afirma Andrews-Hanna. "Las sociedades occidentales parecen reforzar un estilo de vida en el que siempre estamos en movimiento, llevándonos el trabajo a casa o distrayéndonos con el correo electrónico o las redes sociales".
Aunque el estudio no lo midió, los autores especulan que entrenar a las personas desde la infancia para que se sientan cómodas durante los tiempos muertos puede ayudar a mantener el bienestar mental. "Al domar nuestro reflejo de sacar el teléfono cada vez que hay un momento de silencio, podemos aprovechar mejor los beneficios de las pausas en nuestra salud mental y creatividad", dijo Raffaelli.