En 2020, la noticia del hallazgo del agujero negro más cercano a la Tierra hasta el momento dio la vuelta al mundo. Desde luego, el descubrimiento, realizado por científicos del Observatorio Europeo Austral (ESO), era muy importante. Pero con el tiempo algo cambió. Un nuevo equipo de investigadores analizó los datos que dieron lugar a aquel hallazgo y llegaron a una conclusión diferente. Para ellos, el sistema HR 6819, descrito desde ESO, no contenía un agujero negro, sino algo conocido coloquialmente como estrellas vampiro.
Ante tal dilema, los científicos responsables del estudio de 2020, lejos de enfadarse, decidieron unir fuerzas y comenzar una nueva investigación de los datos, dirigida a comprobar cuál era la opción más plausible. Y aquella decisión ha dado finalmente sus frutos, con un nuevo estudio publicado hoy, 2 de marzo, en Astronomy & Astrophysics.
Al final, la opción ganadora ha sido la de las estrellas vampiro. Pero sin duda la que ha ganado aquí ha sido la ciencia, pues este es un gran ejemplo de cómo debería funcionar siempre la investigación científica.
¿Un agujero negro o dos estrellas vampiro?
El estudio publicado en 2020 describía HR 6819, ubicado a 1000 años luz de la Tierra, como un sistema triple, con un agujero negro, una estrella orbitando a su alrededor cada 40 días y otra estrella situada en una órbita mucho más amplia.
Sin embargo, un equipo internacional de científicos con sede en KU Leuven, en Bélgica, llegó a una conclusión distinta al analizar los mismos datos. Para ellos, cuadraba más que se tratara de un sistema binario, con solo dos estrellas ubicadas en una órbita de 40 días. Pero serían estrellas vampiro. Es decir, la más pequeña estaría succionando materia de la más grande. Este no es un término científico. Se usa de forma más bien coloquial para hacer referencia a que una estrella chupa la vida de la otra.
El investigador principal del primer estudio, Thomas Rivinius, supo pronto que había un equipo de astrónomos analizando sus datos. Y que habían llegado a una conclusión diferente. Esto le pareció bien. De hecho, en ciencia un estudio se considera más fiable cuando sus resultados se han podido replicar. Es decir; cuando, con la misma información, un equipo diferente de científicos ha llegado a la misma conclusión. Si no es así, puede significar que hay algo mal en el estudio inicial. Por eso, es de agradecer que se lleven a cabo este tipo de actividades. Y, por eso, el equipo de ESO decidió colaborar con este segundo grupo de investigadores.
La unión hace la fuerza
No tenía sentido volver a usar los mismos instrumentos y la misma información, pues posiblemente llegarían al mismo dilema. Unos apostarían por el agujero negro en un sistema terciario. Otros por un sistema binario protagonizado por dos estrellas vampiras.
Por eso, optaron por usar nuevos instrumentos. Concretamente el GRAVITY, perteneciente al Very Large Telescope Interferometer de ESO, y el Multi Unit Spectroscopic Explore (MUSE) del Very Large Telescope.
GRAVITY utiliza la luz de varios telescopios para captar detalles mínimos de objetos muy débiles. MUSE, por su lado, es un instrumento capaz de cubrir un amplio rango espectral simultáneo, con un gran campo de visión, gracias al uso de óptica adaptativa.
La unión de ambos es un combo perfecto, como bien se pudo comprobar en este estudio. Y es que, por un lado, el inmenso campo de visión de MUSE permitió comprobar que no había ninguna estrella compañera a la primera en una órbita más amplia. Por otro, GRAVITY, con su gran precisión, pudo discernir la distancia a la que se encontraban ambas estrellas: apenas un tercio de la distancia entre la Tierra y el Sol. Puede parecernos un abismo aquí en la Tierra, pero lo cierto es que es una distancia muy pequeña. Eso muestra que la segunda teoría tenía mucho más sentido.
Quedaba saber por qué el primer equipo de científicos había creído intuir la existencia de un agujero negro. Finalmente, según cuentan en un comunicado, concluyeron que debió ser porque el sistema se atrapó poco después de que “una de las estrellas hubiera succionado la atmósfera de su estrella compañera”. Así que sí, eran dos estrellas vampiro.
En resumen, ahora sabemos que aquel agujero negro más cercano a la Tierra en realidad no era un agujero negro. La plata vuelve a convertirse en oro hasta que la ciencia logre dar con uno más cerca. Pero la historia no acaba aquí. Con este nuevo hallazgo, ambos equipos se muestran emocionados porque HR 6819 es “un candidato perfecto para estudiar cómo el vampirismo afecta la evolución de las estrellas masivas y, a su vez, la formación de sus fenómenos asociados”.
Esto incluye tanto las ondas gravitacionales como las "violentas explosiones de supernovas". Y es que, cuando la ciencia se hace correctamente y los científicos colaboran, los resultados pueden acabar siendo fascinantes.