Las aguas del Atlántico Norte son el hogar de las ballenas francas, cetáceos que llegan medio hasta 18 metros y pesar cerca de 70 toneladas. Éstos son uno de los animales más grandes del planeta y su esperanza de vida es similar a la de los humanos, pueden vivir hasta un siglo en condiciones óptimas.
Desde más de una década, la población de estos mamíferos marinos se encuentra en declive.
La investigadora del Centro de Estudios Costeros y Marinos, Christy Hudak, reiteró que desde 2010 ha ido disminuyendo y que la mayoría de las muertes son por quedar atoradas en redes de pesca o golpes con barcos.
Pese a que existen limites de velocidad de los barcos en áreas protegidas, así como nuevas normas que restringen el número de redes de pesca en el lecho marino, las y los conservacionistas aseguraron que aún no es suficiente para garantizar la seguridad de estos cetáceos.
Por tal razón, están desarrollando un estudio sobre ello a fin de evaluar el impacto de estas amenazas en la tasa de crecimiento de las ballenas francas.
“Estimamos que solo queda una población de 336 ballenas francas del Atlántico Norte. Por fortuna acabamos de ver 15 nacimientos aquí en las costas de los Estados Unidos, pero eso no es suficiente”, añadió la investigadora.
En Cabo Cod, una pequeña península en Massachuesetts, Estados Unidos, estos animales tiene un refugio natural que les permite subsistir a pesar de las amenazas que enfrentan.
En este lugar, las ballenas traen a sus crías después de dar a luz y lo amamantan tanto como pueden antes de viajar desde el sur de Florida a Georgia.
En su opinión de Christy Hudak, las ballenas y sus crías necesitan un área agradable y tranquila para comenzar a alimentarse nuevamente y revitalizarse.
Se estima que en el siglo XIX, las poblaciones de ballena franca superaban los 210 mil seres vivos; sin embargo, se convirtieron en las presas favoritas de las y los cazadores para la explotación de su grasa.