La Maestra Elba Stephens Wulfrath es Antropóloga en Etnología y Maestra en Humanidades. Es la Secretaria del Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Cuernavaca.
Esta publicación fue revisada por el comité editorial de la Academia de Ciencias de Morelos.
“El hombre es hijo de la naturaleza, de ella obtiene todos los dones que necesita para vivir: alimento, materias primas para vestido y herramientas, vivienda, fuego y medicina: no estamos conscientes de lo que le debemos, le debemos todo, ya que nuestra vida, así como la de los animales depende de la de las plantas”.
Albert Hoffman
Desde el inicio de los tiempos, después del caos primordial, la naturaleza y sus seres han sido vinculados al ser humano, siendo flores y plantas los primeros habitantes que emanan de la tierra en todas las cosmogonías de las distintas culturas del mundo.
El hombre ha sacralizado a la naturaleza, divinizando a sus seres, creado geografías sagradas, así como sitios mágicos y lugares tabús.
Siempre admiradas por su belleza, han sido inmortalizadas en la literatura, arquitectura y arte. Fieles compañeras de la humanidad, que con su aroma y color están presentes en sus grandes momentos, como lo son ritos de paso, ceremonias, fiestas, incluso adornando sus mesas o servidas en ellas como comida e infusiones. Han curado al hombre de enfermedades físicas y del alma. Usadas como cosméticos y tratamientos de belleza. Grandes aliadas y confidentes sobre todo de la mujer a quien cuentan sus secretos para curar y alimentar. Las hay profanas y sagradas, pero todas especiales.
Muchos han sido sus usos a través del tiempo, formando parte importante de la cosmovisión de los pueblos, quienes hacen magia y amuletos o protegen sus casas y campos de la desgracia, con ellas.
Nos relajan e invitan a la inspiración, transportándonos a otros contextos como el mitológico, en donde seres de la naturaleza se asocian a dioses y diosas o han encarnado a la propia divinidad, naciendo algunos de ellas, según cuentan mitos y libros sagrados.
Flores y pétalos han sido usados para la elaboración de esencias, perfumes y aceites esenciales desde hace muchos siglos, para mejorar el ambiente y relajarse.
En Egipto existían bálsamos funerarios a los que atribuían facultades medicinales que ayudaban a retardar la putrefacción del cuerpo del difunto al que embalsamaban con aceites aromáticos. También se utilizaban esencias, aceites y flores durante el funeral, ya que sus aromas acompañaban por una parte al difunto a su última morada y por otra disimulaban los malos aromas que expedía el cadáver. El faraón era una divinidad y no podía oler mal. También usaban muchas plantas medicinales con las que hacían ungüentos, cosméticos y pigmentos. En su arte vamos a encontrar ramas de olivo, laurel, mirto y algunas flores como amapolas, crisantemos, malvas, lirios, jazmines, hiedra, mandrágora y, sobre todo, cañas de papiro y flores de loto, con las que hacían ramos para regalar a un vivo u ofrendar a un muerto. En ellos agregaban hojas y ataban todo con un tallo de papiro. Así se ve en las imágenes reproducidas en paredes de tumbas y templos. También se encuentran la flor de la caléndula, narciso, azucena, lirio, jazmín árabe, adurmiera, laurel, alheña, flores y plantas de gran carga simbólica [1].
La flor de loto ha sido cuna de dioses, planta sagrada de Egipto. Horus, el dios celeste, nace de un loto, flor que para esta cultura simboliza el origen o renacimiento que se abre y cierra al ritmo del Sol, por lo que se le asocia con Ra. Pero es aún más especial el loto azul, llamado científicamente nymphaea, símbolo nacional de Egipto, de gran valor para los faraones y al que se le asocia con la diosa Nefertiti (ver Figura1), representado y nombrado en varios capítulos del Libro de los Muertos, siempre ligado a ritos mágico-religiosos [2].
Figura 1. Ramsés y Nefertari presentan ramos de flores de loto a Hathor (Templos de Abu Simbel).
En otras culturas asiáticas el loto se asocia con la creación del mundo, como es el caso del dios Vishnu, en cuyo ombligo nació una flor de loto de la que nacería a su vez otra divinidad, Brahma, creador del cosmos y la vida [3].
En el budismo, según la leyenda de Siddharta (Buda), al dar sus primeros siete pasos sobre la tierra, van brotando, de cada uno de ellos un loto que a su vez representa un grado de crecimiento espiritual [4].
En general la flor de loto simboliza la creación, la fertilidad y sobre todo la pureza, pues crece sin ensuciarse en los lodos que la envuelven: la raíz está en el fango, el tallo en el agua y la flor luce esplendorosa al sol.
