La contaminación del aire y las partículas vinculadas al cambio climático favorecen la aparición de cáncer de pulmón en personas no fumadoras, según una investigación presentada este sábado en el congreso que la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) celebra en París.
El estudio, elaborado por científicos del Francis Crick Institute and University College London, revela que las partículas que se encuentran en los tubos de escape de los vehículos y el humo de los combustibles fósiles promueven cambios cancerosos en las células de las vías respiratorias y generan más casos de cáncer de pulmón de células no pequeñas (NSCLC por sus siglas en inglés) entre la población que nunca ha fumado.
El estudio, según el oncólogo y coordinador de la investigación Charles Swanton, constata la presencia del gen EGFR mutado en, al menos, la mitad de personas con cáncer de pulmón que no han fumado en toda su vida.
Y es que las células con mutaciones en los genes EFGR y KRAS pueden volverse cancerosas cuando se exponen a contaminantes del aire.
La investigación realizada sobre una muestra de medio millón de personas residentes en Inglaterra, Corea del Sur y Taiwán revela que la exposición a concentraciones crecientes de partículas suspendidas en el aire (PM2.5) está vinculado a un mayor riesgo de desarrollar cáncer de pulmón.
De hecho, demuestra que las partículas contaminantes promovieron cambios rápidos en las células de las vías respiratorias que tenían mutaciones en EGFR y en el gen KRAS, también relacionado con el cáncer de pulmón.
Swanton, coordinador del estudio, reconoce que el riesgo de cáncer de pulmón por la polución es más bajo que el que se desarrolla por consumo de tabaco pero recuerda que, a nivel mundial, más personas están expuestas a niveles peligrosos de contaminación del aire que a las sustancias químicas tóxicas que provoca un cigarrillo.
Y es que, dice, “no tenemos control sobre lo que respiramos pero sí hay una capacidad de decisión sobre el hábito de fumar”.
La investigación también corrobora que la contaminación del aire influye en la liberación de una proteína (interleucina), que impulsa la expansión de las células con mutaciones de EGFR. El estudio hace referencia a ensayos previos en los que personas tratadas con anticuerpos anti-interleucina inhiben significativamente la incidencia del cáncer.
Sobre las mutaciones y el desarrollo de tumores, la investigación subraya que las mutaciones en genes EGFR y KRAS también están presentes en tejido pulmonar normal (entre un 18 y 30%) y son probablemente una consecuencia del envejecimiento.
Sin embargo, cuando estas mutaciones son expuestas a la polución se observan más cánceres que cuando las células no lo están, lo que sugiere que la contaminación ambiental promueve el inicio del cáncer en las células que albergan mutaciones del gen conductor.
Para los autores del estudio, el siguiente paso será descubrir por qué algunas células con mutaciones se vuelven cancerígenas cuando están expuestas a contaminantes, mientras que otras no. Y de cara al futuro, los investigadores plantean trabajar en la detección precoz y lesiones precancerosas e intentar revertirlas con medicamentos.
Concluye el trabajo que dado que el consumo de combustibles fósiles va de la mano de la polución y de las emisiones de carbono, los profesionales de la oncología tienen el deber de parar la situación tanto por razones ambientales como de salud.