En la provincia de Río Negro, Argentina, un grupo de paleontólogos argentinos excavó, en rocas de unos 70 millones de años, los restos de grandes dinosaurios herbívoros, incluyendo una nueva especie a la que llamaron Menucocelsior arriagadai.
Durante esta expedición, el equipo dio con cientos de fósiles pertenecientes a toda una fauna y flora nueva para la zona; entre los que se destacan al menos cuatro tipos distintos de saurópodos.
Recientemente han sido publicados varios esqueletos de saurópodos, grandes dinosaurios herbívoros con cuellos largos, pertenecientes a distintos grupos, lo que dan cuenta de una enorme diversidad de grandes herbívoros en un mismo ecosistema.
Después de tres días de viaje, el equipo de trabajo ya instalado en el yacimiento y a punto de salir a explorar (Foto: Julia D´Angelo).
Estos restos, que incluyen desde vértebras, costillas, elementos de los pies hasta osteodermos (enormes bloques de hueso que estos animales portaban en la piel a modo de defensa), pertenecieron a animales que alcanzaban entre los 8 y los 15 metros de largo aproximadamente dependiendo del ejemplar.
Dentro de todos ellos, se recuperaron los restos de una nueva especie denominada Menucocelsior arriagadai. Su nombre hace referencia, primero, a los Menucos, enormes cuerpos de agua presentes en la zona y su enorme tamaño, Celsior significa “grande” en latín, y segundo, a la familia Arriagada, especialmente a Beto Arriagada, padre de todos ellos, dueños del campo donde se encuentra el yacimiento y quienes han colaborado con las expediciones.
A pesar del frío, lluvia y niebla, durante 15 días se exploró incansablemente lo que finalmente rendiría sus frutos (Foto: Matías Motta).
La expedición se conformó por miembros del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN - CONICET) liderado por el paleontólogo Fernando Novas y la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.
El hallazgo se realizó en el mismo yacimiento donde se extrajo Niebla antiqua, durante una expedición científica a cargo del paleontólogo argentino Mauro Aranciaga Rolando, en octubre de 2018.
Más y más huesos continúan saliendo, las excavaciones se van volviendo más y más grandes y requieren más mano de obra y esfuerzo (Foto: Julia D´Angelo).
Un escuadrón de grandes herbívoros
Gracias a todos los huesos recuperados, pudo saberse que Menucocelsior pertenecía al grupo de los titanosaurios y que convivió con, al menos, otros tres tipos distintos de saurópodos. Dos pertenecientes al grupo de los saltasaurios, siendo un ejemplar mucho más grande que el otro (y seguramente de una especie distinta) y otro al grupo de los aeolosaurios.
El paleontólogo Federico Agnolín, investigador del Conicet y miembro del LACEV y Fundación Azara, comparó las distintas faunas de saurópodos de Patagonia y encontró que Río Negro poseía una de las más diversas. Y que esto solo podría ser explicado, suponiendo que cada animal se alimentaba de manera distinta y, por ende, no competían entre sí por los alimentos. Finalmente, Jordi García Marsà, doctor de Conicet, llevó a cabo un estudio de los osteodermos, y concluyó que al menos dos de estos animales portaban estos enormes bloques de hueso en su piel, para protegerse de depredadores como, por ejemplo, Niebla antiqua.
Con paciencia y experticia, cada hueso es delimitado, protegido y extraído. Una vez afuera, se transporta al campamento base (Foto: Julia D´Angelo).
Lo que el meteorito se llevó
Las rocas donde fueron hallados estos fósiles datan de unos 70 millones de años, es decir, “un poco antes de la caída del meteorito” en términos geológicos. Esta gran diversidad de dinosaurios encontrada en la estancia de los Arriagada apoya al conocimiento previo que se tiene sobre los ecosistemas de finales del Cretácico.
Dos vértebras de saltasáurios mostrando la gran diferencia de tamaño entre ambos especímenes (Foto: Mauro Aranciaga Rolando).
Estos mismos no eran páramos estériles con enormes bestias temibles, como comúnmente se nos muestra en las películas. Si no bosques o selvas exuberantes repletas de plantas con flores, coníferas, helechos y que rebosaban de pequeños mamíferos, aves, serpientes, lagartos, dinosaurios y otros reptiles hoy extintos como los pterosaurios. Y que los dinosaurios, seguramente, eran animales activos, de sangre caliente, que portaban colores llamativos, que hacían rituales reproductivos e incluso cuidaban a sus crías.
Vértebra de la cola de Menucocelsior después de ser limpiada en el museo (Foto: Mauro Aranciaga Rolando).
De aquí reside la importante acción de los paleontólogos, al salvar los restos de estos seres que vivieron en el pasado y reconstruir estos ecosistemas que ya no existen, y que de otra manera, serían borrados por el tiempo.
Varios osteodermos de diferentes tamaños y formas, evidenciando una diversidad única (Foto: Mauro Aranciaga Rolando).
El equipo de investigadores destacó el apoyo incondicional de la familia Arriagada. También el apoyo de la Secretaría de Cultura de Río Negro y del personal del Museo Patagónico de Ciencias Naturales (especialmente a su director Pablo Chafrat), por la ayuda durante y después de la expedición.