En la creencia hindú simboliza la belleza interior: «Vivir en el mundo sin mezclarse con aquello que lo rodea». El significado de la flor de loto comienza en sus propias raíces, con el simbolismo de lo que se abre a la luz con pureza desde la oscuridad de las aguas estancadas. Por las noches los pétalos se cierran y la flor se sumerge en el agua; antes del amanecer vuelve a erguirse de nuevo a la superficie abriendo sus pétalos.
La naturaleza ha sido deleite de la humanidad, que goza de crear bellos jardines como los hindús, que los llenan de flores, mismas que vemos plasmadas en sus manifestaciones artísticas, epopeyas y cuentos. En tiempos antiguos las adolescentes aprendían varias artes, figurando algunas que tenían que ver con las flores, como tejer coronas, hacer guirnaldas o ser floristas.
Grecia no era excepción; flores y hojas estaban en cada detalle incluidos en su arquitectura, en el arte corintio en que destacaban hojas de acanto en sus capiteles. Las hojas enrolladas de acanto son símbolo de la vida eterna, y eran habituales en los enterramientos. Los carros funerales las llevan, así como la vestimenta de los grandes hombres como los arquitectos, difuntos, y reyes, ya que han triunfado sobre las dificultades de su labor. (En la Edad Media las espinas de acanto simbolizan una tierra no cultivada o incluso la virginidad) [5].
Las flores de loto van a convivir con las de lis y con muchas otras en la decoración de objetos, casas, templos: los pintores van a inmortalizarlas en sus obras. Van a formar parte de la ropa y accesorios, en armas y escudos, siendo la rosa la reina de todas ellas gracias al poeta que la enaltece. Es tan hermosa, tan perfecta que se le relacionará con Afrodita, símbolo de la belleza perfecta. Al igual que un loto, al que es equivalente en Occidente, la rosa nace de las aguas primordiales, y encima de ellas se eleva y abre. En la India será la rosa cósmica, referencia a la belleza de la madre divina. Es la perfección acabada sin defectos. Para el cristianismo será la copa que recoge la sangre de Cristo y representa sus llagas.
En la mística musulmana “el jardín de las rosas es el de la contemplación”, símbolo del amor que va a reemplazar al loto egipcio y al narciso griego. La Divina Comedia evoca a la rosa mística de las latanias cristianas, símbolo de la virgen. Dante compara el amor paradisiaco con el centro de una rosa [5].
Otra flor importante es el narciso, quien fue un joven apuesto que termina enamorándose de él mismo, al verse reflejado en el agua en donde se queda admirándose hasta que muere, naciendo en ese sitio la flor según el mito griego y el romano, en que Eco se enamora de él muriendo de amor por su desprecio. Los dioses molestos engañan a Narciso llevándolo a un río a ver su reflejo.
A las Furias griegas (criaturas mitológicas que aplicaban el castigo divino) se les ofrecían guirnaldas de narcisos, porque se creía que entumecían a los criminales. En Asia esta flor simboliza la felicidad y se utiliza para recibir el Año Nuevo.
Las flores son tan apreciadas que la nobleza las llevará en sus estandartes; como son el caso de la flor de Lis de los Borbones en Francia, el cardo en Escocia, el trébol en Irlanda, o la rosa de Tudor en Inglaterra.
Pero antes de ellas, es la naturaleza completa la que atrae la mirada del hombre que trata de comprender sus misterios, le rinde culto y hasta la humaniza, crea deidades e historias acerca de la madre natura. Madre del paganismo, del animismo, y de la antigua religión que también tiene sus deidades, como el dios Cernunno “el de las antenas” aquel que se comunica con los animales y todos los seres del bosque. De origen celta, cuya representación se encuentra en un caldero que data del año 6571 a.C. (Figura2), en donde aparece en la parte izquierda una figura de un hombre con cornamenta de ciervo con una serpiente en su mano. A su lado distintos animales, y un hombre sobre un delfín. El señor de la naturaleza del panteón celta, una primera versión de Pan, dios de muchos aspectos que no es antropomorfo ya que tiene patas, cola y cuernos de carnero. De estos dioses se tomarán atributos para la figura de Dionisio. Todos ellos personajes ligados a la naturaleza.
Figura 2. Caldero de Gundestrup. Fragmento. Foto Google cultural. Museo Copenhague| Esquema de las Placas del Caldero. Jouttijärvi
¿Pero de dónde surge la naturaleza? La respuesta nos la dan los mitos de creación que nos explican la formación de la tierra. La mitología mexica cuenta que Cipactli, el lagarto o gran caimán flotaba sobre las aguas primordiales siendo el único ser que existía, así que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca tuvieron que luchar con él para poder crear la tierra y el cielo. Tezcatlipoca se cortó el pie para dárselo como carnada y atraparlo. Ambos dioses tiraron con tanta fuerza del monstruo que lo partieron por la mitad, dejando sin espacio para vivir a los hombres, teniendo que sostener las mitades con dos árboles, separando así cielo y tierra. Al ver tanto dolor en la bestia, los demás dioses se apiadaron y decidieron hacer nacer de ella la tierra:
“Surgieron pozos, cuevas y fuentes, de su boca ríos, manantiales y lagos” [6] este mundo se llamó Tlaltipac y de sus cabellos surgieron árboles, y flores y plantas de sus ojos.”
En otro mito es Tlaltecuhtli, la tierra misma, quien con partes de su cuerpo da origen a todo fruto para el sustento de la vida humana. Una vez creada la tierra son Cintéotl y Xochipilli, los dioses que personifican los frutos de la tierra, siendo ellos mismos la personificación del maíz y de las flores [7]. Xochipilli tiene una hermana melliza, Xochiquétzal, de quien según un mito nahua nacen las flores aromáticas que surgen de la piel arrancada de su vulva por la mordida de un murciélago enviado por Tezcatlipoca. El murciélago llevó el pedazo de piel al inframundo en donde fue purificado, surgiendo del interior de la tierra las flores aromáticas [8].
A algunas flores se les dio carácter sagrado, otras servían para fines mágicos, como el nardo, el pericón y el cempasúchil, flores que por su fuerte aroma han servido como medio de comunicación o atracción de los seres sobrenaturales o de protección.
Es de una cueva con forma de flor o matriz, de siete nichos o cuevas de nombre Chicomóztoc (Figura 3), lugar sagrado para los nahuas en donde -se forma según sus leyendas- la propia humanidad, lugar de origen de las tribus nahuatlacas. Ahí comienza la nueva peregrinación para regresar a la mítica Aztlán [9].
Figura 2. Imagen del códice Historia tolteca-chichimeca del s. XVI, que representa la mítica Chicomóztoc
Por si fuera poco, una flor representa sus rumbos, Nahui-Ollin, la flor de cuatro vientos, símbolo poderoso de la mitología y cosmografía mesoamericana, que engloba la concepción del universo, del tiempo y del espacio de su cultura, perpetuo movimiento que representa la noción de que el plano terrestre estaba dividido en cuatro rumbos y a la deidad omnipresente en todo lo que existe y también elacionada con el movimiento permanente.
El mundo de las flores nos lleva al mundo de los mitos, en donde toman un papel importante vinculándose al mundo de los dioses y héroes y al mundo mágico en donde cobran vida, así como al ritual en donde se han usado para crear poderosos hechizos y rituales. Con ellas, como se puede leer en La Odisea [10], donde existe un pasaje que habla acerca del “moly”, una hierba que es entregada a Ulises por Hermes para salvarlo de los hechizos de Circe [11].
Medea en sus invocaciones y conjuros [12] hizo uso de daturas y otras plantas para lograr sus fines. En muchas culturas se han aplicado con dicho fin, ya sea en la realidad o imaginación de sus pueblos. Plantas medicinales sacralizadas o satanizadas siempre envueltas de misterio.
Son muchas las narraciones míticas en las que aparecen flores: por ejemplo, Perséfone, hija de Zeus y Deméter, diosa de la agricultura y fertilidad, es atraída por un narciso que surge de la tierra. De esta manera, se aleja de las ninfas que la acompañan, y al tomar la flor surge Hades, su tío, acarreado por un par de caballos negros, quien toma a la doncella, para llevársela a Tártaro, el inframundo, para hacerla su esposa mientras la tierra se cerraba. Perséfone significa “la que lleva la muerte”. Las ninfas por su descuido fueron convertidas en sirenas.
La historia se repite en Roma con Prosperina (Figura 4), hija de Júpiter y de Ceres, diosa de la agricultura. También fue atraída con una flor por su tío Plutón quien la lleva al Hades o Haidou, el inframundo grecolatino. En ambos casos las madres están sufriendo. Descuidan la tierra que está muriendo, no hay frutos sobre ella poniendo en peligro a la humanidad. Así que los dioses tienen que hacer acuerdos. Zeus manda a Hermes, y Júpiter a Mercurio, a buscar a sus respectivas hijas, pero ya es muy tarde, ambas han comido seis semillas de granada, volviéndose parte del inframundo. Así que se toma la decisión de que permanezcan seis meses en la tierra con sus madres y seis en el inframundo. Mientras están en la tierra es primavera, todo nace y florece. Cuando se marchan al inframundo hay frío y muerte iniciando el invierno.
Figura 4. “El rapto de Prosperina”, Autor: Rubens Pedro, Pablo, Fecha: 1636-1637 técnica : óleo; soporte: lienzo; dimensión: alto: 181 cms , ancho: 271,2 cms. Museo del Prado, Madrid, España.
Flora era la diosa romana de las flores, de la fertilidad, los frutos, la primavera y la juventud. Su equivalente en la mitología griega es Cloris, quien es la diosa de los jardines. Mientras que en Mesoamérica Xochiquétzal es la diosa de las flores y del amor. El mito que narra su origen la presenta como diosa creadora de la primera humanidad y como intermediaria entre los dioses. Es ella quien realiza el primer acto sexual y el primer parto.
“Dicen que fue mujer del dios Tláloc, dios de las aguas, é que se la hurtó a Tezcatlipuca, é que la llevó á los nueve cielos é la convirtió en diosa del bien querer” [13].
Ninguno de los dioses se atreve a rescatarla. Tláloc acepta el desafío y viaja a los dominios de Tezcatlipoca para exigir la devolución de su esposa. Tezcatlipoca aceptó devolverle a Xochiquétzal con la condición de que Xochiquétzal tuviera prohibido viajar a la tierra y permaneciera en Tamoanchan, el paraíso de los dioses mexicas [14]. La diosa regresa como diosa del amor a la residencia del árbol florido: Xochitlicacan, cuyas flores son consideradas como el primer amuleto del amor [15].
Está relacionada a la naturaleza, a los ciclos de la agricultura y fertilidad. Diosa de la belleza, flores, artes y parteras, flor preciosa, a la que consagran cempasúchil y margaritas.
Los mexicas usaban las flores para decorar altares, en ritos de fertilidad y prácticas curativas, las ofrendaban junto con maderas y aromas a los dioses. Cada una de ellas tenían un significado específico y manifestaban respeto, gratitud y amor hacia ellos y eso es lo que nosotros debemos de manifestarle a la naturaleza.
Las flores son seres hermosos como todos los habitantes de la naturaleza: muchas historias nos hablan de su importancia a través de mitos y cuentos. Los antiguos, los especialistas rituales y los científicos entienden su importancia al igual que algunos de nosotros. Ahora está en nuestras manos el cuidarlas y comprender lo frágil que es nuestro mundo y que todo está conectado. Es como una orquesta o una telaraña; si se jala una hebra, la otra vibra y se desequilibra. El mito ha hecho todas estas historias porque son seres valiosos que hay que cuidar. Flores y plantas emanan de y dan vida.
Referencias
1.- Wallis, Budge Ernest. Ideas de los egipcios sobre el Más Allá. José de Olañeta, Palma de Mallorca, 2006.
2.- Lara,Peinado Federico. El Libro de Los Muertos de Los Antiguos Egipcios. Tecnos, Madrid, 2009.
3.-Gallud, Jardiel Enrique. Vishnu, El dios protector, símbolos, mitos, tradición y culto, Miraguano ediciones, 2007, Colección Libros de Los Malos Tiempos.
4.- Sherab, Chödzin Kohn. La Vida de Buda, Publishers Weekly. Gaia Ediciones, 2012.
5.- Jean Chevalier, Alain Gheerbrant. Diccionario de los Símbolos, Herder, 1986, Barcelona.
6.- Leyenda del Quinto sol
7.- La flor en la cultura mexicana, Museo Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México, 2018.
8.- Véase Códice Magliabecchiano (1996: fol.61v).
9.- Códice tolteca chichimeca del siglo XVI
10.- Homero. La Odisea. Volumen 30, Serie Lluvia de Clásicos, Editorial Trillas, México 2008.
11.- Moly es una hierba mágica de la mitología griega. Se le menciona por primera vez en el libro 10 de la Odisea de Homero. Homero la describe como negra en la raíz con una flor completamente blanca. En la narración de Homero, Hermes le entrega la planta a Odiseo para que se la coma, de modo que le proteja contra el encantamiento de Circe cuando el héroe acude a salvar a sus compañeros
12.- Eurípides, Medea, Editorial Gredos, España, 2020.
13.- Muñoz Camargo, Diego. Historia de Tlaxcala, México, Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1892, p. 155
14.- Tomado de: Trejo, Silvia, "Xochiquétzal y Tlazoltéotl. Diosas mexicas del amor y la sexualidad", Arqueología Mexicana núm. 87, pp. 18-25.
15.-Noemí, Quezada, Amor y magia amorosa entre los aztecas, supervivencia en el México colonial. Universidad Nacional Autónoma de México. Ciudad de México.1989.
Esta columna se prepara y edita semana con semana, en conjunto con investigadores morelenses convencidos del valor del conocimiento científico para el desarrollo social y económico de Morelos. Desde la Academia de Ciencias de Morelos externamos nuestra preocupación por el vacío que genera la extinción de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología dentro del ecosistema de innovación estatal que se debilita sin la participación del Gobierno del Estado.